Demasiados peajes que soportar. Mariano Rajoy pisa el acelerador en la autovía de la desesperación para atropellar a un pueblo que ignoraba lo que le venía encima. Un pueblo al que nadie advirtió. Al que nadie dijo nada. El silencio era el programa, el silencio era la trampa. A buen seguro muchos de los votantes populares están también perplejos ante los latigazos que sufrimos de viernes en viernes. Si algo nunca se le perdonará a este Gobierno será el hacer de esos días, en los que el trabajador se mecía a la espera del descanso, una tortura. Se les teme como a un Lucifer sin tridente, pero con largas tijeras de podar. Y es que hay algo demoníaco en este hostigamiento a los trabajadores, en cocernos a fuego lento hasta un extremo incalificable. Las calderas del infierno exigen la máxima austeridad a todos los gobiernos y solo desde estas últimas semanas los sones de la Marsellesa, al igual que en ‘Casablanca’, parecen llegar para reivindicar el orgullo de la Europa trabajadora y liberarla de una angustia que empieza a discutirse. Desde la Galia se ilumina la necesidad de otra política, en la que la solución a la crisis no penda tanto de unos peajes encaminados, más a destruir conquistas sociales, que a la pretendida regeneración económica. Cuando ésta llegue, lo cobrado será demasiado alto, y las víctimas, ya irrecuperables.
Publicado en Diario de Pontevedra 5/05/2012
Fotografía.Rafa Fariña
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