- “¿Por qué has hecho eso?
- “Me preguntaba si me iba a gustar”.
Estará
contento el bribón de Bogart, tras décadas silbando, por fin, tras esa puerta
la verá a ella. Cuántas veces la habrá abierto tras oír en su mente ese “¿Sabes
silbar, verdad? Juntas los labios… y soplas”. Alta y enigmática, atractiva y
bella, felina y dulce… sería interminable la retahíla de adjetivos que se
podrían aplicar a Lauren Bacall, la mujer que conquistó a Humphrey Bogart al
tiempo que debutaba en un cine en blanco y negro que, gracias a ella, parecía
ya en color. Sus ojos brillaban al tiempo que los que se ponían ante ella
parecían mejores actores de lo que ya eran. Su figura alargada, que le valió el
apodo de la ‘flaca’, irradiaba una luminosidad que engrandecía a los que se
colocaban a su alrededor.
Howard Hawks
le arrancó una revista de las manos a su mujer al ver esa figura todavía
juvenil, sabía que ella sería el contrapunto preciso para un Humphrey Bogart ya
maduro que vio como en un solo plano aquella chica se convertía en una mujer
rodeada de sombras y de volutas de humo en ‘Tener y no Tener’(1936). Una
película que es un continente en sí mismo, allí nació la pareja, allí se volcó
el talento de nombres como los de Howard Hawks, Hemingway y Faulkner, y todo para
parir un monumento del cine y también de la vida, porque de esa película nació
la vida en pareja de Bacall y Bogart convertidos en un único ser en los trece
años siguientes hasta la muerte del actor. La pareja siguió presente en el cine:
‘El sueño eterno’ (1946), ‘Senda tenebrosa’ (1947) y ‘Cayo Largo’ (1948),
prolongando ese incomparable cruce de miradas y diálogos, asentados en los
espléndidos guiones y en el universo de luces y sombras de un cine negro que
con ellos alcanzó su cima mítica.
En los años
cincuenta, y ya con el refulgente brillo de sus ojos y su melena en la pantalla,
participó de varias películas de importancia: ‘Como casarse con un millonario’
(1953), Escrito en el viento’ (1956) o ‘Mi desconfiada esposa’ (1957). En ese
año de 1957 falleció Humphrey Bogart y ya nada fue igual. Hollywood ignoró su
presencia y ella se fue refugiando en el Teatro y en la memoria permanente de
aquel tiempo pasado que de vez en cuando recuperaba con alguna película menor,
un libro de memorias y el Oscar honorífico que la Academia le había negado en
cuatro veces, tantas como ocasiones compartió pantalla con Bogart. Esas cuatro
actuaciones son ya parte de la historia del cine, un póker incontestable por
ninguna otra actriz de la que no existe ningún caso de una irrupción tan
fulgurante en una pantalla de cine.
Se dice que
Bogart regaló en su boda a Bacall un silbato de oro con la inscripción “Si me
necesitas, silba” y que ese silbato fue depositado en el ataúd del actor. A
buen seguro que ese silbato, gastado ya de tanto uso, dejará de silbar tras el
segundo encuentro de ambos. El primero lo fue para siempre, éste lo será para
la eternidad.
Publicado en Diario de Pontevedra 14/08/2014
Agradecido por tú columna sobre la "flaca", ó "the eyes" ( la mirada) que también leí que la llamaban.Un día,me gustaría "fabularas" sobre la "joya" Casablanca,e imaginar que la protagonista femenina fuera "La Flaca" en vez de Igmar Bergman.Seguro que aunque no lo digas,pensaste como yó,las "chispas" que saltarían de haber los dos actuado juntos.Gracias RR por tú trabajo periodístico.
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