sábado, 25 de maio de 2019

Balonmano. Treinta años después



BARRUFET, Marín, Masip, Jordi Fernández, Mateo Garralda, Ordóñez, Urdangarín, Barbeito, Esquer, Núñez, Galisteo, Olalla, Urdiales y Carmona fueron los componentes de la Selección Española que en 1989 consiguieron la medalla de plata en el Mundial de Balonmano Junior celebrado en Galicia. Un espectacular equipo que estaba poblado de futuras estrellas de este deporte, de medallistas mundiales y olímpicos que hicieron vibrar durante esos días a toda una ciudad, pese a su justa derrota en la final ante la URSS por 17-23.
Treinta años después Pontevedra y Vigo acogen un evento similar a aquel que quedó grabado a fuego en muchos pontevedreses, en los aficionados a un deporte que corre por las venas de numerosos vecinos de la ciudad del Lérez que, desde muy pequeños, se vinculan a clubes como el Teucro o el Cisne. Un amor incondicional a este deporte que se verá menospreciado al decidirse, desde la organización, que la final no se dispute en Pontevedra, lo que significa un enorme error. Por historia, por tradición, por clubes, por ser la ciudad en la que durante esta temporada, y en las últimas, se ha disputado la Liga Asobal, el que la final se celebre en Vigo es un sinsentido absoluto que responde más a la búsqueda de una imagen que al respeto que se merece este deporte y el aficionado. Y se verá cuando llegue esa final, y cuando esté o no esté España las gradas presenten una entrada muy inferior a como sucedería de celebrarse en Pontevedra, donde el interés por este deporte va mucho más allá de que sea el equipo nacional el que llegue hasta la última estación. Aquel campeonato celebrado en septiembre de 1989 tuvo distintas sedes, pero la lógica imponía a Pontevedra como sede para la final, y base de la Selección, tanto por la historia del balonmano en la ciudad como por el hecho de ser la capital de la provincia reina de este deporte. ¿Alguien se imagina una final de un mundial de fútbol que no se dispute en la capital del país organizador? Pues aquí somos así y así nos lucirá el pelo.
El recuerdo de aquel torneo está todavía vigente en muchos de los que amamos a este deporte más allá de ser un entretenimiento o una diversión, al formar parte de la propia vida y de la educación casi sentimental, si se me permite la pedantería. Será muy difícil que se repita el nivel del balonmano de aquel campeonato. Primero, por cómo ha cambiado este deporte, con una mayor tendencia a la potencia y al factor físico, por encima de cuestiones técnicas individuales y tácticas colectivas; y segundo, por la coincidencia estelar en aquel campeonato de jugadores españoles así como de extranjeros como Dujshebaev, Jackson Richardson, Wenta, Stoecklin, Skrbic o Svensson, con unas capacidades individuales imposibles de reconocer en los jugadores de hoy. Ambiente y jugadores, convirtieron aquella cita en unas semanas muy especiales en las que el balonmano renovaba su amor por esta Pontevedra siempre deseosa de gozar de este deporte.
A una hora de disputarse la final, de un Mundial, Junior, ¡ojo!, estaban todas las entradas vendidas, hubo reventa y la entrada de asistentes es todavía hoy imposible de enumerar por la cantidad de personas que entraron en el pabellón pontevedrés. Mientras, en la pista, la selección española asistía a un deslumbramiento, el provocado por un jugador desconocido de ojos rasgados sentado en el banquillo durante todo el campeonato que se presentó en sociedad en Pontevedra. Su nombre, Talant Dujshebaev, anotó 12 goles en esa final y el balonmano ya nunca volvió a ser igual.



Publicado en Diario de Pontevedra 24/05/2019
Fotografía. Selección Junior de España en 1989 (Rafa)

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