Necesito cash», proclamó entre periodistas Tita Cervera en un lujoso restaurante madrileño. Frase, personaje y lugar, se han convertido ya en la máxima confirmación de que estamos tocando fondo en esto de la crisis, cuando hasta el Hola no sale al rescate de sus protagonistas. Un ERE rosa en el papel couché que obliga a la baronesa a tirar de fondo de armario y, como quien lleva el anillo de boda a valorar el oro de un amor todavía feliz, descolgar un ‘constable’ de las paredes salmón del Museo Thyssen para subastarlo en la tienda de empeños de la posmodernidad en que se ha convertido Christie’s. No menos de 50 millones de euros sacará Tita por este bucólico paisaje de la campiña británica con el que uno tiene cierta historia personal, ya que su reproducción, tras un viaje en tiempos universitarios, se fijó a una de las paredes de un pequeño piso compostelano con otra de las estrellas de la colección, el retrato de Giovanna Tuornabuoni. No pocas veces a través de mi imaginación me pasé horas y horas pisando esa hierba todavía húmeda, o contemplando el paso de unas nubes que, además de tormenta, presagiaban un nuevo tiempo para la pintura. Ahora ese original alentará otras imaginaciones, quizás menos saludables que las de un estudiante de historia del arte. Y todo por no llevar suelto, ni ella ni yo.
Publicado en Diario de Pontevedra 02/06/2012
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