Toros de la ganadería de Santiago Domecq. Bien presentados pero
aquerenciados, sobre todo los dos primeros.
Juan José Padilla. De malva y oro. Media estocada (ovación); Estocada
casi entera (una oreja).
Miguel Abellán. De nácar y plata. Estocada casi entera (oreja); Gran
estocada (dos orejas).
El Fandi. De morado y oro. Gran estocada (oreja); Estocada fulminante
(dos orejas).
Cuarta y última corrida dela
Feria de A Peregrina 2014 celebrada en la Plaza de Toros de Pontevedra
que registró tres cuartos de entrada. El festejo estuvo presidido por José
Manuel López Sánchez que contó con el asesoramiento veterinario de Juan Ocampo
y de Carlos Ares en el campo artístico.
Cuarta y última corrida de
Se nos escapa entre las manos la feria de A Peregrina, pero en ellas
dejaremos el recuerdo de un torero resucitado. Últimamente lo hemos visto como
bailarín televisivo, pero menudo torero es este Abellán, y digo este Abellán,
no aquel Abellán de antes de su sorprendente retiro, más disperso e irregular.
Firme y seguro, sobrio en su toreo al inicio de la faena a su segundo toro, tuvo más torería que la que algunos toreros tienen en toda una temporada.
Ayer, el Abellán resucitado, el de nácar y plata, regresó a Pontevedra como
lleva regresando a las plazas tras su retiro del toreo, espontáneo y cabal,
sabedor de que un torero sin sitio ni es torero ni es ná. En San Isidro dijo
aquí estoy yo, y aquella oreja más que elevarlo a los altares lo bajó a la
tierra, a la de la cabeza segura y el toreo de verdad.
No eran fáciles los toros de Santiago Domecq buscando la puerta de
toriles a las primeras de cambio. Había que meterlos en el canasto para poder
hacer la faena con ellos. A Juan José Padilla se le fue el primero suelto una y
otra vez, y crudo se encontró con la espada en lo mejor que pudo hacer el
siempre comprometido con el oficio Padilla. El público se lo supo reconocer, al
tiempo que el torero nos emplazaba a su segundo toro, un toro que confirmó que
el peor lote le había tocado a él. Más tesón y ese compromiso le hizo cobrar
una oreja de ley.
Llovía fino en Pontevedra y el piso se embarraba a cada momento
dificultando la lidia, tanto por los toreros como por los toros, que esto, al
fin y al cabo, como los matrimonios, es cosa de dos. El Fandi, todos lo
sabemos, más que de lluvia fina es de gota gorda, de tormenta y chaparrón, y
ayer se empeñó en que la plaza tronase, por otro lado, como siempre que está él
en ella. Siempre bien con las banderillas se empleó a fondo con la muleta sobre
todo con el último de la tarde, al que pudo hacer una intensa faena que con una
gran estocada le hizo ser el acompañante perfecto de Miguel Abellán.
Brindó, en un hermoso gesto, Miguel Abellán a sus dos compañeros de tarde
la muerte de su segundo toro. Más torería para el cesto. Un respeto que nos
trae a ese Abellán al cien por cien torero, deseando disfrutar en la plaza. Con
ese respeto el madrileño se traía dos costillas rotas hace apenas quince días
en Valencia. Pero ayer no dolía nada y todo era felicidad. Por volver a una
plaza de la que guarda un gran recuerdo, por otra tarde al lado de dos amigos,
pero sobre todo por sentirse torero. Qué cantidad de pases llenos de sabor y
hondura les fue incrustando a unas faenas iniciadas con un enorme manejo del
capote. Cómo entendió a ese primer toro abanto al que supo enganchar con la
mano derecha estando siempre muy pendiente de él. ¡Qué pies tan juntos, qué
aplomo! Y a ese segundo cómo le alargó la mano con los naturales tras ese
inicio de faena lleno de encanto. Solo faltaba dejarse el sudor en un mantón
arrojado al albero, dejarse querer por la afición de palmas rotas y estirar
hasta el infinito el trago a la bota de vino. Porque ser torero se es para
todo, y menudo tío es este Abellán.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/08/2014
Fotografía: Alba Sotelo
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