75 años después
de su estreno, y en medio de un permanente debate sobre el humor y
sus límites a la hora de radiografiar a la sociedad. 'Ser o no ser'
de Ernst Lubitsch mantiene intacta su frescura y es un ejemplo de la
imparable fuerza de la risa para desarmar al ser humano.
EN MARZO DE 1942 se
estrenaba en los cines de Estados Unidos 'Ser o no ser'. Desde
1933 el nazismo gobernaba Alemania. Nacido en Berlín, con treinta
años, en 1922, Ernst Lubitsch es un judío que llega a Hollywood
para continuar una prometedora carrera en el mundo del cine. En 1939
se declara la Segunda Guerra Mundial. Pues con todos estos paréntesis
que encierran tantas cuestiones nos encontramos con el estreno de una
película en la que cual todo está en su interior. Un director con
los medios necesarios para desarrollar un inmenso talento, una
ideología que condenó al mundo a años de desolación y barbarie y
un conflicto militar que condicionó la vida de millones de seres
humanos. Pero Hollywood tenía que seguir produciendo sueños,
historias con las que entretener a una sociedad que en ese año 1942
entraba formalmente en guerra. Una de esas historias, quizás una de
las más brillantes y comprometidas, es la realizada por uno de esos
nombres irrepetibles de la historia del cine. El autor de películas
tan maravillosas como 'La octava mujer de
Barbazul', 'Ninotchka' o 'El bazar de las sorpresas', todas
ellas pertenecientes a la gloriosa estirpe de las comedias
sofisticadas en las que el humor es un inteligente ingrediente que
transforma nuestras percepciones sobre las relaciones entre los seres
humanos, se adentraba con Ser o no ser en un territorio
escabroso, como lo era el del nazismo y, sobremanera, en un momento
de extrema tensión, desactivado permanentemente con su
característico "toque Lubitsch".
Una parodia teatral
sobre Hitler titulada ‘Gestapo’ no parece una buena idea
para representar por una compañía polaca en agosto de 1939. Un mes
después el ejército de Hitler invade Polonia y los actores de esa
compañía de teatro deberán llevar sus papeles fuera del escenario
para salvar sus vidas. El teatro baja de las tablas, o la vida sube a
ellas. Lubitsch, con otro de sus juegos endiablados, vincula ambas
representaciones girando permanentemente alrededor de dos cuestiones.
Su admiración por Shakespeare y la importancia de la risa. "No
debe burlarse de la risa", dice uno de los actores en un momento
determinado. Y es que la risa lo es todo, quizás lo que más
nervioso pone al poder, por aquello que tiene de desafío, de falta
de sumisión ante el que lo ejerce, algo que ya desde la 'Poética' de
Aristóteles, texto fundacional de la comedia en el mundo del arte,
ha puesto nerviosa a mucha gente.
Los dobles sentidos de los diálogos, los giros sexuales que se ocultan bajo muchos de ellos o un guion ajustado con una precisión extrema provocan la continua crítica del director a la disciplina militar sobre la razón y todo ello a través de recursos como la imitación o la repetición, la burla constante a la maquinaria de poder, a los recursos de los mandos para funcionar en tiempos de guerra. Y frente a esa representación la otra, la del mundo de los actores, a los que el propio Lubitsch disecciona a través de su sátira sobre la vanidad que suele ser habitual en ellos.
Los dobles sentidos de los diálogos, los giros sexuales que se ocultan bajo muchos de ellos o un guion ajustado con una precisión extrema provocan la continua crítica del director a la disciplina militar sobre la razón y todo ello a través de recursos como la imitación o la repetición, la burla constante a la maquinaria de poder, a los recursos de los mandos para funcionar en tiempos de guerra. Y frente a esa representación la otra, la del mundo de los actores, a los que el propio Lubitsch disecciona a través de su sátira sobre la vanidad que suele ser habitual en ellos.
Setenta y cinco años
después de su estreno 'Ser o no ser' continúa siendo toda
una lección, ya no solo cinematográfica (guión, actores,
dirección, puesta en escena, ritmo) sino que lo es por el empleo del
humor en un contexto determinado. Reírse del nazismo, reírse del
mismísimo Hitler, convertir el horror en risa es el gran mérito de
una película que no pierde un ápice de corrosión a su alrededor y,
hoy en día, con este país alarmado por sentencias judiciales
relacionadas con el empleo del humor en las redes sociales o las
dirigidas a representantes políticos, no deja de ser el ejemplo
perfecto para legitimar la risa como arma, mostrando cómo nos
podemos reír de todo, pero que esto depende de cómo se haga, y eso
significa poner mucho por parte de quien lo hace.
Ser o no ser se
estrenó en España en 1970, el mejor síntoma de lo incómoda que
podía ser esa película durante el franquismo, también de que sus cargas de
profundidad permanecían todavía activadas y que asomarse a esa
representación era entender que la risa lo puede todo.
Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda. Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo. 16/04/2017
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