Rue Saint-Antoine nº 170
Arte. María
Prada completa la presentación de su tesis doctoral en la Facultade de Belas Artes de Pontevedra con un proyecto artístico que
visibiliza, en las paredes de la Sala-X, los argumentos que deberá
defender próximamente ante un tribunal. Surge así una exposición
que es pura reflexión desde lo artístico sobre los libros de
artista y sus secretos.
María Prada es
arquitecta, pero ahora está volcada en la defensa de su tesis
doctoral en la Facultade de Belas Artes de Pontevedra, lo que
evidencia las posibilidades de esta carrera artística para sumar a
personas de otros universos, de otros mundos profesionales y
personales, (como también ocurrió, no hace demasiado, con la
exposición de Luis Bueno, médico de profesión y también
doctorando), y relaja esa condición asumida por la sociedad de una
facultad como el paso siguiente de alumnos que acabaron el
Bachillerato. Así las cosas María Prada indaga en su labor
artística sobre aquello oculto, sobre cómo lo visual puede
desdoblarse y analizarse desde una multiplicidad de miradas que hacen
que lo que vemos, o lo que se sitúa ante nosotros, no tenga una
única posibilidad de percepción.
‘The private case’,
título que toma la exposición de aquellos recintos cerrados que en
grandes bibliotecas acogen, como una especie de cámara secreta del
tesoro, a ciertos libros entendidos como peligrosos, es la muestra
que se exhibe en la Sala-X de la Facultade de Belas Artes como una
parte más de ese proyecto de estudio y análisis que es una tesis
doctoral, una reflexión más de lo artístico que parte del propio
objeto como material de experimentación y que acaba convertida en
obra de arte. Las diversas piezas que en diferentes soportes y
formatos se muestran en este espacio que estará abierto hasta el 21
de febrero son una interpretación de esa idea de desajuste o de
recomponer visualmente una realidad. Desde el collage hasta el vídeo
se procura materializar ese desequilibro entre lo que es y lo que
parece, entre lo que hay a simple vista, y aquello que va surgiendo
cuando nos paramos a reflexionar sobre alguna realidad.
Una relación
entre lo visible y lo invisible que se extiende a la propia sala de
exposiciones dada su disponibilidad de espacios, con un pequeño
recinto cerrado en el cual se ofrecen esos libros del artista, que
son los empleados por la propia creadora. Un abismo al que caemos
sumergidos en la oscuridad pero que inteligentemente se presenta como
una filmación en la que vemos como se pasan esas páginas para
asomarnos a su interior. Como complemento, la reproducción de varias
páginas de libros y textos en los que la mirada se centra en las
citas a pie de página, que al fin y al cabo no dejan de ser otro
espacio dentro de una página, una puerta abierta a otro recinto de
pensamiento. Citas que te abren a una nueva complejidad, a una mirada
que se expande al modo del estudio realizado a finales de los años
setenta sobre la escultura por parte de Rosalind Krauss. Texto y
cita, partes de una misma realidad, pero que se bifurcan en un
momento dado.
Lo mismo sucede en
otros ejercicios plásticos en los que María Prada continúa
analizando esa capacidad del arte por sorprender y en ocasiones por
hacer de la ironía un igrediente. Así toda una serie de pequeños
collages que salpican la pared principal de la sala se evidencian
como agradables juegos a partir de esa recomposición visual que te
permite reconocer una nueva realidad. Arquitecturas, figuras humanas,
mapas... son el soporte para visibilizar todo aquello que forma parte
del corpus de pensamiento de la tesis doctoral de María Prada, ya
que quizás esta sea la manera más eficaz de plantear las respuestas
que la teoría en muchas ocasiones no es capaz de analizar de una
manera tan evidente.
Estamos, por lo tanto,
ante una exposición con un alto contenido conceptual, a la que hay
que aproximarse con ganas de mantener una lucha con sus componentes,
con esa capacidad de reflexión y de análisis de la propia realidad
artística, tantas veces analizada, pero siempre con nuevas vetas de
las que seguir extrayendo posibilidades de estudio. María Prada
consigue algo muy complicado como es entender el espacio en el que
trabaja y adaptarlo a sus propias formulaciones teóricas, y hacerlo,
en ciertas obras, con materiales poco sofisticados o de uso bastante
común, pero que aquí se alían para formar parte de un proyecto
artístico que pone imágenes donde sólo había teorías, donde
corporeíza ideas que, sin el objeto, serían como aquellos libros
prohibidos guardados bajo siete llaves para salvaguardar a la
sociedad de su ‘peligroso’ contenido, pero que una vez abiertos
lo único que hacen es ofrecer esa otra relación con su objeto de
estudio llena de matices y posibilidades para el ser humano y para su
progreso. ‘The private case’ deja entonces de ser una rejilla
inaccesible para convertirse en un espacio de sensaciones y de
pensamiento, allí donde el arte se debate consigo mismo.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/01/2018
Fotografías. David Freire.
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