Llega esta semana a la cartelera una de las grandes favoritas a los
Oscar, ‘La gran estafa americana’. Con sus diez nominaciones bajo el brazo
(empatada con ‘Gravity’ en lo más alto del podium de nominaciones), la obra del
director David O. Rusell (‘The fighter’ y ‘El lado bueno de las cosas’) nos
presenta una historia que hurga en los Estados Unidos de los años setenta,
aquella Norteamérica que se desperezaba de la pesadilla de Vietnam, descubría
que un presidente podía mentir a su pueblo y que el petróleo sometía una férrea
dictadura a su economía. En ese río revuelto siempre hay una serie de
personajes que quieren sacar tajada, y ellos son los que centran esta película
de actores pero poco más. Christian Bale, Amy Adams-sobresaliente-, Bradley
Cooper y Jennifer Lawrence, todos ellos con merecidas nominaciones, nos ofrecen
un excepcional trabajo, pero éste se diluye a lo largo de una película en la
que uno rara vez se siente integrado. Ni las bondades de su fotografía (una
curiosidad es que está rodada en celuloide, quizás una de las últimas) o su
banda sonora, que quieren transportarnos a cómo se veía aquella sociedad a sí
misma, son capaces de hacernos partícipes de esta historia en la que dos
timadores deben colaborar con el FBI para detener a un pez gordo que hace de su
cargo político un paraíso del fraude.
Es en ese trabajo de actores cuando la película remonta el vuelo, siendo
estos momentos los que merece la pena ver por cómo se encaran entre ellos, cómo
descubren sus afectos y miserias cara a cara, pero sobre todo por la defensa de
sus intereses para salvarse de la quema en que se convierte toda existencia.
Una película que pone contra las cuerdas a una nación forjada en muchos casos
desde el delito y la corrupción, continuando la estela de obras de Martin
Scorsese a las que emula pero de las que se queda a años luz. De ahí que esas
diez nominaciones, exceptuando las actorales, parecen elevar demasiado el
listón de una película que ni mucho menos las merece.
Publicado en Diario de Pontevedra 31/01/2014
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