Rodeaban la mesa llena de comida y bebida, riendo, gritando y aplaudiendo en una especie de orgía que completaba una película repleta de la negrura solanesca, ideal para radiografiar a una España despellejada por sí misma. Aquella cena que filmó Buñuel en Viridiana saltó en mi cerebro al ver a las huestes marianistas aplaudiendo y celebrando, como si estuvieran sentadas ante un banquete esperpéntico, sus medidas contra la crisis. Medidas que parecen olvidar volverán a caer sobre aquellos más desfavorecidos, acrecentando una presión económica que lo único que va a conseguir es reducir el consumo, y por lo tanto, ahogar todavía más a la economía hasta hacerla entrar en una larga recesión. Y si una mente de letras como la mía es capaz de llegar a esta conclusión, cuanto más lo harán las brillantes inteligencias económicas del gabinete gubernamental. Algo que abunda en la idea de hacer caer, sin ningún tipo de resquemor, la mayor carga de esta crisis en las clases más bajas e indefensas, frente a aquellos que más tienen y que más podrían aportar a la hora de salir de esta pesadilla. Se requería silencio y contrariedad, pero no, sentados ante el festín propuesto, despedazaban vidas e ilusiones, dolores entre carcajadas y muecas para aproximarse cada vez más a aquella repulsiva escena del genio aragonés.
Publicado en Diario de Pontevedra 14/07/2012
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