¿CON CUÁNTOS de nuestros familiares se podría escribir una novela?
Personajes más o menos conocidos, de los que llevamos oyendo hablar durante
años y años, seres que asoman cada dos por tres en conversaciones de sobremesa
o en discusiones acaloradas entre los miembros de unas familias que siempre
tienen a alguno de estos ‘extraños’ entre sus componentes. Una especie de árbol
que a nadie le gusta mover por si lo que de él cayese no fuese de nuestro
agrado.
Muchas veces nos cuesta mirar hacia nosotros mismos y hacia ese círculo
más cercano que siempre pretendemos que sea lo más estable y cómodo posible;
eso es lo que necesitamos de una familia, pero esos ‘extraños’ son siempre una
amenaza, un peligro latente en la fractura de ese pretendido equilibrio. Vicente
Valero nos presenta a sus propios extraños convirtiéndolos en los personajes
centrales de una novela con un claro tono expiatorio. Y es, precisamente a
partir de esa condición, desde la que la novela toma vuelo y alcanza ese
sentimiento de profundidad que tan bien sienta tanto al escritor como al
lector.
Fragmentada en cuatro grandes bloques, inspirados en otros tantos
personajes diferentes, Vicente Valero teje a partir de su propia mirada las
historias, siempre fascinantes, de cada uno de esos protagonistas que emergen
de la nebulosa de los recuerdos para corporeizarse ante nosotros. Ese tejido se
sustenta en los relatos e historias oídos a lo largo de su vida, sucesos que
están a punto de perecer bajo el olvido, pero que aquí se recuperan a partir de
esos rastros que obligan a investigar para reconstruir un pasado necesario en
este presente. El autor, más conocido por su reconocida labor poética así como
por la edición de diferentes ensayos, aquí se lanza a la narrativa y no lo ha
podido hacer mejor. Preciso en el lenguaje, todas esas historias que tienen
como origen el seno de una familia en Ibiza, nos transportarán a tiempos y
geografías distintas, lo que supone un esfuerzo de ambientación e implicación
de cada una de las historias a su entorno, pero también para el lector supone
una diversificación de relatos que se agradece a la hora de la lectura del
libro.
Y es que cada una de nuestras familias son precisamente eso: historias
diferentes que se han ido acolmatando en los álbumes familiares y que, una vez
abiertos, te conducen hacia la singularidad de sus componentes, y otras
historias que se van engarzando a sus experiencias, normalmente alejadas del
núcleo familiar, aunque este permanezca siempre como asidero ante las
dificultades de una vida que aquí se hace relato, pero también experiencia y el
detonador de nuestras propias experiencias, muchas de ellas recuperadas al
mismo tiempo que nos enfrascamos en ‘Los extraños’ de Vicente Valero. Todos
ellos extraños, sí, pero nuestros queridos extraños.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 30/03/2014
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