domingo, 9 de xuño de 2013

Botellas




Derivan por los océanos más diversos como botellas arrojadas al agua para ser mecidos por las olas. Un vaivén que los conduce allá donde son demandados por su capacidad para la fascinación. Estas semanas han sido muchos los artistas que, como esas botellas, han puesto su corcho a remojo en dirección a las geografías más diversas, y en cualquiera de esos lugares el acuse de recibo llevará siempre a un mismo origen, a esta Pontevedra que unos venderán como residencia, otros como centro de trabajo y otros como su lugar de estudio y formación. Pero todos como el lugar del que partir, como hiciera Ulises de Ítaca en busca de sus sirenas. 
Dentro de esas botellas se encierran horas de trabajo y kilos de talento que funcionan como una dinamo que no deja de proyectar a nuestros creadores, en muchos casos obligados, ante la cada vez más grave escasez de propuestas culturales en la periferia que volvemos a ser y en la necesidad de visibilizar su trabajo en lugares donde todavía puede haber un espacio para la esperanza y la venta, porque los estómagos llenos únicamente de inspiración son más una sinfónica que un sustento. Ellos son pintores, editores, escritores... gente de la cultura a la que cada vez más se le agota el oxígeno para seguir respirando talento. 
Oxígeno como el que se le acabó a nuestros únicos cines mientras eran desmadejados en unas escenas dolorosísimas, de butacas desmontadas y cabinas de proyección taladas como faros a los que se les ciega su lámpara. No dejo de pensar en Totó y en la demolición de aquel Nuovo Cinema Paradiso que era tantos cines a la vez. Su secuencia final de besos entre lágrimas, las suyas y las mías, y también las de todos, se han convertido esta semana en los planos secuencia de la frustración, pero también en el primer plano de un The End que define mucho de lo que en realidad es este tiempo en el que toca movernos, sin brújula, navegando ante el desamparo de las tormentas e intentando no estrellarnos contra los acantilados que muchos se empeñan en afilar con puntiagudos IVAS denostando permanentemente el entramado cultural, cuando precisamente es la cultura el puerto de abrigo que necesitamos, como le comentó hace unos años el reciente Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Antonio Muñoz Molina a Antonio Lucas en El Mundo, en una de esas entrevistas que solo él es capaz de hacer y muchos anhelamos firmar: «La ficción crea modelos de explicación del mundo mediante el relato de los símbolos. Sirve, como sirve el mito, para explicar algo y también para refugiarse». 
Símbolos y mitos que Alberto Gulías compone como único creador gallego que participa en el Encuentro Artístico de Calvi, en Cerdeña, que este año tiene a España como país invitado. Un pontevedrés que desde su imaginación une dos mares, el Atlántico y el Mediterráneo, ambos llenos de circunstancias míticas que hoy en día se ven aplastadas por esta feria de las vanidades en que se ha convertido nuestro mundo. En aquella isla, quizás la mejor preservada del Mare Nostrum por el bendito olvido del turismo, poseedora de la segunda pinacoteca de Francia y patria napoleónica, ahora es un pulpo el que con sus tentáculos abraza ambos océanos para brillar bajo el dorado sol mediterráneo preñado de su hálito orientalizante. Lujo, calma y voluptuosidad en el poema baudeleriano, traducido a imagen como antes hiciera el gran e inalcanzable Matisse
El resto de botellas luchan también por no romperse, por no ser fragmentos pisoteados por un sistema en el que cada vez más parecen tener menos encaje, aunque si hay que pisar cristales que sean de Bohemia, como idearon Benjamín Prado y Joaquín Sabina, en mano a mano antológico desde una Praga que sembraron de botellas arrojadas a un mar de canciones. Son esos vidrios los que transportan en su interior, al igual que con el gallego conquistador de los sardos, el impactante hiperrealismo de Teresa Brutcher a una galería de Frankfurt; la naturaleza ascética de Tamara Feijoo a la Galería Estampa; la siempre sorprendente propuesta de Kike Ortega, repitiendo un año más en el Teatro Amaya, y los tan ágiles como encantadores dibujos de Manolo Dimas en la galería Vuelapluma, todos ellos en Madrid. Capital, con Feria del Libro incluida, en la que también desembarcaron nuestros escritores de moda, Manuel Jabois con su hijo debajo del brazo y Manel Loureiro al timón de un barco que quiere incrustar en los primeros puestos de ventas, y a fe que lo hará. Hasta Nueva York llega Kalandraka para presentar esos libros que son una aventura en sí mismos, un orgullo que, como todas esas otras botellas que hemos visto salpicando los océanos del mundo, tienen su denominación de origen en este rinconcito en el que parece que no sucede nada pero vaya que si sucede.


Publicado en Diario de Pontevedra 8/06/2013
Imagen: 'La estrategia del pulpo' de Alberto Gulías

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