▶ «Ella, como todos sus colegas, ha
citado a enfermos para el día siguiente. Como todos sus colegas, confía en que
el juez dicte mañana medidas cautelares que paralicen el cierre»
[‘Los besos en el pan’.
Almudena Grandes]
Le tomo prestado el título de su último
libro a Almudena Grandes para
también titular así este artículo que ya estaba pensado para ser publicado hace
unas semanas, para cuando este país debía haber conformado un Gobierno que nos
hiciese pensar en un nuevo tiempo o en la continuidad de aquello en lo que nos
hemos estado moviendo en los últimos años. Hoy nos vemos, como los hámsters
dentro su rueda, atrapados en un devenir sinfín, girando sobre nosotros mismos
y sobre un país aturdido por sus propios ‘líderes’. La incapacidad para formar
un gobierno nos ha puesto de bruces ante una realidad, la de la inmadurez
democrática de España, frente a unos
políticos temerosos de hacer un servicio a su país y pensando en hacérselo
únicamente a sus siglas.
Así es como nos vemos dentro de otra
campaña electoral, si es que en los últimos meses hemos salido de ella. Una
campaña llena de ruido y de distracciones mediáticas que si algo no deben
conseguir es hacernos perder la perspectiva de lo pasado en la anterior
legislatura, la de verdad, no la del sonrojo colectivo que vivimos
recientemente. Sobre esa legislatura es a partir de la que debemos actuar, por
mucho que ahora asistamos a piruetas varias, agotadoras presencias televisivas
y ‘revivals’ de la campaña anterior. Nuestros políticos no se han movido ni un
milímetro de su espectro anterior y solo la abducción de Alberto Garzón por el peso de la púrpura de Pablo Iglesias modifica el paisaje electoral. Un movimiento ante el
que Garzón debe conducirse con pies de plomo, ya que el líder de Podemos sabemos que gusta de dejar
balizado de cadáveres su transitar desde la República Independiente de su casa
hasta la gloria celestial.
A estas alturas del artículo ustedes se
preguntarán qué es lo que tiene que ver todo esto con que yo le haya robado
vilmente a Almudena Grandes un título tan extraordinario. Algo a lo que es
imposible resistirse tras leer este libro repleto de relatos surgidos de ese
tiempo de crisis, de pérdida de valores y de acoso cruel al ser humano. Nunca
ajena a lo que sucede en su entorno, la escritora pone el ojo en esa
resistencia civil que durante estos años es la que ha mantenido en pie la
dignidad de muchos habitantes de este país frente a las dentelladas del sistema
y la complicidad más absoluta de un gobierno empeñado en refugiarse en lo
macro, mientras, lo realmente importante, como es lo micro, se iba aplastando
de una manera indignante a base de una política de recortes que, como suele ser
habitual, siega por donde se mueve el pueblo: los salarios, la sanidad, la
educación, la vivienda, la cultura... es decir, lo imprescindible para la
subsistencia. Este retrato coral nos seduce por la viveza de lo escrito, por su
inmediatez con lo que sucede en nuestro barrio, en nuestro edificio, en el piso
de enfrente, allí, donde la crisis se convertía en una marabunta que devastaba
todo a su paso. Despidos, desahucios, hambre, humillaciones, estafas
bancarias... en definitiva, desesperación, lágrimas y dolor que, como el gotero
del suero ha ido calando a caño abierto entre las vidas de gran parte de la
población, sobre todo de esa clase media, imposible ya de recuperar durante
varias generaciones. Pues todo este trazo de compromiso de Almudena Grandes,
reflejado en esa colmena vital, es el que al fin y al cabo nos debe hacer
pensar nuestro voto, el que ha marcado esa legislatura en la que todo llegó a
tener un punto de ciencia ficción y de incredulidad, realimentada al comprobar
como las diferentes opciones políticas esquivaban un compromiso firme con los
ciudadanos, despreciando sus votos, en base a unos mejores réditos en unos
nuevos comicios.
A Almudena Grandes su abuela le hacía
besar el pan como agradecimiento por poder tener alimentos en un tiempo en el
que todavía estaba muy presente el recuerdo del hambre guerracivilista. Nadie
pensaría tantas décadas después, y con lo que hemos sido tú y yo, que diría Sabina, que habría gente que volviese a
besar el pan como agradecimiento a la vida. Pues sí, esos besos de rabia se han
vuelto a producir. Ahora que nuestros candidatos llenarán de besos calles,
plazas y platós de televisión, acuérdense de esos otros besos a los que la
literatura ha concedido la inmortalidad. Un buen camino para evitar el olvido.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/06/2016
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