mércores, 24 de outubro de 2018

Puños de rabia


Cuando escribo estas líneas Julen Lopetegui sigue siendo entrenador del Real Madrid, pero cuando ustedes las lean, quizás ya no lo sea.
Llevamos viviendo unas horas, unos días en los que se está paseando el cadáver deportivo del entrenador blanco por todos los medios de comunicación, una especie de holograma fantasmagórico al que todo el mundo ve ya casi más como una aparición que como un ser de carne y hueso. Todos sabemos, comenzando por él mismo, que tiene las horas contadas, que ya sólo falta imprimirle a la tapa del yogur la fecha de caducidad para que se produzca la sucesión en la Casa Real.
Y es que todo lo que sucede en Chamartín tiene ese halo de gran tragedia, de épica monárquica revestida de una historia venida a menos en los últimos años que sólo el tándem Zidane-Ronaldo mantuvieron firme en la Liga de Campeones. Ahora, sin ellos, y sin repuestos de su envergadura, el Real Madrid se ha visto disuelto en la mediocridad de un entrenador que ha tocado muy pocos trofeos en su vida, tanto como jugador, como desde la gestión de los equipos que ha dirigido. A esa endeblez se le debe sumar la herida todavía abierta con su surrealista y traidora salida de la Selección Española en plena concentración del Mundial de Rusia y en la que el brillo del anillo de Florentino Pérez pudo más que la profesionalidad y el orgullo de llegar lejos con su Selección, sumiendo, no sólo al que era su equipo, sino a todo un país en un estado de depresión. Quiso abarcar mucho el míster, y ahora se va a ver apretando bien poco, quizás solamente los puños de rabia en la intimidad ante aquella decisión que ya sabemos todos seguirá defendiendo públicamente como algo que no se podía rechazar y tal y tal. Palabras que nos hablan de los destinos del hombre, de las ganas de llegar a los sitios antes de tiempo y del descalabro que suele acontecer cuando eso pasa. Y mientras, ese ser superior, ese presidente que acaricia gatitos al calor de la chimenea, valora a quien le encarga el nuevo rumbo del Real Madrid, seguramente escuchándose a si mismo. Nadie le pedirá explicaciones por entrar como un elefante en una cacharrería en el plácido ecosistema de la Selección Española a punto de iniciar un campeonato para el que se llevaba esperando cuatro años, tampoco nadie le preguntará sobre qué condiciones había visto en el ex seleccionador para gestionar la insondable galaxia blanca o que es lo que llevó a Zidane una mañana a despertarse decidiendo que aquel día iba a ser el último al mando de un equipo que sabía manejar a las mil maravillas. Tampoco se esperan demasiadas explicaciones por estas últimas horas en las que se mueven los hilos de una persona que sigue en el cargo mientras se tantea, consulta y negocia con otros entrenadores.
Hemos visto muchas cosas en el universo del fútbol, ¡y las que nos quedan! Lo lógico es que el Real Madrid hubiese ganado ayer, incluso que golease a su flojo rival, hasta se puede estirar la goma y que Lopetegui entre en el Camp Nou con el ánimo de vencer, y puede hacerlo, tiene equipo para ello, pero todo parece que con independencia de lo que suceda a lo largo de esta semana el fin de su relación con el Real Madrid será ya irreversible. Lo que en junio era un proyecto que se planteaba para las próximas tres temporadas se ha quedado en poco más de tres meses, confirmándose aquello de que lo que mal empieza mal acaba, pero lo único importante, no lo duden, es que haya otro gatito que acariciar.



Publicado en Diario de Pontevedra 24/10/2018
foto (J. Lizón. Efe)


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