Rue Saint-Antoine nº 107
Escultura.
El ‘Maestro Mateo en el Museo del Prado’ se convertirá, a partir del 29 de
noviembre, en todo un hito expositivo. Desde Madrid se redimensionará así
la importancia del arte gallego que no se entendería sin la huella de uno de
los grandes genios de la escultura. Dos de sus piezas, presentes en la
exposición, duermen en nuestro Museo.
Enoc y Elías en el taller de Restauración del Museo de Pontevedra (Gonzalo García) |
Enoc
y Elías son un singular caso bíblico. Ambos, profetas, no murieron, y sin
embargo fueron ascendidos a los cielos en un suceso único en todas las
Escrituras. Esa inmortalidad se ha visto renovada cuando el Maestro Mateo y su
círculo de artistas decidieron incorporar sus presencias pétreas al Pórtico de la Gloria compostelano.
Hablamos de una fecha entre 1188 y 1211, y de un estilo, el Románico, que
prendió en Galicia con una fuerza inusitada, en buena medida por los ecos de la
presencia jacobea y como no, por el trabajo de un taller artístico sin parangón
en su entorno, capaz de singularizar el Románico gallego en virtud de la mano
de un creador, no exento de dudas y misterios, conocido como Maestro Mateo. Los
siglos y los requiebros de la historia han hecho que ambos profetas prolonguen
su inmortalidad bajo los techos del Museo de Pontevedra, un Museo que tiene todo
preparado para su salida hacia El Prado como parte de una exposición impulsada
por la Real Academia
Galega de Belas Artes y que será la primera que desde el prestigioso centro
artístico madrileño se dedique a un artista gallego.
En
esa muestra los profetas de Pontevedra estarán acompañados por otras piezas
procedentes del Pórtico de la
Gloria que, o bien forman parte del Museo catedralicio, o
están depositadas en manos de particulares o instituciones. Así los Reyes David
y Salomón, Abraham/Jeremías, Isaac/Ezequiel, una hipotética reconstrucción del
rosetón de la fachada o varias dovelas con el castigo de la lujuria, serán las
grandes protagonistas de la muestra junto con piezas del Coro Pétreo de la Catedral , como un San
Mateo o los caballos del cortejo de los Reyes Magos. La exposición se
completará con documentación acerca del Maestro Mateo, como el original que,
firmado por Fernando II, le concedía una renta vitalicia al responsable de las
obras en el templo jacobeo.
Pero
nuestros dos ilustres vecinos son suficiente motivo como para centrarnos solo
en ellos. Con detenernos unos minutos ante su imponente presencia ya podemos
calibrar su importancia y su calidad formal. El trabajo de los pliegues de los
ropajes da cuenta de la destreza del artista, y emparentan estas piezas con
otras tan famosas como el David de Platerías. Otro rasgo de modernidad en
relación a su tiempo, y por lo tanto de genialidad en su tratamiento, es la
humanización de la figura. Esa mano acariciándose la barba deja atrás a muchas
de las hieráticas figuras del Románico. Aquí se concede vida a las esculturas y
el granito vuelve a sonreír, como lo hace en el que fue su compañero de
ubicación, el burlón Daniel.
Orgulloso
de poder contar con estas piezas, uno de los incontables tesoros que se guardan
en el Museo de Pontevedra, su director, Carlos Valle, ubica las piezas en su
emplazamiento original: «Estaban situadas en las jambas que flanqueaban la
puerta central de acceso al Pórtico. Un Pórtico de la Gloria que era abierto
desde su construcción, hasta que a partir de 1520 se cierra para controlar el
acceso y buscar protección de la meteorología». Especialista en Arte Románico,
Carlos Valle también acota el itinerario temporal de las piezas hasta llegar al
Museo: «Tras ser retiradas no se tienen noticias de ellas hasta la Exposición Regional
Gallega de 1909. Llegan de la mano de López Ferreiro, comisario de la sección
artística, procedentes del Pazo de los Condes de Ximonde, en donde debían estar
desde finales del siglo XVIII, cuando se asientan allí los condes y dentro de
ese interés ilustrado por las piezas del pasado. En los años veinte están en el
Museo de la Catedral
y se recuperan por sus propietarios que, a principios de los cincuenta, las
ponen en venta. Tasadas en 250.000 pesetas el Estado decide adquirirlas pero
cede sus derechos, por interés lógico dada su proximidad, al Museo de
Pontevedra, quien se subroga en ese compromiso y acaba adquiriéndolas en 1956,
cuando entran en el Museo».
Restauradas
hace tres años en los propios talleres del Museo a cargo de Óscar Taboada para
ser ubicadas en la colección permanente, esperan pacientes, desde ese cielo
suyo de gloria y eternidad, su inminente marcha a Madrid para mostrarse en todo
su esplendor en una exposición que Carlos Valle califica de «muy importante por
la difícil reunión de esas piezas dispersas y por permitir reflexionar
sobre lo que es hoy el Pórtico. Completará, además, la espléndida labor
de recuperación de ese entorno por la Fundación Barrié
de la Maza y
servirá para que en Madrid y desde Madrid, estamos hablando de El Prado, se
aproximen a este tesoro de nuestro paisaje cultural».
Publicado en Diario de Pontevedra 17/10/2016
Ningún comentario:
Publicar un comentario