[Ramonismo 99]
La estancia durante cinco años como corresponsal en Moscú de Olga Merino conforma un libro entre lo vivido y el presente
"Se escribe siempre para dar vida, para liberar la existencia de sus prisiones, para trazar líneas de fuga". Esta frase de Gilles Deleuze que incorpora Olga Merino a su relato moscovita explica muy bien la propuesta de esta periodista y escritora de la que aún no olvidamos su anterior libro, ‘La forastera’, un auténtico grito literario de una mujer en un inesperado y agresivo hábitat. En esta ocasión la propia Olga Merino se convierte en la forastera durante su estancia de cinco años como corresponsal de prensa en Moscú. Un tiempo que se mide en inviernos, dando buena cuenta de lo importante que es el factor meteorológico en aquel país, que más que un país es todo un mundo.
‘Cinco inviernos’, editado en Alfaguara, es, por lo tanto, el relato desde nuestros días de aquellos otros días vividos a finales del siglo pasado, en una Rusia que cerraba, más que un siglo, temporalmente hablando, toda una filosofía de vida, imposible de ser comprendida desde nuestra realidad occidental. La magnífica escritura de Olga Merino conjuga de manera inteligente todas aquellas experiencias con el paso del tiempo, ese reloj inagotable que hace mudar nuestra mirada, que nos enfrenta más que a lo que fuimos a lo que somos hoy y a cómo ciertos momentos pasados, lejos de disolverse como lágrimas bajo la lluvia, los llevamos pegados a nuestra identidad como una parte poderosa de la existencia.
Los apuntes en aquellas libretas que llegaron del frío accionan en Olga Merino la necesidad de crear una nueva línea de fuga, como apuntara Deleuze, dentro de esa vocación de escritora que en estos momentos se ha impuesto a la periodística, y que durante todo el libro mantiene un hermoso duelo. Un épico enfrentamiento entre la voluntad de ser escritora, de redactar la vida, en definitiva, de hacer de la literatura una forma de estar en el mundo, y el ejercicio del periodismo en un tiempo de ilusiones y ambiciones en un escenario tan exótico como el de aquel Moscú finisecular.
Ahora, desde la literatura, Olga Merino, nos deslumbra con una manera de fijar los recuerdos que se mueven entre la novela, la poesía, el ensayo o el periodismo, amalgamando un texto que te atrapa por lo vivido, pero también por lo que significaba aquel escenario, toda aquella sociedad y su cultura. Las anécdotas en las que la vida palpita de una manera más intensa y cercana para cualquier lector, como las supersticiones rusas, su mes en verano sin agua caliente, la abundancia de cucarachas o los taxis inesperados, se alternan con todo lo que representa la literatura rusa como auténtico contenedor de esa ‘alma rusa’ que singulariza a sus gentes y a un territorio abocado, por su tamaño y características, a caer en la nostalgia y la inquietud existencial.
Alvaro Cunqueiro decía que «Toda la literatura rusa está recorrida por un pitido de tren en la noche», una poderosa metáfora de una literatura a la que Olga Merino incorpora un magnífico libro recorrido por una mujer que mira a aquella otra mujer, la que fue, y que ya no es la misma tras sentir en su alma aquellos cinco inviernos.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/02/2022
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