HABRÁ quién quiera recordar la última gala de los Goya por la monumental
confusión a la hora de entregar el premio a la mejor canción original, pero a
mí me gustará recordarla por la imponente presencia de José Sacristán con la
gente del cine puesta en pie, firme y en atronadora ovación. José Sacristán y
sus canas representan el cine español del que pocos como él son historia.
Cómico de la legua surgido de aquel cine de los sesenta, madurado en la Transición , y ahora, en
una inconmensurable capacidad artística, cada uno de sus trabajos nos
demuestran sus indiscutibles cualidades, asombrosamente olvidadas a lo largo de
todas las ceremonias. Su voz herrumbrosa resonó en la gala al declamar la
tardanza de este premio y, como un ser superior, bendecir a la platea y a los
nuevos creadores que ante él se apostaron. Los J.A. Bayona, Pablo Berger o
Rodríguez Libero, directores que optaron al premio al mejor director, junto al
injustamente olvidado durante toda la ceremonia Fernando Trueba, tuvieron ante
sí la viva imagen de lo que supone esta profesión, al igual que los muchos
actores que, nominados o no, se encontraban entre los presentes.
Entre ellos estaba el ministro del Cultura, aunque la realización de
Televisión Española lo ofreciese pocas veces. No es que dé muy bien en pantalla
el señor Wert, pero sí que sería interesante haber visto sus reacciones ante
los dardos que los ‘cómicos’ fueron
lanzando y que, a falta de otra diana, impactaban en la testuz ministerial. Se
había puesto la venda antes que la herida por los correligionarios del poder
ante el peligro de las lenguas afiladas de estos actores que, mejor que actuar,
suelen poner a pan pedir precisamente a quienes subvencionan con el caño
abierto sus trabajos. Visto lo visto resulta que todo quedó en unos cuantos
picotazos, envueltos en unos brillantes diálogos, y los comentarios de varios
premiados con todo el derecho del mundo de mostrar el malestar, no solo de
ellos, sino del común de los mortales, ante la situación del país en el que
viven y trabajan, o eso intentan.
En cuanto a los premios se esperaba el triunfo de una ‘Blancanieves’
goyesca y el espaldarazo a la animación de Tadeo Jones, que por algo ha dejado
sus buenos euros en la taquilla, logrando, junto a ‘Lo imposible’, el récord de
recaudación del cine español. ‘Lo imposible’ también tenía que llevarse algún
premio gordo y por sorpresa fue el de mejor director, no por el irreprochable
trabajo de J. A. Bayona, y sí por la sucesión de galardones a ‘Blancanieves’ y
ese inesperado requiebro final. Lo demás ya forma parte del guión de los Goya:
largos agradecimientos, caras de hastío en el patio de butacas y la sensación
de que se pueden hacer mucho mejor las cosas por el bien del espectáculo.
Publicado en Diario de Pontevedra 19/02/2013
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