Seguramente ya lo han sentido todos ustedes durante estos largos e interminables días. Una sensación que se iba aproximando a nuestros cuerpos, una percepción que poco a poco se adueña de nuestro interior. Voces que les hablan de conquistas, seres que luchan por lograr el poder, diálogos encriptados, luces destelleantes, miradas desafiantes, cruces de espadas... Sí, todo eso es el despertar de la fuerza, el pulso permanente de una campaña electoral que desemboca mañana en unas urnas abiertas para intentar captar a los votantes en la hora de reclutar un ejército con el que combatir los desajustes de nuestra sociedad.
Además de esa jornada de votaciones este
fin de semana ha unido caprichosamente, desde la voluntad marianista, a los
comicios con el estreno de una de esas películas capaces de convertirse en un
tsunami cinematográfico, un vendaval de emociones y recuerdos de una franquicia
que comenzó a funcionar en 1977, curiosamente, el mismo año en el que España estrenaba sus urnas democráticas
tras la muerte del tirano, un Lord Sith
de pacotilla, que dejó pasó a un tiempo de libertades ganadas a pulso por todos
los ciudadanos. También por sus políticos que, por mucho que esta sociedad se
empeñe en pasarlos por la espada láser o enviarlos al ostracismo a alguna de
las lunas de Tattoine, no dejan de
ser necesarios si escapamos de las generalidades y las miserias en las que
algunos se ven arrastrados, incapaces de resistirse al lado oscuro de la
política, a la perversión de la persona y a la ambición de poder.
La Transición
fue el origen de lo que somos hoy, un proceso muy mejorable, pero que sirvió,
pese al progresivo envejecimiento, como el del Halcón Milenario, para cruzar décadas de bonanza y también de
crisis, ni más ni menos que la travesía por lo que supone la existencia de un
país. El campo magnético de la Transición ha ido perdiendo mucha de su fuerza,
resquebrajándose por numerosos flancos debido a los ataques de los codiciosos,
pero también, que nadie reniegue de ello o se coloque de perfil, a la
indolencia general de una ciudadanía que solo hasta que notó que el aire no le
llegaba, reaccionó. Aquellas urnas estrenadas en los sucesivos comicios de los
años setenta y ochenta fueron una sorpresa continua, la capacidad de
fascinación de un proyecto por construir y, al igual que cuando éramos niños y
nos quedábamos pegados al escaparate de Radio
Pontevedra con su videoclub viendo una y otra vez alguna de aquellas tres
películas originarias en algún último modelo de televisor, no se dejaba de
pensar en qué se podía convertir este país. Allí te podías pasar un buen rato,
de pie, mirando fascinado aquellos monos naranjas de la Resistencia luchando
contra las fuerzas imperiales queriendo destruir la Estrella de la Muerte. Poco a poco todo se fue desvirtuando, la
democracia en España y también lo que dejaba de ser una trilogía original llena
de frescura, audacia y osadía, para convertirse en una maquinaria abrumadora de
dólares, euros o cualquier otra moneda del Sistema
Solar. Star Wars se ha
convertido en un fenómeno global con Disney
ya como maestra de ceremonias estirando una ilusión convertida en negocio y
estrategia. Cifras abrumadoras en diferentes sectores y una capacidad de
infiltración en nuestras vidas a la que hemos asistido durante estas últimas
semanas en un proceso gradual que estalla justamente en este fin de semana.
Nuestra democracia llega a mañana
también exhausta, con la lengua fuera, como ese Yoda envejecido, aparentemente incapaz de nada, pero en el que
todavía hay que confiar. Mañana, cuatro aspirantes a Jedi, con todas sus tropas, optarán a poner el caudal de su fuerza
al servicio de la comunidad. Un despertar que parecía olvidado en esta España
desvencijada, cosida a navajazos por los trapaceros de turno, secuaces de Jabba el Hutt. Una tierra desposeída ya
de aquella esperanza y ausente de sí misma. Ahora, a ellos, junto a un pueblo
aparentemente más despierto y consciente del letargo, les toca que vuelva a
latir la esperanza y que la luz se imponga al imperio de las sombras.
Los cuatro se enfrentarán sobre un
abismo, un agujero negro por el que los derrotados, que los habrá, no se crean
todo lo que les digan mañana por la noche, serán engullidos. Quedan horas para
que asistamos al último estreno de nuestra democracia, los que han visto ya ‘El despertar de la fuerza’, público y
crítica, salen bastante satisfechos, ya que parece que se ha recobrado el
pulso, parte de aquella energía positiva de los inicios. Ojalá ante el
resultado de mañana estemos ante una recuperación de lo que significó nuestra
llegada a la democracia. ¡Que la fuerza les acompañe!
Publicado en Diario de Pontevedra 19/12/2015
Ningún comentario:
Publicar un comentario