«La
vieja política ha sido tributaria de poderes invisibles y ocultos; la prueba
son las puertas giratorias. Pero corremos el riesgo de que la política nueva
sucumba ante una tentación doble: la de los poderes invisibles de siempre y la
superficialidad»
[Juan
Soto Ivars]
Irene Montero, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias en la sesión de investidura (Ballesteros. Efe) |
Me
emociona (siempre seré un sentimental) ver como algunos de los jóvenes
escritores y columnistas de prensa se lanzan a escribir ensayos, desafiando a
una situación en la que parecía que desde Montaigne
el género estuviera vedado a menores de sesenta años o que solo sesudos pensadores
pudiesen lanzarse a describir como se mueve este país desde el arreón.
Siempre
en pos de la novela perfecta o del verso tenso, nuestros autores han eludido
plasmar sus pensamientos o visiones de la realidad como si ese territorio fuese
un coto de caza privado. Es por ello que mi emoción otoñal surge de nombres
como los de Sergio del Molino con su
brillante ‘La España
vacía’, Jorge Bustos con el
sugerente (está todavía sin leer, de ahí el equilibrio en la adjetivación), ‘El hígado de Prometeo’, o Juan Soto Ivars con ‘Un abuelo rojo y otro facha’, que
permiten enfrentarse a mucho de lo que sucede a nuestro alrededor desde una
mirada alejada de demagogias o turbios intereses, descorriendo los telones de
este país a base de buena escritura, descaro y un pensamiento con los pies en
la calle y no en despachos de madera y escay.
Llevo
unas jornadas enfrascado en el libro de Juan Soto Ivars al cual conozco desde
hace años por relatos, novelas intensas, delirios literarios, columnas audaces
y acrósticos todavía más brillantes que todo lo anterior. Un ensayo puesto en
circulación por la valerosa editorial Círculo
de Tiza, siempre atenta al periodismo literario (valga la redundancia) y a
nombres que descarrilan de la circulación reglada. Pues bien, el señor Soto
Ivars, cuya fecha de nacimiento se cifra en el año 1985, y nació en Murcia, para gloria de ese terruño, a
lo largo de casi 400 páginas, nos coloca ante una especie de manifiesto
enfrentado al mito de las dos Españas, a esa coexistencia a garrotazos que se
tensa de cuando en cuando y entre cuyos brazos este inocente ser ha querido
convertirse en escritor.
Y
todo esto lo estoy degustando mientras España
lleva casi un año sin gobierno (¡ojo que hoy puede haber noticia!) y una cabeza
de esa bicefalia se dedica a arrancarse los pelos a sí misma, como los títeres
de cachiporra, para espectáculo de la concurrencia y regodeo de sus opositores
que, una vez rematada la función, recogerán el teatrillo y aquí paz y después
gloria mariana. Este itinerario autobiográfico, balizado por un abuelo de
izquierdas y otro de derechas, es un puente al estilo del de ‘Indiana Jones y el templo maldito’ que
hay que hacer saltar por los aires a toda costa para sobrevivir y al que sin
embargo se sujeta Juan Soto Ivars junto a todos nosotros para que conozcamos, y
hasta nos interesemos, por su decisión de ser escritor. Por como su relación de
amor y odio con esta España, más que de piel de toro del «pictograma que ponen
en los zapatos de cuero», está siempre presente, ni más ni menos que como
sucede con todos nosotros, acostumbrados a convivir con los fanatismos de unos
y otros y soportando la tiranía de la tecnología aniquiladora con el ser
humano. Para todo ello el autor promueve una maravillosa literatura de lo cotidiano
entre amistades inclasificables, lamentándose por unos planes de estudio que él
mismo sufrió y a través de una agradecidísima, para el lector, mala baba y el
empleo constante del humor, sin duda, el mejor bálsamo contra el dolor que
causa el verse cara a cara con lo que en realidad somos.
A
medida que el autor se aleja de la literatura se adentra en el cenagal de la
política, en el paisaje de la corruptocracia española, en el de la izquierda
histérica en vez de histórica, la izquierda ineficaz en vez de útil y azañista
y como no, en la grey Rajoy,
imperturbable ante glaciaciones, seísmos o SMS. Pero también están los
políticos con cara de poni y Pablo
Iglesias & Cía. en busca del tuit definitivo y toda una fauna y flora
que se adhiere a los muros de este país; y está Cataluña, maravillosamente retratada en el texto por alguien que
palpó la calle en vez de la quimera de la tierra liberada, y al final nos
encontramos con la vida de un joven, de un chaval ojiplático ante su propio
entorno lleno de palomas callejeras a las que no se puede sino detestar. Cierro
el libro y al levantar la cabeza les veo a todos allí, de nuevo en el sainete,
con sus discursos sobados y vacíos, haciendo malabares con nuestras propias
vidas y pienso ¡qué bien se estaba en la literatura!
Publicado en Diario de Pontevedra 29/10/2016
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