[Foguetes verdes]
El último libro de Manuel Vilas, ‘Los besos’, es un canto al amor en esa edad madura demasiadas veces despreciada en nuestra sociedad a la hora de aproximarse al deseo
Han sido uno de los grandes damnificados de la pandemia. Los besos se han visto orillados de nuestra existencia, proscritos del día a día bajo el destierro de unas mascarillas que han convertido nuestras vidas en menos vidas. Manuel Vilas titula su nueva novela editada por Planeta, ‘Los besos’, y lo hace como un SOS, una llamada de auxilio en un tiempo de zozobra. Esos besos que solíamos darnos sin el temor al virus eran una manera de sentirnos vivos, de empatizar con el otro, de mostrar nuestro cariño, amor, deseo, confianza... y todo aquello que puede argumentarse cuando unos labios se encuentran con otros o con la piel humana.
Pero Manuel Vilas va más allá, y los besos de su libro emergen de un amor maduro desde una relación en tiempos pandémicos entre un hombre y una mujer, Salvador y Montserrat,edificando con sus cuerpos un territorio de resistencia frente al mundo de tinieblas que les rodea. La luz de sus besos, el resplandor del enamoramiento, el fulgor de sus cuerpos entrelazados, se enfrentan a esa realidad del momento que Manuel Vilas opone a la singularidad de la pareja. El histérico ambiente político, la tensa situación de la monarquía, el país que tenemos a nuestro alrededor y que semeja desmoronarse desde lo principal, que es el respeto a la convivencia, crean todo un caldo de cultivo en el que Salvador y Montserrat, convertida ya en Altisidora, personaje quijotesco, reflejan una pasión madura, algo que también suele repeler nuestra sociedad como son las relaciones entre personas mayores, como si el amor y la pasión solo le correspondiesen a los vientos de la juventud. Manuel Vilas compone un canto general al amor con mayúsculas, a ese «¿Darías la vida por mí?» con el que Altisidora somete a Salvador en la pregunta límite de toda relación y que aquí tiene algo también de delirio, de paréntesis en el caminar vital de ambos personajes que el azar ha querido reunir, un delirio al que ayuda esa compañía literaria que supone ‘El Quijote’ para Salvador quien, como con aquella Dulcinea del Toboso, hace de esa mujer que voltea su vida una idealización del amor que se topará con la aspereza del mundo real.
Ese ámbito de lo real es el otro gran vector del texto de Manuel Vilas quien ha hecho tanto de su poesía como de su narrativa, inteligentes espacios de análisis de nuestra sociedad. «Somos seres sensoriales: sin los ojos de los demás no existimos», leemos en ‘Los besos’, y en esa conjunción de miradas que nos rodean se explica mucho de lo que somos, de ahí que en cualquier aproximación a la comprensión de nuestra especie nuestros ámbitos de convivencia son imprescindibles, y por eso ‘Los besos’ está lleno de actitudes y comportamientos del individuo frente al colectivo, de Salvador en supermercados, hoteles, en el encuentro con otras personas, y que tan bien explora Manuel Vilas desde lo físico, lo tangible, lo vivido, aquello que sucede a diario en nuestro tránsito por la actualidad. Como aquel Quijote que cruzaba nuestro territorio en busca de desfacer entuertos, nuestros movimientos se convierten, en no pocas ocasiones, en auténticos delirios a los que ya nos hemos acostumbrado y que escasas veces discutimos. Salvador y Manuel Vilas ponen unos cuantos ante nuestros ojos, y les aseguro que tras la lectura de la novela, esas situaciones se les revelarán como molinos de viento convertidos en gigantes en muchos instantes de su cotidianeidad.
Esa interpretación de nuestros días, de nuestro comportamiento como tribu, hace de Manuel Vilas un imprescindible traductor de la vida en nuestra cultura, de ahí que el anuncio que estos días llena nuestras calles, de su participación el próximo lunes en el congreso Urbtopías, junto a la Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, la portuguesa Ana Luisa Amaral, para analizar el papel de la cultura en las ciudades, se convierta en un inmejorable altavoz para que el escritor aragonés siga reclamando en nuestra sociedad, como un grito desesperado, la necesidad de los besos, la conquista de una belleza, en estos momentos también bajo el imperdonable olvido de un país sumido en una «decadencia política, moral y mental», el desprecio a los ególatras Narcisos del mundo y la activación de ese motor vital que es el enamoramiento y que este libro agita como ese bálsamo de Fierabrás tan necesario para recuperar unas vidas que sin besos son la oscuridad.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/10/2021
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