▶ «Las guerreras amazonas/se cortaban una
teta de un tajo,/para poder apoyar mejor/la flecha del arco"
[‘Las
Amazonas’. Poema de Gloria Fuertes en ‘El libro de Gloria Fuertes. Antología de
Poemas y vida’]
Un 8 de marzo de 1857 un grupo de
obreras textiles salió a las calles de Nueva
York para protestar por las condiciones laborales en que desarrollaba su
trabajo. A partir de ahí el camino siguió siendo pedregoso, cuanto más para
caminarlo descalzas, siempre en inferioridad de condiciones bajo décadas y
décadas de menosprecio. Ese 8 de marzo sirve cada año, desde 1910, para poner
el foco en la mujer, en su grito cada vez más atronador para entender como ha
sido esa travesía, como continúa siendo y, para que una todavía asombrosa
cantidad de hombres entienda que no son más que ellas, por muy protegidos que
lleven sus pies.
Todavía uno tiene que pensar en que
tiempo realmente está viviendo cuando oye ciertos comentarios defendiendo
diferencias entre hombres y mujeres y oír todo ello en el Parlamento Europeo donde se entiende que están los que nos
representan, aquellos que surgen de las bienaventuradas democracias. En esta
ocasión ha sido un eurodiputado polaco cuyo nombre ni puedo ni quiero
reproducir. También hay que resituarse en el tiempo cuando se asiste, en plena
calle, a exhibiciones absolutamente bochornosas que eternizan esos roles
seculares en una sociedad que lucha por superarlos, pero que me da a mí que
todavía sin pisar a fondo el acelerador, mientras asistimos a un goteo
incesante de víctimas mortales que se sitúan en el extremo de esas situaciones
que observamos entendiendo que son el germen del delirio final.
Son mujeres en su inmensa mayoría
anónimas, acodadas en sus vidas, las más de las veces atrapadas en jaulas de
las que se ven incapaces de salir. Mujeres sin futuro y en un presente de
insumisión y de miedo, de horas lacerantes en las que los minutos pesan como
una lapidación íntima, ahogándose lentamente bajo una sociedad que las ignora,
salvo cuando toca el minuto de silencio en su recuerdo.
Otras mujeres han hecho de su labor
creativa en diferentes sectores de nuestra sociedad el referente de su talento
y sus capacidades. La parte por el todo, para darse cuenta de sus valías con
independencia de edades, educaciones o sensibilidades, simplemente personas
llenas de capacidades. Les traigo cuatro que podrían ser millones, cuatro que
esta semana han coincidido por algún motivo para hacerme pensar en pasado y
presente. En algunas, como el caso de Gloria
Fuertes, el pasado se modifica en el presente, y aquella mujer limitada por
los tiempos de la Transición a una
literatura pueril, casi de rasca y pica, ahora emerge en su centenario, gracias
a la recuperación de su obra completa por la editorial Blackie Books en una edición mayúscula, como una poesía íntima y
dolorosa, que confiaba a la palabra su lesbianismo en pleno franquismo. Una
poesía de verdad, intensa y hermosa y que la historia había condenado a un simple
juego infantil de palabras graciosas ancladas a su inocente imagen.
Otro nombre del pasado, la pintora Ángeles Santos, con varias piezas
asombrosas en el Centro de Arte Reina
Sofía y a la que esta semana el segundo canal de Televisión Española dedicó ese programa realmente imprescindible
llamado Imprescindibles. Pintora
surrealista a la altura de los mejores, un don que también fue su condena,
justamente por ser mujer pintora en los años treinta. Una lucha permanente
contra el entorno, contra las miradas que la acusaban de pintar prostíbulos
cuando tan solo pintaba una tertulia de mujeres que leían, que fumaban, que se
maquillaban, que miraban directamente a los ojos. La imaginación cercenada, la
libertad pictórica domesticada por unas sombras que aún hoy se niegan a
disolverse.
Y en el hoy, Rosalía. Hasta hace 48 horas yo tampoco sabía quién era y ahora es
un erizar la piel de manera constante. Su disco, recién publicado, Los ángeles nos coloca ante una joven
de veintitrés años que canta «como una vieja» según le dijo Pepe Habichuela y escribe Guillermo Arenas en Tentaciones. A los trece años se echó a
Camarón y hasta hoy. Un flamenco de
entrañas y de uñas fantasía, de quejíos primarios instalados en una estética
urbana. Dos mundos en un cuerpo de mujer sin miedo, sin vergüenza y por
derecho.
Una última. Hoy a las doce la pueden
disfrutar estrenando el ciclo Matinés
en el Teatro Principal de Pontevedra, es actriz y cantante, Leonor Watling. Una voz de terciopelo
que ha hecho de Marlango uno de esos
paisajes musicales únicos en España
y a la que su trabajo de actriz, de rostro popular, no ha hecho perder la
cabeza con lo que realmente le gusta, con esa sensación de estar sobre un
escenario haciendo de la voz alambre con el público.
Cuatro mujeres que, repito, podrían ser
millones, pero son cuatro formas de ser mujer en un ayer y un hoy en el que
todavía continuamos en el pedregal, desde el que reivindicar a la mujer, que es
lo mismo que reivindicar nuestro fracaso como especie. Ellas, que nos dan la
existencia, y que luchan como amazonas en el día a día, tantas veces fuera de
los escenarios, del folio o del lienzo, simplemente, en la vida.
Publicado en Diario de Pontevedra 4/03/2017
Fotografía. 'La tertulia' (1929) de Ángeles Santos. Museo Centro Nacional de Arte Reina Sofía
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