▶ «¡Esa fulana rubia no es capaz de
actuar ni en sueños! Se cree que por mover y contonear el culo le va a salir
bien su escena. Pues no señor»
[Bette Davis opina sobre Marilyn Monroe
durante el rodaje de ‘Eva al desnudo’]
Semana de levantar el atrezo. De
componer el escenario surgido de unas urnas que han puesto a este país patas
arriba. Tablas sobre las que dialogar para construir y telones que abren un
nuevo tiempo, esta vez sí con toda la razón y no la frase hecha con la que se
bautiza a cada legislatura. Llegan nuevos actores para competir con ciertos
divos, muchos de ellos ajados y venidos a menos por las actuaciones de quienes
les han puesto en paños menores ante la clientela.
Este Congreso de los Diputados, al que desde esta semana no conoce ni la
madre que lo parió, empleando la frase acuñada por Alfonso Guerra, ausente por vez primera desde la recuperación
democrática, ejemplifica una sociedad que deja de estar embutida en los trajes
azul marino, con la corbata de Hermés
al cuello y en la muñeca un reloj de arena incapaz de tomarle la hora a un país
que ha dicho que a partir de ahora todo será diferente. Y cuesta, claro que
cuesta, primero a los del asiento de cuero, con la forma de su trasero ya
perfectamente impresa en él, entender la nueva situación. Ver que aquellas
caras que ahora pasean junto a ellos sobre el enmoquetado rojo del Hemiciclo
son los mismos que nos podemos encontrar en la cola del cine o en un vagón de
metro; y segundo, a toda una grey periodística y tertuliana que ve como se le
escapan los caballos al galope, aquellos que ya tenían domados ahora los ven
orillados por una generación sin complejos y que precisamente donde se
encuentra más cómoda y en donde dominan mejor la situación es ante una cámara o
un micrófono. Además de darse cuenta de que sus profecías sobre el fin del
mundo no se cumplen. Y claro, el espumarajo en la boca.
El blanco y el negro, o el rojo o el
azul, usen la paleta como quieran, ahora se llena de matices. De grises o de
violetas y naranjas. Nuevos tonos para pintar a esa nueva realidad, mucho más
próxima al barrio y menos a los consejos de administración, que nos deparará
sesiones llenas de momentos impensables hace solo unos pocos meses. El hartazgo
es lo que tiene, que en un margen de tiempo muy breve puede cambiarlo todo.
El atrezo de las mayorías absolutas ya
es historia, el de la alternancia entre dos también, la escena se abre y los
papeles protagonistas llegan a más gente. La coralidad se abre paso sobre
el escenario, algo siempre tan difícil de engrasar nos traerá semanas de máxima
tensión, de nervios y declaraciones que solo servirán para llegar a un acuerdo
de última hora, en el último segundo y evitar así unas nuevas elecciones. Ese
parlamentarismo con el que a tantos se les llena la boca de buenos deseos surge
precisamente de eso, de parlar, de hablar, de llegar a acuerdos y esta
democracia parlamentaria deberá ahora entender su significado real, no el
planteado hasta ahora, sino el complejo, el de conversar y buscar puntos de
unión. Mal empieza esto si a la hora de sentarnos a la mesa ya empezamos con
limitaciones de todo tipo, por donde deben ir unos y por donde otros. Con
papeles memorizados pero que día tras día pierden su sentido en función de lo
que sucede puertas afuera de la Cámara Baja.
Para la historia quedan ya episodios
como los del mediático y reivindicativo bebé de Bescansa, las cazadoras colgadas en el respaldo de los escaños, el
berrinche infantil de Pablo Iglesias,
la confusa y clarificadora mirada de Mariano
Rajoy a las rastas de Alberto
Rodríguez, la execrable purga de piojos pedida por Celia Villalobos, el permanente equilibrismo de Ciudadanos, la vergonzosa presencia de Pedro Gómez de la Serna, el
plausible discurso del nuevo presidente del Congreso, Patxi López, o los diputados de En Marea, atrapados en su propia trampa, y que en algún momento
explicarán a sus votantes como pretendían jugar al fútbol con la mano.
Esto no ha hecho más que empezar ya que
solo se ha levantado el telón de la primera escena. Ya hemos visto las virtudes
interpretativas de nuestros actores, taimados unos, excesivos otros, lo que
está claro es que les falta cogerle el punto a este nuevo escenario en el
que deben buscar su propio espacio, su propio yo. En otra gran representación,
como es la película ‘Eva al desnudo’,
Bette Davis avisa a sus compañeros
actores: «Abróchense los cinturones, va a ser una noche movidita». Ustedes
también quedan avisados.
Publicado en Diario de Pontevedra 16/01/2016
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