Con las letras francesas en pleno estado de júbilo por la concesión del
premio Nobel a un extraordinario escritor, Patrick Modiano, otros autores,
compatriotas suyo, echan cuentas de hasta cuando no podrán ellos acceder al
olimpo de las letras suecas en base a esa calculada diversidad idiomática que
se encuentra tras la concesión de estos galardones. Así es como autores tan
importantes como Emmanuele Carrere o Jean Echenoz, con trayectorias más que
merecedoras de dicho premio, ven como estes días como sus opciones se espesan
en el tiempo.
Como se espesa la niebla a las orillas del Loira para envolver la patria
de los protagonistas de la última obra del segundo de ellos. Jean Echenoz nos
conduce a esa celebración centenaria que tiene lugar este año en recuerdo de la I Guerra Mundial, aquella
guerra de 1914 en la que el mundo abrió los ojos a la barbarie conociendo una
cruenta lucha que llenó Europa de horror y sobre todo de desesperanza. En ‘14’
Jean Echenoz crea otro paisaje de la desesperanza que convive, pero también se
aleja, de los grandes escenarios bélicos. Éste mucho más íntimo, el compuesto
por unos seres humanos envueltos en esa guerra de trincheras y mecánicas
destructivas. Una intimidad que volverá su mirada a su hogar de origen, a ese
mundo huérfano de sus hombres, en el que, sin embargo, la vida continuaba
pendiente del exterior por el trágico hilo que unía a sus habitantes con los
jóvenes enviados al frente.
La novela presenta a esa juventud cercenada en sus sueños e ilusiones por
todo lo que supone una guerra que el autor lleva más que nunca a la piel y los
sentimientos de los personajes. ¿Para qué detenerse en la descripción de
batallas y escenarios que ya otros hicieron de manera inmejorable? Jean Echenoz
busca al ser humano y su mirada trágica del destino. Los ojos de los cinco
muchachos de una misma región enviados al frente, en especial los del
protagonista Anthime, nos sirven para ver a nuestra altura todo aquel escenario
del horror. Su fuerza es tal que no hace falta hablar de bombas para saber que
la muerte ronda alrededor de cada uno de los soldados que responden como
personas, no como héroes, a ese fatal paisaje.
Un destino, individual pero también generacional, a partir del cual el
autor acomete un excelente relato que sorprende por esa capacidad para
pellizcar la piel del lector ante un tema que podía parecernos alejado de
aquello que pudiese convertirse en una emoción. Jean Echenoz vuelve a
maravillarnos con su precisión, con su estilo limpio y sin distracciones, como
ya hiciera en ‘Correr’, o ‘Me voy’, partes de una trayectoria que ojalá no
tenga que esperar demasiado para formar parte del listado de premiados con el
Nobel.
Publicado en El Progreso de Lugo y Diario de Pontevedra 12/10/2014
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