[Ramonismo 17]
Ana Merino, en ‘El
mapa de los afectos’, genera un itinerario en el que percibir
aquello que es más necesario del ser humano
NARANJAS que se hunden
en la nieve húmeda, galgos que huelen la bondad humana... y así
podríamos continuar extrayendo de este libro frases tan cautivadoras
como inspiradoras para el lector que se adentre en el interior de
este itinerario de los afectos, a través de una geografía humana
que no solemos recorrer, casi siempre moviéndonos, erráticos, por
geografías perversas.
Es la narrativa de una
poeta que se ha enfrentado al reto de generar un universo humano. Una
población al estilo de las que Faulkner u Onetti fundaran en sus
inmensas literaturas. Auténticos microcosmos de la condición humana
que se atraviesan con la fortuna de encontrar a personas con las
cuales convivir durante unas jornadas. Personajes de ficción que se
convierten en tan reales que cuando te das cuenta les estás
aconsejando sobre lo que deben hacer en su vida, sobre la decisión
que tomar ante esa encrucijada que cada capítulo ofrece para
medirlos y, en definitiva, para medirnos a nosotros mismos.
Ana Merino lleva
veinticuatro años viviendo en Estados Unidos, impartiendo clases en
la Universidad de Iowa. Poeta de tronío, amante del cómic, cuyo
impulso académico como materia de estudio cultural de primer nivel
ha desarrollado en su trayectoria académica. ‘El mapa de los
afectos’, editado por Destino, le hace entrar de manera luminosa
por otro mapa, el de la narrativa, al recibir por este primer libro
el Premio Nadal. Ese asentamiento en Iowa, en el Medio Oeste
americano, conformado por amplias naturalezas y horizontes infinitos
en los que cada familia tiene en su hogar un reino íntimo plagado de
misterios aparentemente intrascendentes, es el hábitat que tras años
de observación se convierte en un territorio literario que construye
la historia de varias personas, cruzándose en diferentes momentos
para balizar así cada una de estas vidas desde sus imperfecciones,
desde los roces humanos que, en ocasiones, se convierten en
auténticas voladuras incontroladas. Pero Ana Merino si por algo
apuesta a lo largo de esta novela, convirtiéndose en su firme paso
literario en la confianza por la temible condición humana, es por la
bondad, por esa sima insondable que nuestra sociedad, en su presunta
modernidad, ha sepultado como algo que no puede ser aceptado como
meritorio. Son malos tiempos para la gente buena, para la que confía
en el resto de su especie. Las series de televisión ensalzan siempre
a los villanos, mucho más atractivos de cara a sujetar al espectador
ante la pantalla. Nuestro tiempo prefiere la sombra a la luz, pero,
¿qué sucede cuándo las personas luminosas se adentran en la
oscuridad? Pues que la fuerza se hace tan magnética que nos arrastra
a todos como polillas ante la bombilla. Un revoloteo con el que no
contábamos pero que nos sitúa ante este tipo de personas que con su
cariño generan una especie de pegamento que une como pocas cosas en
la vida. Abrazos, miradas, gestos, caricias, ayudas que nos erizan la
piel y dan sentido a la existencia, y a nosotros como especie, hasta
tal punto que Ana Merino ve en esas personas a las que han evitado
nuestra extinción, algo que, incluso tras leer el libro, no
descartaría por completo. De todas maneras, y frente al justificado
pesimismo, ‘El mapa de los afectos’ es un bálsamo eficaz, tanto
de lo literario como de lo vital.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 14/03/2020
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