Hay libros que se pegan
a la piel del lector. Textos con los que uno, por los motivos que
sean, sobre todo los relacionados con las experiencias propias, se
siente reflejado en sus palabras. Son libros que parecen situarse, no
tanto junto al lector, y sí como resúmenes de un grupo
generacional, de un colectivo que responde a toda una serie de rasgos
comunes. Y para eso poco importa si la historia que se cuenta se
sitúa en Madrid, Moscú o Montevideo. Las geografías físicas poco
entienden de las geografías personales, en ellas la literatura
disuelve ríos y cordilleras frente a las emociones que la vida nos
hace experimentar.
Pedro Mairal nació en
Buenos Aires en 1970. Autor de novelas, poesía y guiones
cinematográficos, escribe para diferentes medios de comunicación
latinoamericanos. El pasado año publicó en Argentina La
uruguaya, editada ahora en España de la mano de la siempre intuitiva
editorial Libros del Asteroide. Y La uruguaya es,
precisamente eso, un relato que, partiendo del individuo, ofrece una
dimensión generacional que se sitúa ante un hombre de cuarenta años
con dudas sobre su matrimonio y en el que un cambio de ciudad durante
un único día motivado por un viaje entre Buenos Aires y Montevideo
para cobrar un anticipo por unos libros le llevará a plantearse
muchas cosas sobre su actual estado vital. En él, permanentemente
sobrevuela el cómo la vida nos va posicionando ante diferentes
situaciones que son las que van definiendo nuestra existencia, las
que generan un mapa en el que se van sedimentando diferentes
accidentes geográficos que nos costará más o menos superar, pero
que en cualquier caso marcarán nuestro devenir y motivarán
infinidad de situaciones motivadas por el miedo, las dudas, las
preguntas sobre cómo irán discurriendo los años siguientes, en
definitiva, nosotros y lo que nos rodea.
El autor nos sitúa
ante una jornada en la que el protagonista hace de esa nueva
geografía una especie de retorno a un momento previo de su vida,
estableciendo contacto con una mujer que llegó a significar un
momento inolvidable en el tiempo, aunque éste fuera muy escaso. Esa
compañía parece convertirse en un soplo de aire fresco, pero solo
servirá para comprender aquello que canta Sabina de que "al
lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", por lo
que se había convertido en un feliz de recuerdo de un amor
iniciático se convierte en una repetición de errores, en una
sucesión de situaciones que, partiendo de lo cómico, no dejan de
mostrar lo grotesco del personaje y como cada tiempo vivido responde
a un momento determinado. Saltarse esa sucesión cronológica deriva
en situaciones como las que se producen en el transcurso del relato.
Un devenir que se convierte en brillante por la capacidad del autor
para transmitir sensaciones, para reflejar el pasado y el presente a
través de la mirada del protagonista y sus continuos planteamientos
de su existencia que no hacen más que dirigirse en una huida hacia
adelante en la que las parejas se van modificando y las relaciones
entre hombres y mujeres pasan por situaciones muy propias de nuestro
tiempo, y así todo parece fluir con una enorme normalidad a lo largo
del libro gracias a la capacidad para narrar de Pedro Mairal, como él
mismo escribe en el final del relato: "Escribo sobre lo que me
pasa". Una escritura directa, sin grandes artificios literarios,
sin las vanas pretensiones que muchos escritores buscan introducir en
sus obras para mostrar lo bien que escriben, lo mucho que saben de
literatura, pero olvidándose de rascar en la piel del lector, allí
donde la complicidad con el autor es lo que le concede importancia a
un relato, aunque este no trate de grandes circunstancias, sino,
simplemente, de un hombre repleto de preguntas, situado en una de
esas encrucijadas en las que la vida te mide y en las que nadie posee
un libro de instrucciones sobre que es lo que hay que hacer. En la
que simplemente uno contesta: "Soy yo".
Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda. Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo 19/03/2017
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