[Ramonismo 124]
'En el vientre de la ballena' es una atalaya desde la que observar el inabarcable paisaje que supone la cultura
¡POR allí resopla! gritaba la tripulación del Pequod cada vez que asomaba por el horizonte marino el lomo de aquella ballena blanca, al tiempo que le hervía la sangre al capitán Ahab preparado para cumplir su venganza de atrapar aquel animal que lo había marcado para el resto de su vida. De manera parecida, y partiendo de una imagen tan poderosa como la de una ballena surgida del inconsciente de Diego Moldes mientras leía un texto del gran e inolvidable George Steiner, el autor pontevedrés se afana por capturar a ese gigantesco cachalote que forma parte de nuestra sociedad, como es el de la cultura, intentando responder a una pregunta: ¿Qué es la cultura?, que detona en el interior del libro proyectándose en infinitas direcciones a la búsqueda de poder arponear toda una serie de respuestas que no hacen más que poner en valor lo que significa el hecho cultural en la configuración y evolución del ser humano.
Profundo conocedor de esas inmensas ramificaciones que desde la noche de los tiempos significan a la cultura como un elemento imprescindible en el devenir humano, Diego Moldes nos presenta un vastísimo y documentado trabajo en el que, como él mismo admite de manera lúcida: «Lo más valioso de mi libro es lo que yo no he escrito», y es que junto a sus aportaciones personales, que las hay y bien interesantes, ‘En el vientre de la ballena’ (Galaxia Gutenberg), se convierte en una venturosa travesía alrededor de las opiniones de numerosos nombres que son referentes culturales de nuestro momento y que responden a dos cuestiones que vertebran todo el ensayo. Y estas son la ya referida búsqueda de una definición de cultura y en qué se asemeja y diferencia la cultura del siglo XXI de la cultura del siglo XX. Respuestas que se van amalgamando con todo ese horizonte generado por la cultura desde sus diferentes posibilidades y géneros, que Diego Moldes nos permite observar como si estuviésemos a bordo del ballenero creado por Melville para ser conscientes de las posibilidades del ser humano y cómo cuándo nos lo proponemos no somos esa especie que cada vez más semeja fracasada en su capacidad de mejora. Si algo permite la cultura es sembrar preguntas y respuestas, dudas que, como un catalizador, activan la inquietud de los autores para alentar ese hecho central del texto como es la creación.
Unas creaciones que son las que se manejan como referentes, como acompañantes en el cabotaje de Diego Moldes por un sinfín de océanos imposibles de reconocer al completo, pero en los que nuestro intrépido capitán selecciona una serie de hitos que han ido conformándonos a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestro tiempo, quizás el más convulso o quizás no, ya que demasiadas veces entendemos cada uno de los tiempos presentes como único e irrepetible, cuando, precisamente este libro, genera toda una serie de encadenamientos a través de procesos creativos que se alimentan a lo largo del tiempo, uniformizando esa línea temporal. Todos esos sedimentos de lo que somos son los que al ser descubiertos permiten al autor enfrentarse al interminable debate alrededor de lo creativo, del sentido lúdico del creador, de la distinción entre alta y baja cultura, a la modernidad líquida de nuestro presente, al desafío digital, al canon cultural, a las diferentes formas de lo que puede entenderse como cultura... es decir, todo un inmenso espacio de pensamiento y discusión, pero este es, a mi modo de ver, el gran éxito de este libro, el lograr parar el tiempo, el encerrarnos en esa singladura para propiciar nuestra reflexión en un momento marcado por una sobrecarga de estímulos que logra que todo sea más liviano y etéreo, convirtiendo en destacable una de las frases iniciales de este libro tomada de Montaigne, cuyo comienzo es el siguiente: «No estamos nunca concentrados en nosotros mismos...». El autor francés la escribió muy lejos de nuestro entramado visual, pero una vez más pone ante nuestros ojos la permanente necesidad del ser humano por observar su interior, por convertirse en un ser capaz de reflexionar sobre sí mismo y sobre su entorno, para lo que la cultura es el mejor bote al que subirse. Diego Moldes logra encerrarnos en un buque literario para enfrentarnos a un rastro cultural sin el que el ser humano sería muy diferente, y, si me lo permiten, bastante menos humano.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/09/2022
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