En 1933 una revuelta en la localidad
gaditana de Casas Viejas en la que
fallecieron veinticinco personas, debido a la represión republicana, se
convirtió en uno de los hechos definitivos para la posterior dimisión del
presidente del Gobierno, Manuel Azaña.
En 2004 una sucesión de explosiones en
diferentes trenes de cercanías de Madrid
costaron la vida a 191 personas en el que es el mayor atentado terrorista
cometido en suelo europeo.
Dos sucesos en dos tiempos distintos.
Dos momentos de la historia de España
que ahora retoman su presencia entre nosotros gracias a la literatura o, de
manera más precisa, al periodismo, al periodismo escrito con letras de plomo.
Unas letras que evidencian la sinrazón del ser humano y la deriva que las
diferentes circunstancias de la vida propician para llevar a ciertas personas a
participar, con mayor o menor conocimiento de lo que hacían, en acontecimientos
que comportan la pérdida de vidas humanas. Esas letras de plomo traspasan las
propias páginas de ambos libros para denotar la gravedad de esos sucesos y
evidencian cómo las palabras están dotadas de la efectividad necesaria para
hacernos llegar el cómo, el dónde, el cuándo y el porqué. En definitiva, las
eternas preguntas a las que todo periodista debe atender para honrar a su
oficio.
‘Viaje
a la aldea del crimen’ es la reedición que, de uno de esos libros,
increíblemente orillados por la historia, ha hecho la editorial Libros del Asteroide. Editorial siempre
dotada de un finísimo olfato para la edición de textos desconocidos para
muchos, pero que, una vez leídos, se convierten ya en imprescindibles. Su
autor, Ramón J. Sender, más conocido
por sus novelas, nos deja aquí un impresionante relato periodístico realizado a
través de varias crónicas enviadas desde el lugar de los hechos para ser
publicadas en el diario La libertad
y, posteriormente, tras recabar la información recopilada por la comisión
parlamentaria y el juicio al capitán Rojas,
publicar en 1934 el libro que ya presentaba ese mismo título.
‘Nos
vemos en esta vida o en la otra’, es otra delicia periodística, editada por
Planeta, y firmada por Manuel Jabois. ¡Qué les voy a contar yo
de Manuel Jabois que no les haya contado ya en otras vidas, en otros hilos!
Periodista enjaulado en esta casa y que ahora, con el horizonte infinito se
mueve libre como el león en la sabana en diferentes direcciones. Televisión,
radio, presentaciones literarias, columnas, reportajes. Pocos han sacudido el
periodismo de opinión en los últimos tiempos como lo ha hecho Manuel Jabois,
desde El Mundo primero, y ahora
desde El País y la Cadena Ser. Pero aquí estamos ante otra
de esas direcciones en la que la opinión se destierra, la literatura también, y
es cuando surge el periodismo puro, sin artificios, ajeno a piruetas
literarias. El simple placer de contar unos hechos, de aproximárselos al
lector, y para ello elige los actos cometidos por uno de esos personajes
tangenciales en los que nadie suele poner la mirada, siempre pendientes, como
lo están muchos, de los nombres más espectaculares, las distracciones
interesadas y los fuegos de lucería. La historia de Gabriel, el primer condenado por los atentados del 11-M y el único
menor implicado, es una historia pegada a la piel morena de un joven
aparentemente normal, atrapado por unas compañías que le llevaron a formar
parte del transporte de explosivos a Madrid desde Asturias. Desde esa óptica Manuel Jabois relata, con la calculada
distancia de la palabra, la historia que el propio protagonista le cuenta
durante una entrevista. A sangre fría, el discurrir del libro te lleva a
comprender cómo una vez que te dejas arrastrar por cierta corriente es
complicado salir de ella y ya sólo queda intentar no irse al fondo, no
naufragar por completo, cuando ya todo son vías de agua.
Al leer la crónica de Casas Viejas,
escrita más de ochenta años antes que el texto de Manuel Jabois, sorprende cómo
el lenguaje empleado por Ramón J. Sender es igualmente sintético, de una fría
destreza narrativa que permite aproximarse a todo lo que desembocó en aquella matanza.
El territorio andaluz, la situación política, la miseria de un pueblo... Les
aseguro que tiene algo mágico leer ambos libros al mismo tiempo o, por lo
menos, seguidos entre sí. Como si el periodismo no hubiese pasado de moda y el
ancestral rito de contar lo que sucede en la comunidad perviviese desde la
humildad narrativa para no distraernos, para acercarnos una noticia que no es
solo una, sino muchas. La virtud de ambos textos y de sus autores es la de
visualizar ante el lector ese complejo encasillado de plomo y dolor e intentar
vertebrar las causas de algo que nunca responde a una única razón.
Ramón J. Sender y Manuel Jabois nos
presentan la prueba evidente de la necesidad del periodismo en cada momento de
nuestra historia, como un asidero al que sujetarnos cuando las dudas se
convierten en una sombra permanente sobre los hechos. El peso de las palabras
disipa las nieblas y a nosotros nos hace más libres, más humanos.
Publicado en Diario de Pontevedra. 7/05/2016
Fotografía. Rafa Fariña
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