‘Olas de transformación’ es el título de la exposición que, hasta el 26 de diciembre, podemos visitar en
la sala de exposiciones de la
Delegación de la
Xunta de Galicia en Pontevedra. Una mirada apasionada y
apasionante a una naturaleza siempre inspiradora en la obra de María Domínguez
Lino, artista pontevedresa que, mediante
una serie de fragmentos reconstruye sus percepciones sobre ese ámbiente natural
con el mar como referencia, reconstruyendo toda una serie de instantes que aquí
se recrean desde diferentes técnicas artísticas.
Mares, cielos, arenas, maderas, colores, redes, piedras.... cada uno de
estos elementos participan del resultado final que nos propone María Domínguez
Lino, una recreación de una naturaleza que no deja de servir de inspiración a
artistas y creadores convirtiéndose, en el caso de nuestra protagonista, en el
centro de su trabajo. Tanto desde lo formal como desde lo conceptual esa
naturaleza, a través de un cúmulo de percepciones registradas por la artista,
emerge como esa gran madre en la que buscamos cobijo y a la que debemos rendir
culto por lo mucho que nos ofrece. Detenerse unos instantes ante estas piezas,
de una gran diversidad estilística, transmite ese vigor que está tan presente
en ella y gracias a la sensibilidad de María Domínguez nos integramos en ella.
A través del empleo de materiales, muchos de ellos ya modelados y trabajados
por la propia naturaleza sentimos muchas de sus capacidades y se activa en
nosotros esa memoria interior de cada uno para recuperar nuestra mutua
relación. Esa memoria está también muy presente como ingrediente en cada uno de
los trabajos, con referencias a actividades del mar como las obras relacionadas
con la labor marisquera, los deportes, con la vela, o simplemente, o quizás no
tan simplemente, con la proximidad que el ser humano puede establecer con esa
naturaleza a través de una caminata bajo el sol, al hundir nuestros pies en la
arena de nuestra playa favorita o disfrutando de un paisaje
Junto a su trabajo pictórico, probablemente mucho más conocido entre el
público, María Domínguez nos presenta también una serie de piezas escultóricas
dotadas de una enorme poética y con mucho interés. Una carga de sutilidad en la
que inteligentemente se respeta lo que la naturaleza y el paso del tiempo han
ido realizado durante tantos y tantos días y que sería imposible de superar por
cualquier mano humana. Es hermoso acercarse a esos fragmentos de madera, a esos
nudos, o a esas piedras engarzadas a una base de madera para ver como la
naturaleza no solo tiene su magnificencia en los grandes horizontes o en vastas
representaciones sino que también, en lo aparentemente más simple, surge esa
fascinación.
Solo en una pieza, ‘El pensador’, se concreta esa existencia humana con
una figura orillada en una madera, y en la que parece reflejarse la conciencia
reflexiva que la humanidad debería exhibir ante muchos de nuestros desmanes con
el medio natural. Una bella conjunción que compite con piezas tan potentes como
una nasa ajada por el tiempo y el uso, de la que surgen unas frágiles ramas
azules. Todo un canto al tiempo, la memoria, el oficio y el mar, como no, el
mar. María Domínguez pese a su reciente distancia con la costa no ha dejado
nunca de pensar en esas olas que vienen y van, que traen recuerdos y también
los alejan, que perfilan paisajes y transforman, no solo un litoral, sino
nuestras propias vidas. Un proceso sobre el que el artista tiene la obligación
de pararse a rendir cuentas. María Domínguez aquí nos regala el resultado de esa
parada tan fructífera.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 15/12/2013
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