Los premios que
designan a los mejores en el planeta del fútbol coronan a la
americana Megan Rapinoe como una gran estrella
SUBIÓ Megan Rapinoe al
escenario de la impresionante Scala de Milán para recoger el premio
a la mejor futbolista del mundo en la estelar gala The Best. Fue la
última en hacerlo, cerrando esa fiesta, como corresponde al gran
premio de la noche que hasta el lunes siempre fue un hombre el que la
cerraba y que por fin posiciona a la mujer, y al fútbol femenino en
una situación de igualdad con el fútbol masculino. Pero no
olvidemos que estábamos en un teatro, y mucho de lo que en su
interior sucede responde a un espectáculo, es por ello que las
palabras de agradecimiento del premio por parte de la deportista
norteamericana nos situaron en la realidad de este juego, al hablar
de las abismales diferencias salariales entre hombres y mujeres, del
menosprecio por parte de muchos aficionados al fútbol, de las
numerosas afrentas racistas e incluso de situaciones de una
inexplicable intolerancia, como el impedir el acceso a las mujeres en
Irán a presenciar partidos masculinos, lo que incluso llegó a
provocar la inmolación de una aficionada al negársele ese paso.
Megan Rapinoe habló
maravillosamente bien, articulando un discurso poderoso e
inteligente, capaz de llegar al público presente-las grandes
estrellas de este deporte- pero también a los millones de personas
que seguían la gala por televisión. Gente de todo tipo, desde las
mujeres del primer mundo que disponen de posibilidades para practicar
este deporte, hasta las mujeres de países pobres, con infinitos
inconvenientes para disfrutar de su pasión. Unas palabras que
dejaban en paños menores los balbuceos de Messi que no pasaban de
transmitir la felicidad de compartir ese momento (bastante
surrealista, por cierto, ya que el mejor jugador del mundo recibía
por primera vez el premio The best) con sus hijos. La jugadora,
campeona del mundo con Estados Unidos, asumió ese papel que a la
prensa le encanta de mujer contestataria, de rebelde capaz de sacarle
los colores, si es que eso es posible, al mismísimo presidente
Trump, y se mostró orgullosa de sí misma y de las posibilidades del
fútbol femenino como activación de sensibilidades y compromisos en
una sociedad que cada vez se abre más a este fútbol.
Muy elegante y, porque
no decirlo, bellísima, Megan Rapinoe se erigió en la gran
protagonista de la noche. Libre de complejos y mostrándose con una
espontaneidad que no acostumbra a asomar en este tipo de territorios
tan masculinizados y donde tanto, tanto, se echaba de menos la
presencia de la mujer. Al comienzo de su discurso dio la bienvenida a
aquellos que se están sumando a la fiesta del fútbol femenino, tras
un Mundial, el recientemente celebrado en Francia, espectacular, y
que está asistiendo en diferentes latitudes, como lo puede ser
España con la Liga Iberdrola, a una potenciación de equipos y de
las diferentes competiciones que cada vez lo hacen mucho más
atractivo para el espectador.
Figuras como Megan
Rapinoe son clave en este desarrollo. Su poder mediático es la cima
de un sistema que debe trabajar desde la base para favorecer que más
y más mujeres conviertan el deporte en un medio más de igualdad con
el hombre y hagan de esta sociedad un entorno mucho más justo.
Publicado en Diario de Pontevedra 25/09/2019.
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