OTRA VEZ reclama su tributo. Su cruel pago a partir de
aquellos que le desafían día a día en busca de su pan. El mar se ha tragado
nuevas víctimas, héroes que desde el anonimato diario buscan subsistir con su
duro trabajo pero que de manera imprevisible se han ido al fondo del mar y con
ellos la felicidad de sus familias.
Ni los avances técnicos, ni las medidas de salvamento serán
nunca quien de evitar por completo que el mar se cobre ese peaje por surtirnos
de él y por disfrutar de su inmensidad.
«El resonante tigre de las aguas,/las uñas resonantes de
cien tigres,/las cien manos del agua,/los cien tigres con una sola mano contra
nada», escribió Octavio Paz, y es que cuando el mar araña el dolor es
incontenible, un grito sordo que se hunde en su profundidad hacia un abismo en
el que la belleza se convierte en silencio y desolación.
Entre Dous. Diario de Pontevedra 2/04/2014
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