Llega uno a Alice Munro tras el ruido del Nobel. Un ruido beatificador
para numerosos autores de latitudes alejadas de la nuestra. Nombre que
ignoramos y a los que el galardón sueco sirve para dinamitar un silencio que no
lo suele ser en sus países de origen. Y lo hago a través de su último libro,
‘Mi vida querida’, publicado en ese año 2013. Planteándome así el recorrido
inverso a la carrera de la escritora ya que una vez abierto y leído este libro
está claro que no se puede dejar más en el olvido a esta mujer.
‘Mi vida querida’ es un conjunto de catorce relatos divididos en dos
bloques. Catorce historias (las cuatro últimas autobiográficas) que, como es
habitual en su obra, son todas pequeñas historias, tanto en tamaño como en su
aparente pretensión, pero que, ante la calidad exhibida en la literatura por
parte de la autora, despliegan un abanico de sensaciones que muchos ni siquiera
son quien de inspirar en relatos de mayor recorrido.
Y es precisamente esa virtud de dotar de una cierta carga heroica a lo
que podrían ser hechos cotidianos y anodinos de la existencia humana la gran
virtud de la autora canadiense acrecentada por sus escritura limpia y fluida,
alejada de estériles rodeos, de adjetivos sobrantes, en definitiva, que su
literatura humaniza el gesto diario a través del lenguaje y aligera lo que
podría ser la pesada carga de la vida a través de las acciones de los
protagonistas de estos relatos.
Relatos en los que siempre está al acecho lo imprevisible, la acción que
puede provocar el viraje de una conducta, el cambio de destino de un trayecto
que parecía ya determinado por la cotidianeidad. A partir de ese instante, de
ese ‘click’, los sucesos alcanzarán una cota imprevista que atará al lector
hasta el final del relato y permitirá a la escritora exhibir una frescura que
uno cree a priori irreal para una autora con más de ochenta años. Así es como
estas páginas se van descorriendo como pequeñas estampas en la vida de las
personas, el centro de acción de esta mujer, que basa toda su escritura en la
persona y en sus dinámicas más habituales que aparentemente estarían muy
alejadas de constituir parte de algo que se consideraría eterno como lo puede
ser una narración. Pero este es el misterio de los grandes narradores de
aquellos que son capaces de configurar una épica profunda y misteriosa donde a
los demás nos parece que solo hay un hecho banal. Todavía puede engrandecerse
más esta situación como sucede en los últimos cuatro escritos que forman parte
de este libro englobados bajo el título de ‘Finale’ y en los que la propia
autora se configura como personaje a través de otros cuatro momentos de su vida
en los que la intensidad se acrecienta y que, tras conocer sus propias
declaraciones sobre su abandono de la literatura, pueden considerarse como una
especie de testamento literario en el que la mirada a la infancia y la juventud
lo inundan todo, como un permanente rastro de un pasado al que siempre se
vuelve a beber el elixir de la juventud. Un canto de cisne al que uno se aferra
para iniciar ese viaje del descubrimiento tardío de una mujer galardonada con
un Premio que la ha puesto en el disparadero, y con este libro, al que
diferentes listados sobre los mejores libros del año 2013 incluyen entre los
diez mejores. Yo solo digo que a su término lo que queda es el regusto del
feliz hallazgo y la necesidad de retomar títulos anteriores para seguir
buceando en la obra de una mujer que ensalza el cuento como género narrativo
lleno de virtudes y por fin de reconocimientos.
Publicado en El Progreso de Lugo
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