domingo, 28 de xuño de 2020

Fusión natural


[Ramonismo 30]
'A lo lejos’, de Hernán Díaz, es un audaz relato de un hombre cobijado en la naturaleza frente a la sinrazón humana



HERNÁN DÍAZ nació en Buenos Aires, creció en Estocolmo y, en la actualidad trabaja en la norteamericana Universidad de Columbia. Un trashumante que, evidentemente, en su primera novela debía convertir su relato en un texto en el que caminar, recorrer geografías y entender nuevos territorios, se muestra como el punto de ignición de este relato aclamado con numerosos reconocimientos, así como con el respaldo de la crítica. ‘A lo lejos’ es el título de esta novela que a España llega de la mano de la editorial Impedimenta, siempre atenta a esas otras geografías literarias que asoman por el mundo y que de manera tan ejemplar se editan por este sello para poner en nuestras manos libros muy especiales, tanto por el continente como por el contenido. 
Con ‘A lo lejos’ Hernán Díaz nos sitúa en uno de esos miradores privilegiados de la literatura, la de acompañar a su protagonista en una serie de situaciones que no dejan de revelarnos, y posicionarnos, ante infinidad de preguntas sobre el ser humano y su relación con otros seres pero, en este caso, sobre todo con su entorno. Pocas novelas se han detenido de manera tan intensa en la evocación del hombre como parte de un ecosistema natural que aquí, por su propia configuración histórica, emerge como el gran personaje de la novela. Una naturaleza rebelde y compleja, una naturaleza que nos envuelve, como una gran madre, y en la que poder encontrar todo lo que necesitemos, aunque no siempre sea fácil nuestra relación con ella.
Hernán Díaz inicia ‘A lo lejos’ en un pueblecito de Suecia del que parten dos hermanos cara un país en construcción, unos Estados Unidos convertidos en la esperanza global de un futuro mejor colmado de oportunidades. Un sueño que no siempre se alcanza, en el que intervienen numerosos factores para su logro o para su fracaso. Separados durante el trayecto el protagonista de la novela, Hakan, en vez de dirigirse a Nueva York, como su hermano, llega a la costa oeste, a California, no dudando en ningún momento de esta parte inicial de la novela en recorrer todo ese inmenso país para propiciar el reencuentro. Se origina así una road-movie veteada por elementos de un western salvaje, no tan imbuido de los códigos clásicos del cinematográfico western hollywoodiense, sino que esa travesía se tiñe de un verismo de caminos polvorientos, pioneros al encuentro de su parnaso y de una civilización incapaz de situar sus cimientos de manera firme en esa naturaleza que todavía es capaz de imponer sus condiciones al ser humano.
Se citan, por apuntar referentes claros a la hora de facetar el relato de Hernán Díaz, de la literatura de Cormac McCarthy, también de ese monumento televisivo como es la serie ‘Deadwood’, y es cierto que hay tinturas de ambos universos, pero los anclajes de Hernán Díaz van más allá, hay mucho de la ‘Odisea’ de Homero, de superar decenas de pruebas para el reencuentro familiar del héroe; incluso del fordiano Ethan Edwards de ‘Centauros del Desierto’, despojado de la capacidad de vivir en sociedad y expulsado constantemente del colectivo para situarse como un individuo alejado del porche familiar. También germina, a lo largo de estas venturosas páginas en las que el lector se adentra en un conmovedor combate entre el hombre y la naturaleza, aquella semilla trascendentalista de la relación de ese ser humano con la naturaleza que grandes autores del siglo XIX norteamericano desplegaron para medirnos como especie: Thoureau, Melville o Ralph Waldo Emerson, quien en su ensayo ‘Naturaleza’ explica, como pocos, lo que se contiene en esa mirada del hombre hacia el infinito de un paisaje. El propio Hernán Díaz escribe «Nadie regresaba de más allá del horizonte», y así es como su protagonista se verá imposibilitado para la vida comunitaria, condenado a vagar por el territorio como una suerte de expiación humana.
Recupero de mi anterior lectura, el muy recomendable ‘Salvar el fuego’ de Guillermo Arriaga, una frase que el autor mexicano incluye, firmada por el propio Ralph Waldo Emerson: «El fin de la raza humana será que, eventualmente, morirá de civilización». Y así se refleja en Hakan, un ser bondadoso, científico, humanitario, ecologista e inocente al que cualquier atisbo de civilización pone precio para cobrarse en él su propia incapacidad para reconocer lo mejor del ser humano, orillándolo por hacer prevalecer nuestro carácter de especie perversa.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 27/06/2020

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