El pasado año fue uno de los libros fijos en las listas de los libros de
poesía más vendidos, ahora, varios meses después, sus poemas siguen latiendo
con inusitada fuerza, como lo han venido haciendo desde su recuperación tras
décadas de olvido. ‘Los poemas perdidos’ de Dorothy Parker (West End, 1893-New
York, 1967), que la editorial Nórdica ha puesto en circulación son un
descubrimiento para muchos y otro firme espaldarazo a una labor de edición de
una extraordinaria calidad, tanto en la presentación física de las obras como
en la selección de unos textos que se ponen en valor y que muchas veces estaban
perdidos o por lo menos permanecían orillados
para el público de hoy. Estos poemas nos enfrentan a la colosal figura de una mujer
singular que desarrolló su vida y pasiones en aquellas efervescentes décadas de
la cultura y vida norteamericana. Coetánea de Scott Fitzgerald, que solía
recomendar su trabajo a sus amistades, Dorothy Parker fue más conocida por sus
cuentos y sus artículos en publicaciones estadounidenses. Revistas y periódicos
contaban con su afilada ironía y su ingenio para traspasar a papel ese ambiente
newyorkino de la que ella era protagonista. Un protagonismo que la arrastró por
las veredas del alcoholismo, la depresión o las relaciones “en serie” como ella
misma decía.
Ingredientes que asoman también en sus versos, conformados por una poesía
limpia, directa y moderna, transgresora, pero con un límite en altura como los
rascacielos que comenzaban a asomar por el perfil de aquella ciudad y que de
manera perfecta permite reconocer los tiempos del New York convertido en
capital del mundo. Por su poesía pasa el mundo del cine, los famosos de sus
fiestas, la propia ciudad pero también el resto del país y todo a través de su
mirada, a través de su propia vida: “Mi vida es como una galería de arte,/con
pasillos estrechos en los que los espectadores pueden caminar”. Su carácter le
hacía no esconderse e invitar a sus fiestas a todo aquel que llegase con una
botella bajo el brazo. Poemas alegres, pletóricos de vida en los que se huele
aquel aroma de los felices años veinte, pero en los que en ocasiones asoma
también la desconfianza ante los nuevos tiempos: “¡Qué gusto leer sobre los
días desvanecidos/cuando los caballeros, cuanto menos eran atrevidos!”, y en
aquel tiempo y en este, el amor, siempre el amor, parece dejar su poso, una
arcadia que nunca pudo alcanzar plenamente pero que aparece una y otra vez en
esta selección de poemas: “Pobres criaturas, nos quedamos sin aliento luchando
por capturar el amor,/y entre nuestras manos, se convierte en polvo con el
contacto”.
Y como remate de esta selección nos deja una de sus aristas más
características, su ironía, su capacidad crítica para someter gran parte de lo
que la rodea a su escrutadora intuición, como vemos en sus ‘Versos del odio’.
Hombres, mujeres, bohemios, libros, películas, esposas o universitarios no se
libran de una mirada lúcida y a la que ahora podemos mirar directamente.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 9/03/2013
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