martes, 26 de agosto de 2014

Cortázar 100

«Al final queda un álbum de fotos, de instantes fijos; jamás el devenir realizándose ante nosotros, el paso del ayer al hoy, la primera aguja del olvido en el recuerdo. Por eso no tenía nada de extraño que él hablara de sus personajes en la forma más espasmódica imaginable, dar coherencia a la serie de fotos para que pasaran a ser cine...». (‘Rayuela’. Julio Cortázar)






Todavía rebosantes de felicidad tras recorrer salto aquí y salto allá el tablero de esa ‘Rayuela’ inagotable que cumplió 50 años el pasado año, nos encontramos en este 2014 con el centenario del nacimiento de Julio Cortázar y como coda final los 30 años de su fallecimiento. Año Cortázar por excelencia y año de regreso a una de las patrias más inmensas de la historia de la literatura. Pocos autores recogen en su obra, como sucede con el autor argentino, esa percepción lúdica de lo literario, junto a la invención de un mundo o mundos desde los que enfrentarse a la realidad de una manera tan inteligente como atractiva para el lector.
Leer, releer, saltar y volver a saltar las casillas de ‘Rayuela’ es un puro delirio y pocas veces se puede disfrutar tanto de un libro cuando se abre al azar y se extrae de su interior un fragmento de su historia o historias. La editorial Alfaguara se ha volcado en estas conmemoraciones y ha preparado, junto a la reedición de varios de sus títulos, una edición especial de ‘Rayuela’, pero junto a ella, le ha hecho a los incondicionales de Julio Cortázar un regalo absolutamente maravilloso. Creo que a lo largo de lo que llevamos de año se han publicado pocos libros más hermosos que ‘Cortázar. De la A a la Z’. Un diccionario con entradas relativas a un sinfín de aspectos de la vida del escritor. Fragmentos de sus libros, imágenes de sus primeras ediciones, objetos personales, un álbum fotógrafico extraordinario, cartas, apuntes... y todo ello presentado a través de una biografía que huye de los ladrillos biográficos acostumbrados para ofrecer un tesoro que todo el mundo debería tener en sus casas.
A mí me llegó de la mano de mis hijas, en un Día del Padre en el que jamás podía imaginar un mejor regalo (benditas seáis y quien os guió), pero a ustedes les puede llegar de cualquier manera, de forma azarosa, o si ven que se resiste en llegar, fuercen un poquito la situación y ya verán como ese libro les colmará de felicidad. Es más, pueden darse, junto a una víctima propiciatoria, un paseo inocente y despreocupado por la calle Fray Juan de Navarrete, y seguramente se le desatarán los cordones de sus zapatos para detenerse durante unos instantes ante el imponente escaparate (otro más) de la Librería Cronopios, monumento literario global, y cortaziano en particular en nuestra ciudad. Allí, frente a ese altar ante al que a uno lo primero que le entran son las ganas de postrarse de hinojos, vemos el universo reeditado de Cortázar. Háganle una leve indicación a su acompañante sobre lo bonito que parecen esos libros, lo interesantes que pueden ser o las cualidades del escritor, y bajo esos globos verdes, los cronopios flotantes que desde que llegaron a esta ciudad han mudado muchas cosas, su deseo no tardará en cumplirse. Es la magia de los cronopios, ese gran juego que para Cortázar era un placer frente a otras esclavitudes literarias.
Cuando el ladrillo dejó de ser ladrillo y se convirtió en librería, milagro todavía inexplicable en los tiempos actuales, esos círculos inquietos y traviesos nos ofrecieron una manera diferente de sentir el negocio de los libros y su relación con los lectores. Ese nombre para un negocio ya era toda una declaración de intenciones, una inmersión en un universo literario hacia el que se nos quería llevar a través de un sofá y unos escaparates magnéticos para el paseante. Una transparencia que nos conecta con el mundo de los libros, un juego que ni el mismísimo gran cronopio hubiera ideado para satisfacer a su tribu. De los libros dice Cortázar, en la entrada correspondiente de este singular diccionario, que «Los libros van siendo el único lugar de la casa donde se puede estar tranquilo». ¿Qué les parece?, es mágico o no es mágico. Y es que una vez abran este diccionario comprobarán como los adjetivos empleados o esta devoción personal no es gratuita, y como un libro, ya de por sí siempre un tesoro, puede convertirse en una obra de arte de la que uno no podrá desprenderse jamás.
Todos esos instantes que a través de sus libros hemos podido gozar tienen muchas de sus explicaciones en esas páginas, de las que en ocasiones surge su querida música de jazz, sus influencias, sus relatos favoritos, sus miedos, sus amigos, sus inspiraciones, sus sentimientos... y todo ello porque «entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia», confiesa el autor en este álbum de fotos e instantes. Imágenes congeladas y ordenadas por su viuda Aurora Bernárdez y por Carles Álvarez Garriga que ahora son ya parte de nuestro álbum personal, como antes y ya para siempre lo serán sus escritos inmensos. Rompan esa frontera física y honren a Cortázar leyendo algo de él, en este 2014 y siempre, siempre, siempre...

Publicado en Diario de Pontevedra 1/06/2014

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