domingo, 5 de novembro de 2023

Cuidado, no te quemes

 

[Ramonismo 171]

Eloy Tizón reúne en ‘Plegaria para pirómanos’ nueve relatos sublimes, tanto en su escritura como en su fondo de pura vida



CADA uno de los relatos que configuran esta ‘Plegaria para pirómanos’, editado por Páginas de Espuma, precisa de su tiempo de reposo. Un periodo de latencia que sirve para no salirse de lo narrado, absolutamente imposible hasta que pasan varias horas, y para que la contundencia del lenguaje baje unos cuantos grados una temperatura que abrasa las pupilas del lector en cuyo estado se hace imposible la relación con el entorno.

Nueve textos con un hilo que los trenza, unos de manera más evidente, otros de manera más casual, pero todos ellos perfectamente armados por un narrador en estado de gracia que dinamita la propia concepción del relato breve, estableciendo nuevos itinerarios, digresiones espaciales y temporales, pero que en cualquier caso se aferran a la vida para entender cómo esta patalea, para capturarla de la mejor manera posible y meterla en estas páginas en las que escribir es como perseguir a un conjunto de patos tras abrirles una jaula.

Esta metáfora, evidentemente, sería imposible que se me ocurriera a mí, de ahí que la recupere de uno los relatos que componen este libro, y es que en cada uno de ellos podríamos dedicarnos a señalar alguna de esas frases que una vez que las lees las entiendes ya como eternas. Verdades absolutas que se revelan ante el lector para siempre y que quedarán marcadas a fuego como aquellas señales humeantes con que se marca a determinadas reses. Un humo que sale de entre esas palabras, de entre unas historias escritas desde un lenguaje en permanente combustión que alumbra todos esos rincones en que se esconde la vida, tanto en sus puntos álgidos, en sus conquistas y felicidades, como en sus simas, sus ocasos y tristezas, o como él mismo escribe, «la vida es mitad magia, mitad espanto».

La vida del escritor, la existencia en soledad de los ancianos, la juventud, la vida en pareja... son sólo algunos de los argumentos que motivan a Eloy Tizón para trazar toda esa geografía humana que se abre frente a nosotros para poner ante nuestros ojos toda esa realidad que nos rodea y que muchas veces, demasiadas, intentamos evadir tan concentrados como estamos en nosotros mismos, en defender nuestra identidad, aunque ello vaya en perjuicio del colectivo, de una sociedad ante la que cada vez más debemos mostrarnos cautos, casi protegidos por una coraza de espinas para evitar toda una serie de daños, de ahí que no extraña que el protagonista de este devenir se llame Erizo.

Relatos para leer una y otra vez, sobre todo tras esa lectura inicial que se hace siempre entre la sorpresa y el deslumbramiento para, en posteriores encuentros, detenerse en los juegos que nos plantea su autor, en las complicidades con el lector, al que respeta de una manera no demasiadas veces vista en la literatura ya que sin esa implicación que se necesita en cada relato todo se vendría abajo. ‘Grafía’, ‘El fango que suspira’, Dichosos los ojos’, ‘Anisópteros’ son los títulos de algunos de ellos, mis favoritos, si quieren que les plantee un ranking, siendo los que más veces han hecho que me relama en sus historias y sobre todo en cómo estas se nos ofrecen, el gran reto de todo escritor, la gran conquista de Eloy Tizón. En ‘Dichosos los ojos’ enumera varias de esas bendiciones con las que la vida nos premia, instantes fugaces que nunca ya seremos quien de olvidar, preguntándose al inicio «¿Qué es lo que me falta a mí por ver?», a lo que todos nosotros podríamos unirle estos relatos, ya que en ellos te toca la belleza de verdad.

Seres equivocados, vecinos indolentes con quien se agota a unos centímetros de ti, un grupo de chicas a la búsqueda de la belleza, de qué manera miramos el mundo... son algunas de esas derivas en las que el autor logra que nos adentremos para mirar directamente a los ojos a la vida, aunque la temperatura de ésta sea tan alta que nos haga correr peligro. Siempre un peligro controlado, muchas veces inscrito en un inesperado latido poético capaz de configurar hermosas imágenes para la fiereza de las palabras, quizás, la única manera de aliviarnos del dolor, de curarnos del lamento, y todo en un libro que terminó de imprimirse, en la primera edición de las muchas que vendrán, el 26 de agosto de 2023, aniversario del nacimiento de Julio Cortázar, que se preguntó «quién nos curará del fuego»

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 7/10/2023 

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