domingo, 16 de marzo de 2014

Sonata de invierno


«Era el primer frío de la vejez, más triste que el de la muerte (...) Había sonado para mí la hora en que se apagan los ardores de la sangre, y en que las pasiones del amor, del orgullo y de la cólera, las pasiones nobles y sagradas que animaron a los dioses antiguos, se hacen esclavas de la razón.» (‘Sonata de Invierno’. Valle-Inclán) 


Se nos va el invierno con este sol que hace que las camelias reboten entre sí en una danza ancestral que sepulta los rigores meteorológicos para anunciarnos, a ‘destellazos’, que la primavera se abre paso de manera febril en un proceso ya imparable. Las camelias, como el Marqués de Bradomín de la última Sonata de Valle-Inclán, saben ya de su caducidad, de su fugacidad en este mundo que en ellas se decide por la brevedad, por la explosividad de unas semanas que, lentamente, se irá marchitando para formar parte del ciclo de la vida. 
Esta semana las camelias han sido las protagonistas de nuestra ciudad, ellas, siempre anónimas y silenciosas, brillando cada año sin pedir nada a cambio, en esta ocasión sí que han reclamado su protagonismo como distintivo de las Rías Baixas y su capital. Una flor que ha tenido todo un congreso girando a su alrededor, ¿no les parece hermoso?, y que ha servido para posicionar a este rincón del fin del mundo ante muchos extranjeros que han descubierto como es el paraíso, como el sol se integra con el océano para, entre calor y agua, provocar ese aliento de belleza que nos rodea allá donde dirijamos nuestras miradas. Calles y plazas se engalanan estos días con estas luminarias, con estas flores que llenan de rosas, rojos y blancos este ámbito común y ante el cual maravillarnos casi en cualquier estación del año. Pero es ahora, cuando el invierno claudica, cuando la camelia vive su reinado, efímero, sí, pero reinado, y no hablo del de las palaciegas plantaciones de camelia o de ese prodigio natural e histórico que es el Pazo de Lourizán, sino de cualquier simple calle o rincón de nuestras ciudades. Nadie entiende ya la calle García Camba sin sus camelias, o la trasera del Santuario de la Peregrina sin esos camelios que flanquean una de las fuentes de Sesmero, y qué decir de la Ferrería con ese paseo de Antonio Odriozola que a poco que uno deje volar la imaginación le ve venir por él con su sempiterna camelia prendida en el ojal. Siéntense en ese mirador incomparable que es la planta superior del bendito Savoy y descubrirán como la camelia salpica salvajemente todo ese entorno, desde la Praza de la Estrela hasta los jardines de Casto Sampedro la sinfonía es descomunal. Si se asoman con lluvia ese espejo pétreo les deslumbrará, si lo hacen con sol, no descubrirán unos hitos de luz más hermosos que los que brotan de esos mantos verdes, y así se repite en cada uno de los lugares que ellas embellecen.
Lentamente irán cayendo y alfombrando nuestras aceras. «Feo, católico y sentimental» el Marqués de Bradomín veía en el último de los episodios que componen las Sonatas, como el tiempo se le iba de las manos y la sangre se apacigua. La caída de las camelias son también un bello canto de despedida al ver como el fin de la belleza deja de ser parte de este mundo, una belleza que permanecerá en la retina de esos forasteros descubridores de Galicia que podrán ver como la camelia alienta no solo nuestras miradas, sino también a artistas, y entre ellos, Álex Vázquez ha sido de los primeros que han entendido a la camelia como un motivo inagotable de inspiración. Visitar durante estos días su exposición, en el palacete de las Mendoza, es comprender como la pintura sirve tanto para realizar una labor didáctica, mediante unos paneles que nos ilustran sobre variedades y características, como para dejarse maravillar por el artista y su destreza pictórica en la captación de sensaciones. A la didáctica pone palabras Carmen Salinero, dama de honor de la camelia que, si algún día se reencarna en algo, les aseguro que será en camelia, por lo que sabe de ellas, pero sobre todo por la pasión con la que vive todo lo que rodea a esta flor. 
Protagonista de nuestras vidas y durante esta semana primera estrella de la actualidad, que sirva este congreso y estas líneas como pequeño pago por lo que nos lleva regalando desde hace siglos, callada y orgullosa de ser la flor de las Rías Baixas. Nuestra flor.


Publicado en Diario de Pontevedra 15/03/2014
Fotografía: Gonzalo García

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