luns, 1 de novembro de 2010

Cuando una gota se vuelve océano

El Náutico de Pontevedra, situado en plena desembocadura del río Lérez, acoge una selección de obras del artista Alberto Gulías, que presentan una fuerte vinculación con el medio marino. Pocos lugares se muestran tan apropiados para la reflexión desde lo artístico como este local, que, entre su variedad de oferta hostelera, también apuesta por la presencia de diferentes artistas, casi todos muy vinculados a Pontevedra. Alberto Gulías en esta ocasión nos invita a sumergirnos en una imaginación inagotable y llena de exitosas posibilidades.



Con las maletas a punto de cerrarse de cara a participar en la próxima feria de arte Feriarte, a celebrar en Madrid entre los días 20 y 28 de noviembre y a la que acude dentro de la galería Jaime Trigo, Alberto Gulías se despide durante una larga temporada de la que es su ciudad. Rincón en el que recarga energías de cara a una frenética actividad expositiva que derivará en un 2011 con muestras ya confirmadas en Londres o Barcelona. Pero al final de ese camino, de ese desasosiego interno con profundas connotaciones pessoanas, más evidente en la obra de Alberto Gulías, pero que todo artista presenta ante lo desconocido, siempre se encuentra Pontevedra. Ciudad que cada vez se muestra más atractiva y más cercana al individuo, precisamente el protagonista de todo su trabajo. El eje sobre el que se articula una obra de una profunda imaginación, cargada de elementos simbólicos que no deben distraernos de esa presencia humana.
En el Náutico, Alberto Gulías nos sitúa ante uno de sus mundos creativos, el que surge del mar, océanos que devuelven a tierra los restos de un naufragio, el de ese hombre que secularmente se ha vinculado al mar, a su fortuna, y en muchos casos, a su desgracia.
Especies marinas, restos de civilizaciones, objetos, azares, mitologías... todo ello tiene cabida en esos collages tan sugerentes que acompañan a lo largo de esta selección de obras a sus grandes protagonistas, las esculturas. Tres figuras humanas que se convierten en soporte de una identidad. Una triada al estilo de la estatuaria clásica que busca la conquista de un lugar, la apropiación del espacio en que ésta se ubica y nos retrotrae a las antiguas culturas mediterráneas. Adoradores de la naturaleza, exégetas de una dimensión de miedos y dudas. ‘Mar de fondo’, ‘Superstar’ o ‘El mariscador’ conforman ese Olimpo ante el que Alberto Gulías nos convoca. Sus pieles repletas de elementos, adhesiones de un océano que imprime sus huellas, rastros de una deriva natural, fabulaciones de un universo submarino, entre lo real y lo irreal. Porque en el trabajo de nuestro protagonista hay mucho de ese enmascaramiento que produce la mezcla de ambas situaciones. Confusiones con las que premeditadamente juega quien se convierte en un nuevo fabulador. Creador de mitos y relatos teñidos por la épica del mar. Así se contiene en ese gran cuadro que nos observa a través de un ojo abisal en cuyo interior se esconde una sorpresa, a su alrededor se despliega todo un imaginario, tan poderoso como atractivo: brújulas de arena, un hombre conformado por un conjunto de delfines, y ese marinero, marinero en tierra, con evocaciones melancólicas, plasmación de ese desasosiego al que nos referíamos al inicio de este texto. Este azul que sustenta toda la obra se estrella contra las paredes del Náutico, un rompiente cuya espuma regenera las restantes obras, trabajos que, como en un naufragio, deposita en nuestra orilla, los restos de tantas y tantas culturas, antiguas y modernas. Gotas de mar capaces de condensar la inmensidad del océano que aquí se despliegan para introducirnos en ese viaje que siempre nos propone Alberto Gulías en sus exposiciones. Recorridos fascinantes cargados de unas maletas llenas de las inquietudes y las pasiones de este artista, de frenética actividad, con los ojos abiertos a un mundo cada vez más dinámico y heterogéneo. Nuevos tiempos que Alberto Gulías sabe combinar con la tradición, ese pozo inagotable del cual sabe extraer el sustento para su obra y una sólida base sobre la que articular su discurso. Estos ‘Seres de agua’, como él mismo los define, funcionan como esas gotas de mar que antes citábamos, núcleos donde la idea del mar se concentra y estalla para nuestra satisfacción. Se crea así un espacio que alienta nuestra imaginación, y desde este balcón sobre el Lérez, en que se convierte el Café-Restaurante Náutico, podemos disfrutar de un gozoso momento, donde Alberto Gulías, ha esparcido sus 'fugas onduladas de vaga luz' como diría el gran Fernando Pessoa.

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