Pocas
satisfacciones mayores para un lector que el descubrir a un autor del
cual se sabe que, desde el momento en que se establece la necesaria
complicidad a través de uno sus textos, este formará ya parte
indisociable de su vida lectora. En ocasiones esto cuesta lograrse,
libros que te cansan, libros de los que no sacas nada en claro, bien
por culpa del autor o también, por el propio lector, pero en
ocasiones este milagro experiencial se multiplica y uno puede
encadenar varios libros que sabe serán importantes en el futuro, no
sólo por ellos mismos, sino por la posibilidad de abrir la puerta a
sucesivos textos de esos mismos autores.
El verano, con sus
horas baldías, con sus cielos azules bajo los que leer, con el
murmullo de las olas acunando historias, se convierte en una época
más que propicia para alentar ese encuentro, en la necesaria
oportunidad de sustituir trabajo por unos libros entendidos como una
pura conquista del placer. Quien esto escribe, ya da por solventado
medio verano con uno de esos encadenamientos inesperados, con un
engranaje de libros que se han convertido en tres accesos a la
escritura de los hasta ese momento tres desconocidos en lo literario,
por lo menos en el ámbito mayoritario. A partir de ahora estaré
bien atento a lo próximo que publiquen Miguel Ángel Hernández,
Eduardo Muslip y Miguel Barrero. Sus tres recientes libros, ‘El
dolor de los demás’ (Editorial Anagrama), ‘Florentina’
(Editorial Caballo de Troya) y ‘El rinoceronte y el poeta’
(Editorial Alianza) son tres maneras diferentes de narrar y de poner
ante el lector tres historias que además de ser gozo son
conocimiento de lo que somos, uno de los grandes logros de la
literatura, el servir de espejo en el que reflejar nuestra historia,
pero también nuestras historias individuales tan vinculadas a la
fragilidad humana.
Con ‘El dolor de los
demás’ Miguel Ángel Hernández nos sitúa ante la recuperación
de un hecho criminal ocurrido en su juventud. Un acontecimiento
depositado en su memoria que ahora emerge con una potencia descomunal
para colocarnos ante las vivencias de un hombre ajustando cuentas con
un pasado al que valientemente mira a los ojos para escribir sobre el
dolor, pero también sobre otras muchas cuestiones que completan su
personalidad, tal y como sucede con cualquiera de nosotros.
También el argentino
Eduardo Muslip nos presenta otra novela flotando sobre la memoria, la
de una abuela gallega que desde su vejez en tierras argentinas es
vista por su nieto como un abrir y cerrar de ojos capaz de saltar
todo un océano para aproximarse al rural gallego desde la óptica de
la capital porteña. Recuerdos para reconstruir un pasado que no
hacen más que reforzar de manera vibrante un presente íntimo.
Por su parte, Miguel
Barrero, se traslada a Lisboa, a la luz inexplicable de ese balcón
atlántico poblado de sueños que aquí merodean alrededor de dos
presencias míticas junto a la desembocadura del Tajo, la de un
rinoceronte, y la de ese océano poético como es la figura de
Fernando Pessoa en el que desembocan diferentes heterónimos que lo
convierten en un ser sujeto a numerosas teorías que en este libro se
convierten en una inteligente proposición.
Tres descubrimientos
que ustedes mismos pueden también comprobar como efectivos para su
espíritu. Tres nombres que ya no se despegarán de los nuevos
lectores que los conviertan en motivo de su lectura y, para ello,
pocos paisajes mejores que los de un verano que ahora sí parece
concedernos su bendición de espumas y destellos.
Publicado en Diario de Pontevedra 1/08/2018
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