mércores, 1 de agosto de 2018

Descubrimientos


Pocas satisfacciones mayores para un lector que el descubrir a un autor del cual se sabe que, desde el momento en que se establece la necesaria complicidad a través de uno sus textos, este formará ya parte indisociable de su vida lectora. En ocasiones esto cuesta lograrse, libros que te cansan, libros de los que no sacas nada en claro, bien por culpa del autor o también, por el propio lector, pero en ocasiones este milagro experiencial se multiplica y uno puede encadenar varios libros que sabe serán importantes en el futuro, no sólo por ellos mismos, sino por la posibilidad de abrir la puerta a sucesivos textos de esos mismos autores.
El verano, con sus horas baldías, con sus cielos azules bajo los que leer, con el murmullo de las olas acunando historias, se convierte en una época más que propicia para alentar ese encuentro, en la necesaria oportunidad de sustituir trabajo por unos libros entendidos como una pura conquista del placer. Quien esto escribe, ya da por solventado medio verano con uno de esos encadenamientos inesperados, con un engranaje de libros que se han convertido en tres accesos a la escritura de los hasta ese momento tres desconocidos en lo literario, por lo menos en el ámbito mayoritario. A partir de ahora estaré bien atento a lo próximo que publiquen Miguel Ángel Hernández, Eduardo Muslip y Miguel Barrero. Sus tres recientes libros, ‘El dolor de los demás’ (Editorial Anagrama), ‘Florentina’ (Editorial Caballo de Troya) y ‘El rinoceronte y el poeta’ (Editorial Alianza) son tres maneras diferentes de narrar y de poner ante el lector tres historias que además de ser gozo son conocimiento de lo que somos, uno de los grandes logros de la literatura, el servir de espejo en el que reflejar nuestra historia, pero también nuestras historias individuales tan vinculadas a la fragilidad humana.
Con ‘El dolor de los demás’ Miguel Ángel Hernández nos sitúa ante la recuperación de un hecho criminal ocurrido en su juventud. Un acontecimiento depositado en su memoria que ahora emerge con una potencia descomunal para colocarnos ante las vivencias de un hombre ajustando cuentas con un pasado al que valientemente mira a los ojos para escribir sobre el dolor, pero también sobre otras muchas cuestiones que completan su personalidad, tal y como sucede con cualquiera de nosotros.
También el argentino Eduardo Muslip nos presenta otra novela flotando sobre la memoria, la de una abuela gallega que desde su vejez en tierras argentinas es vista por su nieto como un abrir y cerrar de ojos capaz de saltar todo un océano para aproximarse al rural gallego desde la óptica de la capital porteña. Recuerdos para reconstruir un pasado que no hacen más que reforzar de manera vibrante un presente íntimo.
Por su parte, Miguel Barrero, se traslada a Lisboa, a la luz inexplicable de ese balcón atlántico poblado de sueños que aquí merodean alrededor de dos presencias míticas junto a la desembocadura del Tajo, la de un rinoceronte, y la de ese océano poético como es la figura de Fernando Pessoa en el que desembocan diferentes heterónimos que lo convierten en un ser sujeto a numerosas teorías que en este libro se convierten en una inteligente proposición.

Tres descubrimientos que ustedes mismos pueden también comprobar como efectivos para su espíritu. Tres nombres que ya no se despegarán de los nuevos lectores que los conviertan en motivo de su lectura y, para ello, pocos paisajes mejores que los de un verano que ahora sí parece concedernos su bendición de espumas y destellos.



Publicado en Diario de Pontevedra 1/08/2018

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