martes, 16 de xuño de 2015

Scherzo y fuga de Pedro Solveira


Rue Saint-Antoine nº 170
Arte Pocos artistas pueden singularizar su trabajo como Pedro Solveira, y con un valor añadido, y es el que esa singularidad se renueva cada cierto tiempo a través unas obras que se desafían a sí mismas. Trabajos que se desarrollan en el tiempo y a los que ahora tenemos acceso gracias a una espectacular exposición en el Museo de Pontevedra.

Pedro Solveira posa ante una de sus piezas

Tras recorrer la exposición retrospectiva de Pedro Solveira a uno no le cabe la menor duda de que esta sería la gran exposición del verano en Pontevedra, pero nos encontramos con que la exposición se clausurará justo un mes después de su apertura, el 5 de julio. Un trabajo de meses y meses, de toneladas y toneladas de obra, que se consumirá en treinta días, como un suspiro, como una nota musical que se evade en el aire. Apúrense y no se pierdan entonces la exposición, a poco que se despisten la encontrarán cerrada.
En el primer párrafo de este artículo ya ha asomado la palabra música, fundamental para establecer las coordenadas del trabajo de Pedro Solveira, fiel acompañante en las largas horas de trabajo en el taller, incontenible fuerza inspiradora de unas obras que concretizan esa abstracción que toda música tiene consigo, una materialización que, en manos de Pedro Solveira, se convierte en contundente armazón para construir todo un universo que parte de la matemática. «Todo es matemática», afirma el artista, para irse articulando desde la arquitectura, la poesía y esa ciencia. Y al fondo, la memoria, el oficio, el valor de lo tradicional, el artesano que de la nada crea arte, algo bello. Pedro Solveira no se aparta nunca de esa red que lo sujeta con la autenticidad de lo que él considera que debe ser, el sucesor de su padre, del obrero del taller que entre la mecánica y la carpintería de ribera ofrecen soluciones al tiempo que no descuidan la estética. A ella se debe Pedro Solveira y a partir de ella se entiende todo.
Ese aprendizaje desde la infancia no cesa y vuelve a ella siempre que puede. Un grupo de escolares, de visita en la exposición, reclaman su atención, Pedro Solveira les atiende amablemente y les incita a no dejar de estudiar más que a convertirse en artistas, como alguno expresa tan valiente como inocentemente. Los niños se alejan y el artista vigués apunta todo lo que se puede aprender de esos niños que como el material no está todavía maleado por la sociedad, son puros y de esa pureza emanan preguntas y reflexiones que te hacen valorar lo que haces de una manera diferente a lo que pensabas. «Muchas veces en mis exposiciones obligaba a la organización a que se realizasen visitas de escolares», apunta Pedro Solveira todavía sin rendirse ante lo que fatalmente parecen apuntar estos tiempos perversos.
Sin el soniquete de los infantes llega el silencio, el gran arma que acompaña a la obra de Pedro Solveira, un silencio que se te incrusta en el alma y te hace ver la exposición en comunión directa con cada una de esas obras, de esas geografías plenas de geometrías que varían en relación al punto de vista que tomes para enfrentarte a ellas. Sombras que se mueven, planos que se modifican, nuevas percepciones. Ese silencio emana de todas aquellas componentes que denotábamos antes y conceden a su obra un altísimo grado de densidad, una condensación de forma que surge de ese rigor al que Pedro Solveira se aferra como el violonchelista a su instrumento. Cada vez que se encuentra un camino hay que explorarlo hasta el final, volver una y otra vez sobre ese cuadro que permite una infinidad de variaciones, de formulaciones matemáticas en pos de esa exactitud a la hora de llegar a una obra de arte que satisfaga el ideario del creador. «La obra requiere pensamiento, madurez, rigor», repite Pedro Solveira como un mantra, para huir de quienes hacen un arte rápido sustentado solo por la idea de un proyecto fundamentado en los avances tecnológicos o informáticos. A partir de ahí, justo cuando otros acaban es cuando Pedro Solveira comienza a desarrollar ese camino, ese cuadro que se convierte en una serie de piezas que balizan el itinerario de una parte de su vida.
Vista general de la exposición
Y es que mucho de lo aquí está encerrado es el itinerario de una vida, y así hay que medirlo, como un caminar, un paseo a la manera del Promenade de Musorgski de sus ‘Cuadros para una exposición’, un deambular por un mundo musical, descriptivo de un entorno en el que se lleva moviendo Pedro Solveira desde hace muchas décadas. La pieza más antigua de la exposición es de 1944, una fecha abrumadora que lleva al artista a encontrarse con todo lo caminado, con todo lo hecho, con el abrumador peso de toda una vida calibrada en décadas pero también en experiencias, descubrimientos, desesperaciones, dolores (no son pocos los accidentes laborales que ha tenido en su estudio por el manejo de los materiales que se integran en sus piezas), y avances, esos avances en los que uno entiende debe residir una obra coherente, son los que finalmente dan sentido a todo, los que revelan una vocación surgida de la necesidad Rilkeana por volver a ese germen vital, a un eterno comienzo que te impulse ante cada encrucijada a dar un nuevo paso. Ese inagotable ‘Promenade’ que Pedro Solveira realiza y nos invita a hacerlo junto a él a través de unas obras repletas de connotaciones tanto formales como conceptuales, en las que el acero, el esmalte, la madera, el metacrilato o el pvc, son el sustento preciso para lo que en realidad importa, la concreción de la fuga, el modelado del hueco, la discusión del límite, en definitiva, las notas etéreas de un concierto en el que manda el silencio.






Publicado en Diario de Pontevedra  15/06/2015
Imágenes: Gonzalo García

1 comentario:

  1. Es una muy buena síntesis del trabajo presentado por Pedro Solveira, me consta que le gustó. También tocas un tema curioso, la razón y el tiempo de duración de la exposición, yo opino que no fue suficientemente valorada la exposición desde el principio y se consideró una exposición más de las que hacemos para cumplir pero sin un objetivo claro de tipo artístico. Muchas gracias amigo Ramón, por cierto que desde Vigo se está desplazando gente a ver la Exposición y el Museo.

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