«Todo arte viene de la naturaleza, el que puede arrancarlo de ella, solamente éste la posee» Con esta frase de Durero se cierra el catálogo que acompaña a esta exposición de Darío Basso (Caracas, Venezuela, 1966) en el nuevo edificio del Museo de Pontevedra, pero es también una frase que nos permite abrir una especie de ventana al universo creativo de este hombre que llega a Vigo con solo tres años para convertirse en el futuro en artista a través de un proceso de identificación con la naturaleza, que se irá afirmando con numerosos viajes por el mundo.
A lo largo del año por una ciudad como Pontevedra pasan exposiciones de lo más diverso, con mayores o menores pretensiones, pero que ofrecen un abanico de lo más variado. Dentro de ese abanico hay algunas muestras que pasarán al recuerdo de los amantes del arte. Tanto por las pretensiones de su planteamiento, el montaje en el espacio requerido y sobre todo, por la contundencia del trabajo en cuestión. Así sucede con la muestra de Darío Basso que se presenta en el nuevo edificio del Museo de Pontevedra hasta el 16 de marzo y que bajo el nombre de ‘Materialeza 1999-2011’ recoge un conjunto de trabajos agrupados en varias series que recorren diferentes puntos del mundo, lugares en los que han sido creadas por un artista que se deja envolver por el manto de la naturaleza para evocar un universo propicio para que la recepción por parte del visitante implique todo ese potencial que el artista ha sabido ver en su elemento inspirador. Ese carácter abrumador que tantas veces nos muestra la naturaleza se repite en cada una de las series que conforman la exposición, generando un ecosistema en el que de nuevo nos encontramos con nuestra inherente fragilidad.
Materia| Responde Darío Basso a ese sentimiento de pertenencia a un ente superior, a una naturaleza a la que se reverencia una y otra vez de la que se aprende y se intenta comprender su valor así como el proceso de degradación al que el ser humano suele someterla. Artistas como Fernando Casás o Jorge Barbi, se mueven también en esa dinámica y su trabajo suele ser demandado en mayor medida desde fuera de nuestras fronteras que en su propia tierra, de ahí la importancia de esta muestra. El valor que posee como recorrido por una vida y por una serie de experiencias que son las que permiten la maduración de persona y obra. Y así lo vemos si partimos de ese gran mapamundi que centra la exposición y del que nacen cada una de las series que configuran la muestra. ‘Equinoccial’, ‘Leviatán’, ‘Ons’, ‘Urpflanze’, ‘La nave del argonauta’, ‘Acimut’, ‘Agoritmi dixit’... y así hasta completar un itinerario vital que refunda la manera de entender el arte del artista, de mirar y de recrear la naturaleza experiencia a experiencia.
Pintura y materia van interrelacionándose en un proceso de sedimentación, de conjunción que es lo que configura el paso de lo real a lo imaginado, de lo vivido a lo sentido, de lo natural a lo sobrenatural y es que del trabajo de Darío Basso trasciende un sentido de inmanencia, un panteísmo propio de culturas primitivas, y es que esa aproximación artística del autor a la naturaleza no se puede desligar de ese sentido primigenio como deidad y elemento de culto que ofreció la naturaleza a diferentes culturas. No solo hablamos de culturas prehistóricas, sino de pueblos que todavía hoy en día permanecen alejados del influjo del hombre moderno al estilo occidental tal y como lo conocemos.
Templo| La espectacular disposición propuesta desde el Museo de Pontevedra confiere al conjunto de la muestra ese carácter de templo primitivo, de cueva demiúrgica desde la que se honra a la madre naturaleza. Darío Basso sabe armar esa condición y ponerla en relación con el hecho pictórico más contemporáneo, de ahí la riqueza de su discurso y el éxito de su planteamiento. Modernidad que parte incluso de esos cuadernos de viaje, pasos premonitorios ante el hecho futuro de la traslación al gran mural, que se vislumbran como la idea original a partir de la cual actuar y edificar la nueva naturaleza, en la condición que al artista convierte de pretender evocar lo que existe a su alrededor y que en el caso de Darío Basso no se limita al hecho natural, al elemento botánico, por decirlo llanamente, sino que se integra en una acolmatación de hechos que se ligan al lugar donde surgen cada una de esas series. Y así es como ‘Leviatán’ se acerca a la catástrofe del Prestige, ‘Urpflanze’ indaga en la generación de las flores desde un pensamiento de Goethe o ‘Algoritmi dixit’ reflexiona sobre las barreras culturales entre oriente y occidente, generándose de esta manera un fértil imaginario donde la construcción histórica del ser humano se asienta en la naturaleza como forma y fondo de un arte que hace de lo natural pintura, y de la pintura naturaleza. Dos vías inagotables.
Publicado en Diaro de Pontevedra 5/03/2012
Fotografías: Rafa Fariña
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