Cuando escribo estas
líneas Julen Lopetegui sigue siendo entrenador del Real Madrid, pero
cuando ustedes las lean, quizás ya no lo sea.
Llevamos viviendo unas
horas, unos días en los que se está paseando el cadáver deportivo
del entrenador blanco por todos los medios de comunicación, una
especie de holograma fantasmagórico al que todo el mundo ve ya casi
más como una aparición que como un ser de carne y hueso. Todos
sabemos, comenzando por él mismo, que tiene las horas contadas, que
ya sólo falta imprimirle a la tapa del yogur la fecha de caducidad
para que se produzca la sucesión en la Casa Real.
Y es que todo lo que
sucede en Chamartín tiene ese halo de gran tragedia, de épica
monárquica revestida de una historia venida a menos en los últimos
años que sólo el tándem Zidane-Ronaldo mantuvieron firme en la
Liga de Campeones. Ahora, sin ellos, y sin repuestos de su
envergadura, el Real Madrid se ha visto disuelto en la mediocridad de
un entrenador que ha tocado muy pocos trofeos en su vida, tanto como
jugador, como desde la gestión de los equipos que ha dirigido. A esa
endeblez se le debe sumar la herida todavía abierta con su
surrealista y traidora salida de la Selección Española en plena
concentración del Mundial de Rusia y en la que el brillo del anillo
de Florentino Pérez pudo más que la profesionalidad y el orgullo de
llegar lejos con su Selección, sumiendo, no sólo al que era su
equipo, sino a todo un país en un estado de depresión. Quiso
abarcar mucho el míster, y ahora se va a ver apretando bien poco,
quizás solamente los puños de rabia en la intimidad ante aquella
decisión que ya sabemos todos seguirá defendiendo públicamente
como algo que no se podía rechazar y tal y tal. Palabras que nos
hablan de los destinos del hombre, de las ganas de llegar a los
sitios antes de tiempo y del descalabro que suele acontecer cuando
eso pasa. Y mientras, ese ser superior, ese presidente que acaricia
gatitos al calor de la chimenea, valora a quien le encarga el nuevo
rumbo del Real Madrid, seguramente escuchándose a si mismo. Nadie le
pedirá explicaciones por entrar como un elefante en una cacharrería
en el plácido ecosistema de la Selección Española a punto de
iniciar un campeonato para el que se llevaba esperando cuatro años,
tampoco nadie le preguntará sobre qué condiciones había visto en
el ex seleccionador para gestionar la insondable galaxia blanca o que
es lo que llevó a Zidane una mañana a despertarse decidiendo que
aquel día iba a ser el último al mando de un equipo que sabía
manejar a las mil maravillas. Tampoco se esperan demasiadas
explicaciones por estas últimas horas en las que se mueven los hilos
de una persona que sigue en el cargo mientras se tantea, consulta y
negocia con otros entrenadores.
Hemos visto muchas
cosas en el universo del fútbol, ¡y las que nos quedan! Lo lógico
es que el Real Madrid hubiese ganado ayer, incluso que golease a su
flojo rival, hasta se puede estirar la goma y que Lopetegui entre en
el Camp Nou con el ánimo de vencer, y puede hacerlo, tiene equipo
para ello, pero todo parece que con independencia de lo que suceda a
lo largo de esta semana el fin de su relación con el Real Madrid
será ya irreversible. Lo que en junio era un proyecto que se
planteaba para las próximas tres temporadas se ha quedado en poco
más de tres meses, confirmándose aquello de que lo que mal empieza
mal acaba, pero lo único importante, no lo duden, es que haya otro
gatito que acariciar.
Publicado en Diario de Pontevedra 24/10/2018
foto (J. Lizón. Efe)
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