BARRUFET,
Marín, Masip, Jordi Fernández, Mateo Garralda, Ordóñez, Urdangarín, Barbeito,
Esquer, Núñez, Galisteo, Olalla, Urdiales y Carmona fueron los componentes de
la Selección Española que en 1989 consiguieron la medalla de plata en el
Mundial de Balonmano Junior celebrado en Galicia. Un espectacular equipo que
estaba poblado de futuras estrellas de este deporte, de medallistas mundiales y
olímpicos que hicieron vibrar durante esos días a toda una ciudad, pese a su
justa derrota en la final ante la URSS por 17-23.
Treinta
años después Pontevedra y Vigo acogen un evento similar a aquel que quedó
grabado a fuego en muchos pontevedreses, en los aficionados a un deporte que
corre por las venas de numerosos vecinos de la ciudad del Lérez que, desde muy
pequeños, se vinculan a clubes como el Teucro o el Cisne. Un amor incondicional
a este deporte que se verá menospreciado al decidirse, desde la organización,
que la final no se dispute en Pontevedra, lo que significa un enorme error. Por
historia, por tradición, por clubes, por ser la ciudad en la que durante esta
temporada, y en las últimas, se ha disputado la Liga Asobal, el que la final se
celebre en Vigo es un sinsentido absoluto que responde más a la búsqueda de una
imagen que al respeto que se merece este deporte y el aficionado. Y se verá
cuando llegue esa final, y cuando esté o no esté España las gradas presenten
una entrada muy inferior a como sucedería de celebrarse en Pontevedra, donde el
interés por este deporte va mucho más allá de que sea el equipo nacional el que
llegue hasta la última estación. Aquel campeonato celebrado en septiembre de
1989 tuvo distintas sedes, pero la lógica imponía a Pontevedra como sede para
la final, y base de la Selección, tanto por la historia del balonmano en la
ciudad como por el hecho de ser la capital de la provincia reina de este
deporte. ¿Alguien se imagina una final de un mundial de fútbol que no se
dispute en la capital del país organizador? Pues aquí somos así y así nos
lucirá el pelo.
El
recuerdo de aquel torneo está todavía vigente en muchos de los que amamos a
este deporte más allá de ser un entretenimiento o una diversión, al formar
parte de la propia vida y de la educación casi sentimental, si se me permite la
pedantería. Será muy difícil que se repita el nivel del balonmano de aquel
campeonato. Primero, por cómo ha cambiado este deporte, con una mayor tendencia
a la potencia y al factor físico, por encima de cuestiones técnicas
individuales y tácticas colectivas; y segundo, por la coincidencia estelar en
aquel campeonato de jugadores españoles así como de extranjeros como
Dujshebaev, Jackson Richardson, Wenta, Stoecklin, Skrbic o Svensson, con unas
capacidades individuales imposibles de reconocer en los jugadores de hoy.
Ambiente y jugadores, convirtieron aquella cita en unas semanas muy especiales
en las que el balonmano renovaba su amor por esta Pontevedra siempre deseosa de
gozar de este deporte.
A
una hora de disputarse la final, de un Mundial, Junior, ¡ojo!, estaban todas
las entradas vendidas, hubo reventa y la entrada de asistentes es todavía hoy
imposible de enumerar por la cantidad de personas que entraron en el pabellón
pontevedrés. Mientras, en la pista, la selección española asistía a un
deslumbramiento, el provocado por un jugador desconocido de ojos rasgados
sentado en el banquillo durante todo el campeonato que se presentó en sociedad
en Pontevedra. Su nombre, Talant Dujshebaev, anotó 12 goles en esa final y el
balonmano ya nunca volvió a ser igual.
Publicado en Diario de Pontevedra 24/05/2019
Fotografía. Selección Junior de España en 1989 (Rafa)
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