luns, 14 de novembro de 2016

Un momento de felicidad

Rue Sain-Antoine nº170
Instalación. Esta obra, inaugurada el 26 de octubre en la Vila des Arts de Rabat (Marruecos), podrá ser visitada durante el mes de noviembre como parte del proyecto creativo del artista pontevedrés José Freixanes. Una pieza que habla de la necesaria integración de culturas marcando un hito de educación y creatividad en este orbe globalizado.



Una cúpula bajo el sol marroquí inspirada en los morabitos característicos de este territorio es la última materialización del trabajo de José Freixanes, en este caso, formando parte del programa cultural ‘Visages. Cultura española hoy’ promovido por el Ministerio de Cultura. Un programa entendido como puente entre culturas, como salto del estrecho para aproximar, desde la experiencia común de lo artístico, a España y Marruecos. Y, ciertamente, pocos elementos permiten aniquilar indiferencias y prejuicios de manera más diáfana y certera que el arte. Incapaz de entender de fronteras, razas o distancias entre personas, el arte define desde su presencia una nueva realidad, siempre integradora y siempre capaz de generar ese momento de felicidad que aquí surge como un abrazo común al amparo de un espacio construido para caminar juntos. Para ser uno, para ser estímulo y sensibilidad hacia ese respeto entre unos y otros que este mundo globalizado, tiránico y cruel, se ha empeñado a conciencia en dinamitar.
Es, desde la Facultad de Bellas Artes de Granada, en la que José Freixanes imparte docencia, en donde germina esta pieza en la que 25 estudiantes de dicho centro participaron en su confección y 10 de ellos se trasladaron a Rabat para una instalación en la que su exterior se realiza a través de la ropa donada por viajeros de todas las partes del mundo. Una bóveda de colores y sensaciones, donde los matices propiciados por el paso de la luz del sol modifican a cada hora del día la sensación que se tiene desde el interior y que se une a esa percepción del material como elemento común a diferentes territorios. Bajo ella, en el lugar de la intimidad, cobra protagonismo la palabra. La escritura como tránsito intercultural y elemento central en todo lo que supone el proceso educativo, tan importante en el contexto de esta obra. Esas palabras son fragmentos de 21 poemas que han sido realizados con especias sobre harina de arroz y mostrando diferentes caligrafías, tanto árabes como latinas. Poetas sufís, pero también de la poesía mística española y de la literatura actual. Poetas como Jalaluddin Rumi, San Juan de la Cruz, Ibn Arabi, Adonis, Antonio Machado, García Lorca, María Zambrano, Lhaj Belaid, José Ángel Valente o Antonio Lucas, entre otros, tomándose del primero el comienzo de uno de sus poemas para darle título a la obra, ‘Un momento de felicidad’. Es la narración del instante, la percepción de ese fragmento de tiempo en el que todo es voluble y fugaz, en el que la sensación de lo efímero se vincula directamente a una instalación que solo estará en pie durante el mes de noviembre.
Ese momento es el de la reflexión, cada vez más difícil de propiciar en esta sociedad, pero bajo esas telas, leyendo esos textos, oliendo las especies con que fueron escritas o escuchando los sonidos de varias composiciones musicales andalusís y del desierto marroquí, se genera un ámbito donde somos sencillamente lo que somos. Sin contaminaciones, enfrentados a nuestra percepción íntima de aquello que significamos. Es el momento de apartarse del conflicto, de las dudas planteadas desde lo ético, lo moral y lo social, a través de unas relaciones cada vez más alejadas de todo aquello que pueda vincularse con la tolerancia, la diversidad, el respeto y la diferencia. Cuatro ingredientes que traemos de serie pero que, de manera progresiva, vamos haciendo jirones hasta llegar a ser una especie autodestructiva y llena de taras.
En este interior terapéutico nos citamos con la educación, la cultura, el conocimiento o la creatividad como único vial posible cara a la redención. Esta idea se viene repitiendo en José Freixanes con unos proyectos que no son nada ajenos a las realidades de países diferentes desde lo cultural al nuestro. Y lo hace desde una desintegración del hecho pictórico en el que se inició en sus primeros compases pictóricos. Un campo que amplía el lienzo y se instala en la realidad para modificar percepciones, para hacer del pasivo espectador parte activa de su trabajo y en el que pueden confluir diferentes opciones artísticas para generar un poemario común a muchas singularidades. Se hace así de la estética parte de un discurso independizado de la pared, de la sala de exposiciones, ahora convertida en intervenciones en diferentes partes del mundo en las que se baliza este itinerario de la responsabilidad de un artista comprometido con lo que le rodea frente a lo que se plantea como valiente discurso del no, de la opción contraria a lo comúnmente establecido.
Ya hemos visto antes esos juegos de palabras, o esos conjuntos de telas hilados en un camino de esperanza, donde todo se condensa en un instante de felicidad personal, un triunfo febril frente al horizonte sombrío en el que nos movemos a diario. En Pontevedra no nos olvidamos de la impresionante instalación montada en el Pazo da Cultura en la XXX Bienal de Pontevedra, ‘72 silencios’, con motivo de una Bienal que buscaba borrar fronteras y converger artísticamente entre la Península Ibérica y el Magreb. En definitiva un trasunto de lo que vuelve a ocupar a José Freixanes en estos días, hacer de lo hecho un gozoso estado de la cuestión que relacione no geografías diferentes, sino seres humanos iguales.



Publicado en Diario de Pontevedra 7/11/2016

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