Enero y los falsos magos de Oriente, febrero y las segundas rebajas,
marzo y unos carnavales tardíos, abril y el rumbo imprevisible de las fortunas,
mayo y el frustrado examen de química de un lector de tebeos, junio y una noche
de San Juan, julio y un crucero por el Báltico, agosto y el amor en un cine de
verano, septiembre y una experiencia militar, octubre y los malos presagios,
noviembre y una anciana función del Tenorio, diciembre y una cena de empresa.
Doce historias que nos comprometen con el ser humano para componer una
diversidad de prismas con infinidad de caras en las cuales nos podemos ver
reflejados. Muchas de ellas perfectamente podrían contar con nosotros como
protagonistas, lo que evidencia una de las grandes virtudes del libro, como es
la proximidad de las acciones con la realidad, con el día a día del ser humano.
Poeta, articulista, novelista o escritor de relatos breves la figura
poliédrica de Felipe Benítez Reyes se desparrama a través de cada una de sus
obras, en este caso a través del mundo del relato, historias breves que buscan
concentrar esfuerzos de cara a conseguir el interés del lector, y que éste se
engulla esos relatos antes de dejar el libro, cuestión, por otra parte bastante
complicada de cumplirse, ya que la prosa brillante del autor impide caer en ese
abandono precipitado. Hablamos de una escritura sin pretenciosidades, buscando
el juego con el lector, la sorpresa, y en ocasiones también logrando la sonrisa
al subvertir ciertas posiciones. ‘Cada cual y lo extraño’ se configura de esta
manera como un itinerario por diferentes vidas, que podrían ser una misma, ya
que hay relatos alusivos a diversas edades, estampas de una vida que avanza por
las diferentes estaciones cronológicas de una persona y que nos conducen a
hablar de las diferentes relaciones que tenemos con nuestros semejantes.
Protagonistas anónimos de una vida que la literatura convierte en pequeños
héroes cotidianos dentro de unas historias en las que, a medida que los años
empiezan a mediar en ellos aparecen teñidas de nostalgia y hasta recuerdos de
aquello que fuimos. Trasteros de la memoria que el escritor orea para su propia
redención y de paso la nuestra. Los Reyes Magos, la adolescencia, las amistades
infantiles, los amores y hasta los matrimonios, son circunstancias a través de
las cuales el escritor configura un maravilloso itinerario que deseas recorrer
para seguir conociendo cada una de esas estampas más o menos prolongadas en las
que se encierra una carga de realidad que es la que nos enamora y con la que
rápidamente se conecta.
Comenta Benjamín Prado, amigo del propio autor e integrante de ese vívido
clan de Rota, a cuyos miembros el autor finaliza dedicando estos relatos, que
“en verano el pelo corto y la novela larga”. Felipe Benítez Reyes le da la
vuelta a la frase y a buen seguro estará con la melena protegida por su
sombrero Panamá del viento de Levante al tiempo que deposita en nuestras
venturosas manos estos doce relatos, breves e intensos, a excepción de la
excepcional ‘nouvelle’ que parte el año, el libro y hasta el alma de
protagonistas y lectores en dos mitades a través de un crucero devastador,
repleto de momentos cumbre, muchos de los cuales también hemos sentido
recorriendo esos otros relatos que flanquean a éste.
En todos ellos se evidencian las virtudes del autor gaditano, su cuidado
en la prosa, su fino hilo con el humor, la fisicidad de una realidad que se
mete en esas páginas para configurar unos textos que rezuman realidad y verdad.
Una lectura, si les apetece, para el verano, pero les advierto que si leen el
primero de ellos los demás se sucederán en una gozosa cascada literaria.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 14/07/2013 y El Progreso de Lugo
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