UN LIBRO PÓSTUMO suele ser sinónimo de un libro dirigido a aprovecharse
de lo escrito anteriormente por su autor. Una editorial ávida de ventas, y unos
herederos deseosos de hacer caja. Pero esto no siempre es así, y hay honrosas
excepciones, como se entiende al tomar en las manos este libro póstumo de
Antonio Tabucchi.
Y es que enseguida se empieza a reconocer al gran Tabucchi, al de aquel
‘Réquiem’ fascinante entre la consciencia y la inconsciencia, entre el viaje y
el sueño, en la búsqueda de la construcción de un itinerario absorbente en una
de sus inolvidables Lisboas. Ahora se vuelve a otro de esos trayectos que
parte, como no, de Lisboa, la ciudad de la que es más difícil despedirse pese a
que está pensada para el adiós. Grande en su frontal Atlántico, honda en su
historia de navegaciones, su cielo se abre como una postal en la que escribir
cuanto se la ama.
El autor elabora así un viaje que parte de la capital portuguesa y se
despliega por varios lugares del mundo en busca de una mujer. Una mujer a la
que se llega a través de varios círculos, al cruzar toda una serie de
geografías en un itinerario que no entiende de norte y sur, de puntos
cardinales al uso, sino que se despliega por una suerte de mandala en el que
esos puntos se despliegan de otra manera, a lo largo de un círculo que se
expande y tiende a un infinito planteado ya por muchas filosofías hindúes.
Antonio Tabucchi nos sumerge así en un viaje entre culturas, entre
oriente y occidente, entre personas de un lado y de otro, para conformar ese
itinerario que poco a poco se va convirtiendo en un itinerario interior. Una
búsqueda a través de un laberinto en el que no pocas veces uno se siente
perdido y donde parece que no se avanza. Memoria y olvido emergen también de
las profundidades abisales del ser humano para balizar ese itinerario, para
plantear los requiebros en los que encontrar a toda una serie de personajes
inolvidables, que van desde un camarero en Lisboa hasta un fantasma en Macao, y
confeccionar así una guía de gran parte de las preocupaciones literarias del autor
italiano que aquí vuelven a aflorar pese a no estar ya con nosotros. Temas que,
como tras un naufragio, acaban siendo vomitados por el mar como parte de un
equipaje imprescindible para entender al autor, pero también para que los demás
podamos continuar nuestro propio camino por la vida.
Antonio Tabucchi crea aquí su propio mandala, esa figura geométrica que
nos va haciendo pasar capítulo tras capítulo por cada una de esas
circunferencias en busca de un centro. De un referente que surge del pasado,
entre un adiós y un hola, entre lo que existe y lo que no, entre un universo y
otro, para así poder fijar nuestra presencia en este cosmos que conocemos, o
que somos tan soberbios que afirmamos conocer, cuando tan poco sabemos de él.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 25/01/2015
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