domingo, 2 de marzo de 2014

Medicina


«Este es el pueblo de las iniciativas y del buen humor, capaz no solamente de organizar una buena comparsa, sino también de más altas empresas, porque hay que reconocer que Pontevedra si bien figura entre las capitales más pequeñitas de España y puede decirse que cabe debajo de un brazo, es en compensación una de las más cultas e ilustradas.» 


«A las ocho y treinta y dos minutos y cuatro segundos, por el meridiano de Campolongo -hora así anunciada en el programa para el comienzo del espectáculo» se estrenó en el Teatro Principal el festejo carnavalesco que cerraba el programa del Carnaval de Pontevedra en el año 1900. Fue, como lo es hoy, un 1 de marzo cuando Pontevedra renovó sus votos con una de las fiestas más singulares de nuestra ciudad y que más nos distinguen del resto de carnavales, no solo de Galicia, sino de toda España. 
Aquel estreno llegaba de la mano de uno de esos personajes sin los que Pontevedra no sería la misma, alguien que hizo del ingenio, el talento y el buen humor una enseña que lució en terrenos de lo más diverso, desde la poesía hasta el periodismo, que ejerció en esta misma cabecera, o la creación de revistas, alguna de ellas tan interesante como lo fue ‘Extracto de Literatura’. Hablamos de Enrique Labarta Pose quien, como persona inteligente, encontró en el Carnaval territorio abonado para subvertir la realidad, para distraer la cotidianeidad desde el disfraz y la sonrisa y hacer de la fiesta motivo de unión entre la ciudadanía. 
Ojear el libreto de aquel ‘apropósito carnavalesco’ como se le dio en llamar, significa gozar de unos hechos que han llegado a nosotros gracias a la labor de otro pontevedrés ilustre, este menos dado a la algarabía, como fue José Casal, quien entre sus numerosas virtudes estaba la de guardar este tipo de materiales que por otros muchos podrían ser despreciados, pero que con el paso de los años, y fíjense los que han pasado ya, se convierten en incomparables tesoros para descubrir como era la vida cotidiana en esta capital. El Museo de Pontevedra, fiel custodio de esas riquezas, se convierte a través de estos materiales en una ventana abierta al pasado gracias a la labor silenciosa, tanto de los que por allí han pasado como de los que aun hoy siguen en las trincheras. Gente que con su trabajo mantiene en perfecto estado un legado con el que, en fechas como estas, poder redescubrirnos y hacerlo, no solo a través de los cuadros o las piezas más espectaculares de sus fondos, sino a través de ese encanto de lo cotidiano. Algo que pueden confirmar si visitan la brillante (por muchos sentidos) exposición que durante estos días todavía están a tiempo de contemplar, ‘Las joyas y su reflejo’, que inteligentemente comisaría Natalia Fraguas
Regresemos a aquel libreto de comienzos de siglo, a esas endebles páginas que, ajadas por el paso del tiempo, nos llevan ante las imágenes de numerosos pontevedreses disfrazados de manera brillante. Nada de medianías o disfraces de esos que hoy se colarán en nuestro desfile de una calidad ínfima, algo que no siempre va reñido a su coste, y que tanto perjudica al conjunto del cortejo y a aquellos que sí merece la pena contemplar. Junto a ellos, los muñidores de aquella noche, el ya comentado Enrique Labarta Pose en los diálogos y la dirección, corriendo la música a cargo del «joven director de orquesta» Isidro Puga y la decoración obra del «genial y distinguido pontevedrés» Demetrio Durán. El ambiente de excepción lo reflejó el Diario de Pontevedra del día siguiente: «El golpe de vista que ofrecía el teatro visto desde el patio era magnífico. A uno y otro lado que se volviese la mirada, veíanse hermosos rostros de elegantes damas. Palcos y plateas eran planteles de bellezas. La aristocracia elegante de Pontevedra estaba anoche en el teatro reunida. Literatos, periodistas, los hombres de ciencia, la milicia, las artes, tenían digna representación, y todos esperaban con ansia el acontecimiento». 
En el espectáculo se narraba la visita del Carnaval de 1600 a la ciudad, siendo recibido por el Carnaval de 1900, quien le mostraba una ciudad moderna y muy distinta a la suya. Ante ellos desfilaron personajes como el Concello, la Diputación, la Plaza de Toros o la Luz eléctrica. También Ravachol estuvo presente, en pluma y hueso, en el Teatro Principal, representándose a sí mismo, ¿quién mejor? y hasta el Diario de Pontevedra se convirtió en uno de los actores que, junto a ‘El Áncora’ y ‘La Correspondencia’, dos de los medios locales de la época, se marcaban el siguiente versito: «Representantes/de la opinión/Somos el cuarto/Poder de la nación». Aquel encargo que recibiera Enrique Labarta Pose, según él cuenta, tras esquivar en el mes de enero la visita de su propia muerte, a cargo del presidente de la Sociedad Gimnasio, junto a las otras dos grandes sociedades del momento, el Recreo Artesanos y el Liceo Casino, le sirvió, según él mismo anota, como evidencia del «beneficio del Carnaval para la salud». Pues ya lo saben, si nuestros antepasados utilizaron el Carnaval como medicina para sanar sus males, hagamos lo mismo con los nuestros y sigamos sus consejos: ¡careta y antifaz, y a la calle!


Publicado en Diario de Pontevedra 1/03/2014
Imagen: Archivo gráfico Museo de Pontevedra

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