De nadie he leído tantas páginas y
de nadie me quedan tantas páginas por leer. Los libros de Mario
Vargas Llosa colonizan
varios de los estantes de mi librería, incluso algunos repetidos en
diferentes ediciones, unos por mi casa, otros en la de mis padres y
algunos están frente a mí en el periódico. Y es que la literatura
del peruano es como una gran hiedra que cruza dos siglos, colonizando
estanterías y uniendo dos continentes, como hicieron tantos otros
novelistas. Como García
Márquez, como Onetti,
como Cortázar,
mis preferidos, pero también como tantos otros y como ahora hacen
varios nombres que actualizan aquel boom latinoamericano
prolongándolo en este siglo XXI, como Héctor
Abad Faciolince, Santiago
Roncagliolo, Rodrigo
Fresán o Juan
Gabriel Vásquez, también
mujeres como Laura
Restrepo o Leila
Guerriero, por citar dos
generaciones que se rebelan contra un emporio excesivamente
masculinizado, en el que la novela parecía ser exclusiva de los
hombres y a la mujer se la orillaba en la poesía.
Pero tras la muerte de Gabo quien
reina en ese parnaso trasatlántico es Mario Vargas Llosa, y a sus
años, a punto de cumplir 80, cada libro debe ser acogido como una
celebración. Y algo así es lo que sucede, una tirada masiva,
decenas de entrevistas, reediciones de sus obras anteriores,
librerías que centran en él todo un escaparate, ¡pero si hasta los
telediarios hablan de libros! ¡A lo loco! Como es lógico no
todos sus libros son cumbre, no todos pueden llegar a las excelencias
inalcanzables de ‘La
ciudad y los perros’,
‘Conversaciones en la
catedral’ o ‘La
fiesta del Chivo’, por
dejarlo en tres, pero el peor de sus libros es un libro magnífico.
El último, recién presentado esta semana, lleva por título ‘Cinco
esquinas’. De nuevo
Perú,
y ahora con la política de los años noventa, Fujimori,
y su propia experiencia como candidato a la presidencia y la prensa
carcomida de aquel país. Perú, política y periodismo. Con esos
tres ingredientes muy mal se tienen que poner las cosas para que
Mario Vargas Llosa no nos ofrezca una novela, sino a la altura de las
citadas, por lo menos lo suficientemente cerca como para seguir
rindiéndole admiración.
Los primeros comentarios parecen
aplaudirla, sorprendiendo el vigor narrativo, la ilusión permanente
por la escritura, por contar historias de una manera que parece
extremadamente sencilla, pero que no lo es. Todavía sin un ejemplar
entro en la web de la editorial Alfaguara
para echarle un vistazo a la primera página y no dejo de leer hasta
que unos puntos suspensivos me impiden continuar y anuncian que es
hora de pasar por caja. De nuevo fascinado, se contiene más
literatura en ese arranque con una gran carga sexual que la que
alcanzan muchos escritores calientapalabras. Dos mujeres en una gran
cama nos sitúan, de manera increíble, ante una situación política
especial, ante un toque de queda, ante el temor a salir a la calle,
ante la necesidad del otro, el exorcismo del miedo y el deseo
sometido a la penumbra. Imposible más en menos. En la entrega de los
premios Biblioteca Breve
de Novela, uno de los
miembros del jurado, Pere
Gimferrer, defendía que
en la primera página de un libro debía contenerse ya todo lo que es
un autor. Aquí lo tienen.
Para Mario Vargas Llosa, como para
tantos autores latinoamericanos el periodismo es vital. Muchos de
ellos se forjaron en el papel de periódico, sin ir más lejos el
propio García Márquez, y prácticamente todos los nombres con que
se inicia este artículo son opinadores permanentes en prensa, tanto
de allá como de acá, borrando cualquier tipo de frontera, si es que
la hubiera entre periodismo y literatura. Y si no ahí tienen a la
perspicaz y lúcida editorial Círculo
de Tiza publicando a
periodistas escritores o escritores periodistas. En la novela su
autor concede un papel central a la prensa, pero a la prensa
entendida como una degradación de si misma, de sus fines necesarios
para la democracia, para el desarrollo común. Quizás, junto con la
cultura, el periodismo está pasando sus peores momentos, en una
sociedad displicente con sus valores, con la importancia en la
defensa de su libertad narcotizada por oscuros intereses y, sobre
todo, con donde pone el foco. Cuando un periódico se equivoca en
donde pone ese foco arrastra con él a la sociedad a la que
representa. Mario Vargas Llosa sufrió a esa prensa en Perú cuando
rivalizó con Fujimori por la presidencia del país y ahora su nueva
relación sentimental le ha hecho de nuevo poner las orejas en punta
ante lo que se mueve a su alrededor, ante los coros canallas que nos
confunden y amarillean un tiempo que fía todo al espectáculo por
encima de la civilización.
Ahora es su turno, elijan entre el
Hola
o ‘Cinco esquinas’. De lo primero poco sé, de lo segundo, seguro
que no les defraudará. Como dice el maestro Juan
Cruz: «Las librerías
están abiertas».
Publicado en Diario de Pontevedra 5/03/2016
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