Encerrado en un libro/II
Se llena este año de conmemoraciones en
torno a uno de los más absolutos genios del siglo XX, Orson Welles. Cien años de su nacimiento o cincuenta del rodaje en España de su película ‘Campanadas a medianoche’, son solo
algunos de ellos. Celebraciones que han traído consigo un caudal de
publicaciones alrededor de su figura. Memorias, reediciones, entrevistas o
análisis de su figura y obra, junto con la ‘casual’ aparición de sus propias
memorias autógrafas o el anunciado estreno para finales de este año de una de
sus películas nunca vista en una pantalla, ‘Al otro lado del viento’, han colocado al director de nuevo en el
punto de mira, no solo de cinéfilos, sino también de aquellos que entienden que
su figura traspasa el territorio del cine y lo convierten en un personaje
esencial del pasado siglo.
Si siempre es complicado elegir el
título de uno de esos libros entre los diferentes publicados en estos
meses: ‘Mis almuerzos con Orson Welles’,
‘Ciudadano Welles. Conversaciones con
Peter Bogdanovich’, o ‘Mr. Arkadin’,
escrito por el propio director, en esta ocasión me decantaré por ‘El universo de Orson Welles’ que la
editorial Notorius ha publicado
conmemorando la efeméride de su nacimiento, y lo hago por lo diverso y
heterogéneo de lo que allí se escribe por parte de alguna de las miradas
cinematográficas más interesantes de nuestro país, y además, por que entre esas
miradas tenemos a un pontevedrés, Diego
Moldes, con tres extraordinarios artículos llenos de personalidad y
audacia, sobre todo el referido a ‘Ciudadano
Kane’ (empresa, ahí es nada, que recayó sobre sus espaldas). Además, el
libro, como todos los de este sello editorial, llama la atención por otra
cuestión no menor, como es lo cuidado de la edición, una gozada que te hace
acariciar sus páginas, no solo con la vista, sino también con la palma de la
mano, y no les digo nada cuando entre esas imágenes asoma la que fue su esposa,
Rita Hayworth.
Todo un itinerario que compagina
entradas por orden alfabético sobre sus películas o participaciones como actor,
pero también con comentarios sobre elementos particulares y definitorios de su
cine, así como de sus colaboradores o actores y actrices más habituales. Poco
queda por explorar en este volumen de un director que es un gigante en sí
mismo, un renovador del lenguaje cinematográfico, como hiciera David Wark Griffith en su tiempo, y que
siempre tuvo presente esa vocación de crear desde el lenguaje visual y
narrativo, lo que le llevó con ‘Fraude’,
otra de sus obras maestras, a intentar abrir nuevos caminos de expresión.
También es importante el que a lo largo
de estas páginas el lector no tenga la sensación de estar ante un tratado
académico, sino que el lenguaje que se descuelga entre los planos del director
es lo suficientemente accesible para el que intenta hacerse una composición de
ese enorme talento y de las muchas dificultades que tuvo, el que podría ser el
primer outsider de la dirección cinematográfica, siempre en un desafío
permanente con las directrices de los dominadores estudios de Hollywood, para plasmar en imágenes ese
talento. En esa búsqueda de la libertad y autonomía que siempre caracterizó su
obra España se convirtió en una especie de refugio, un lugar de tránsito en el
que buscar amparo y cargar las pilas para pelearse en sus proyectos futuros con
estudios y productores, siendo en una de esas estancias en la que dirigió
otra de esas grandes obras maestras que dejó para la historia del cine y que a
él lo encumbraron como a uno de los mejores directores de la historia del cine.
Su título, ‘Campanadas a medianoche’,
dirigida en 1965, en diferentes localizaciones históricas en nuestro territorio
y reaprovechando vestuario y decorados de otros rodajes. Pero todo ello, todos
estos, a priori, inconvenientes, no vienen sino a azuzar el ingenio de quien
tuvo a esta película entre sus favoritas, quizás, porque como ninguna otra, y
eso que en todo su cine el devenir shakesperiano está siempre muy presente, se
plantea su relación con todo el universo del dramaturgo británico. Aquí, en un
ejercicio titánico, condensa partes de ‘Ricardo
II’, ‘Enrique IV’, ‘Enrique V’ y ‘Las alegres comadres de Windsor’. Elementos como la ambición, el
poder, la amistad, la traición o el envejececimiento del ser humano se
redimensionan desde la óptica wellesiana para ofrecer una película llena de
belleza y lirismo, alejada del barroquismo que inunda la práctica totalidad de
sus películas pero que aquí, premeditadamente, Orson Welles deja a un lado,
para revelarse como un Falstaff
lleno de verdad y cargado de las miserias humanas, pero también de sus
grandezas. Quizás había llegado el tiempo de mirar hacia sí mismo. De intentar
explicar que bajo ese corpachón y esa mente brillante y admirada por tantos,
aunque no siempre comprendida por muchos, simplemente había un ser humano, y
para ello, para explicarlo, nada mejor que hacerlo de la mano de quien mejor
abordó lo que es el hombre: William
Shakespeare.
‘Campanadas a Medianoche’ recibió al
año siguiente el Premio del Aniversario en Cannes,
ligó a Welles con la cultura española que siempre admiró y gozó, y nos dejó
imágenes de su rodaje tan fascinantes como la de un Falstaff despanzurrado tras
la cámara, izado por el aire y con un puro en la mano. Encuentro esa fotografía
en el archivo de este periódico con una fecha, una pista que seguir y que me
lleva a un artículo sobre el auge de rodajes internacionales en la España de 1965. Pero mi
mirada se dirige a un aviso en la parte inferior de una página del 11 de
octubre de 1966 anunciando, «¡¡¡Por fin!!!», el estreno en el Teatro Cine Malvar de una película, su
título: ‘Ciudadano Kane’.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/07/2015
Fotografía. Orson Welles durante el rodaje de 'Campanadas a medianoche' (1965). Archivo Diario de Pontevedra.
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