27 de enero de 1913. EL DIARIO DE PONTEVEDRA de aquel día se hacía eco de
una brutal noticia. Ravachol, el loro de Don Perfecto, azote de señoras de
postín, señoritas y curas, había muerto. La ciudad de Pontevedra abría así una
de sus páginas más fecundas en cuanto a la consideración humorística de una
ciudad. Un humor que, como decía Ramón Gómez de la Serna , es “la actitud más
cierta ante la efemeridad de la vida...”. Ese humor es muestra de una
Pontevedra, inteligente, culta, de grandes personajes de ciencias y letras, de
tertulias en cafés, de charlas por las calles, de adelantos técnicos que
permitían a esta ciudad ser un foco de cultura como muy pocas en una Galicia
todavía anclada en un pasado de sombras. La muerte de ese loro supone, no una
anécdota, sino la demostración de cómo un pueblo puede hacer de la fiesta un
motivo de inteligente orgullo, además de convertir a Pontevedra en un referente
moderno al transformar ese acto en un rebelde gesto ante la sociedad.
Ravachol
llegó a Pontevedra como un regalo a las hijas de Montero Ríos, como narra
Sabino Torres, un regalo que tras el periodo estival de estancia en el Pazo de
Lourizán las obliga a dejárselo al famoso boticario Perfecto Feijoo, éste, ante
tal encargo, lo deja en las cercanas cocheras de carruajes ubicadas donde hoy
en día se encuentra el Gran Garaje en donde el trato con mulas y demás animales
era frecuente. Obviamente ese no era el mejor lugar para la adecuada educación
del plumífero y fue así como su lengua se hizo afilada, recogiendo las más
perversas palabras que emitían aquellas gentes que por allí pasaban. Al
regresar las distinguidas señoritas y recoger a su loro no pasó un día hasta que lo tuvo de
vuelta el boticario, ya que las palabras emitidas por el loro en el Palacio de
Lourizán todavía resuenan en sus muros. Al boticario le hizo gracia este loro
parlante tan mal hablado y lo acogió en su botica, en la plaza de la Peregrina ,
convirtiéndose en un punto referente para los pontevedreses que por allí
pasaban.
Éstos rara vez se escapaban de los improperios emitidos por el animal,
`aquí no se fía', `se collo a vara', o el llamamiento a las mulas para que se
moviesen `arre, arre', con lo que se hacía complicado detenerse ante el
negocio. Junto a esas frases también era de destacar la capacidad para
diferenciar a los clientes que por la farmacia aparecían: Desde el `Perfecto,
señores', hasta el `Perfecto, paisana' llegando al `Perfecto, puta' en el caso
de la que señora llegara excesivamente maquillada. Escapadas por los
alrededores de la botica y su participación en alguna velada artística, como la
celebrada en el año 1900 en el Teatro Principal participando en un apropósito
dirigido por Labarta Pose, le afamaron. Su muerte fue, por lo tanto,
tremendamente sentida por toda la ciudadanía, y así fue como Perfecto Feijoo al
ver las muestras de dolor que comenzaban a llegar a su negocio y coincidiendo
la muerte con los preámbulos del carnaval decidió organizar unos actos propios
de un alto dignatario. Mesa de condolencias, velatorio, cortejo fúnebre, y un
último adiós a quién tantas risas había dejado en la ciudad. Que decir tiene
que la iglesia no veía con muy buenos ojos estos actos, que parecían
ridiculizar los servicios religiosos y su oposición fue frontal,
pero la voluntad popular venció y según cuentan, las riadas de gentes que
acompañaron a nuestro querido plumífero desde el actual edificio de sindicatos,
donde antes se ubicaba el Recreo de Artesanos, hasta el Circo-Teatro en la Alameda , donde tuvo lugar
una esperpéntica velada lírica, pasando por la Herrería , Comercio,
Villaverde, Michelena y Oliva, eran clamorosas. Gentes ataviadas de luto
riguroso, crespones negros en las ventanas, telegramas llegados de los más
dispares lugares de Galicia y hasta de Madrid, sobrecogieron a una ciudad, que
desde entonces adoptó a este animal como un símbolo de muchas cosas, y que
afortunadamente se recuperó en 1985 como distinción del carnaval de Pontevedra.
"Super abundantemente, super-profusamente, se repartirá en la mañana
de hoy por las calles de Pontevedra, una sensacional y abracadabrante proclama.
En ella se excita al pacífico vecindario a fin de que concurra a las siete de
la tarde a la Plaza
de la Constitución.
El cadáver del nunca bien fusilado Ravachol, saldrá de la
sociedad Recreo de Artesanos a la hora anteriormente expresada. En la comitiva
figurarán carrozas, de nuestras sociedades de recreo, de los amigos del
inconsolable Don Perfecto y del club Machada de Vigo, burros y burras de Caldas
y el público en general, sin distinción de edades, sexos, ideas políticas,
profesión, etc, etc..." De esta manera EL DIARIO DE PONTEVEDRA del 5 de
febrero de 1913 convocaba a la población a asistir a la despedida del querido
Ravacholiño, el loro del boticario. En el bando que se repartirá al público
constaba la siguiente frase: "Se celebrará en el Circo-Teatro una criminal
velada que correrá a cargo de unos cuantos conocidos atropelladores del arte
cómico-lírico-rapsódico-romántico-sentimental". Del mismo modo se incluían
los precios para asistir a la despedida de la estrella de la vida diaria
pontevedresa de los últimos años. Es así como las sillas costarán 0,75 pesetas,
la entrada general, 0,40 y los palcos 4 pesetas. "El programazo,
fulminante, detonante, rebosante de varias reuniones y consultas, es el
siguiente: Introito por la banda municipal, Latomonía biográfica, con los
excesos consiguientes, por un entusiasta admirador del ilustre muerto,
Canzonetta coreada por el signore Vittorio (imaginamos que sería el buen amigo
del boticario Víctor Cervera-Mercadillo), Herejía lírica, recitada por la
hermosa y encantadora y enamorable señorita Biancha d'ella Porta (aquí
apostamos por el señor Blanco Porto), Discurso tétrico necrológico por un jefe
de estación, que es de los que mejor conocen lo deprisa que marchan las cosas
de este mundo, Gran marcha macabra triunfal coreográfica, Monumental
apoteosis". Finalmente se hacía saber que "los productos obtenidos de
la velada, destinaránse a beneficio de la Casa hospicio y de las Hermanitas de los
pobres".
Como podemos apreciar, la imaginación y buen humor de esta gente
constituyen todo un ejemplo de cómo una ciudad puede ser un reducto de alegría
y buena convivencia, y todo ello gracias a un loro. Ravachol. ¡Que continúe el
espectáculo!
FRANÇOIS-CLAUDIUS
KOENIGSTEIN. RAVACHOL
A
todos nos suena el nombre de Ravachol, que rápidamente identificamos con el
emblema del carnaval pontevedrés, pero muy pocos quizás conozcan de donde
procedía este curioso nombre para un loro. Desconocemos exactamente cuando el
pajarillo cayó en las manos de Don Perfecto pero sí que por ese nombre podemos
aproximarnos bastante a cuando debió de ser, ya que el nombre de Ravachol
procede del de un conocido anarquista francés, que fue detenido y guillotinado
por sus actos en 1892, como se ve en esta portada de El Petit Journal.
François-Claudius Koenigstein, conocido como Ravachol, había nacido en 1859 en
un hogar lleno de misería y trabajando desde los 8 años, pronto se integró en
movimientos ateos y anticlericales y participó en diferentes revueltas sociales
asaltando casas de jueces y comisarios de policía, en la convicción anarquista
de hacer de la lucha la única salida a la situación de opresión de los más
desfavorecidos. Convertido en héroe y mitificado como revolucionario, todavía se
corea hoy en día su nombre en cualquier manifestación anarquista en Francia.
Las acciones, palabras y gestos de este anarquista bien pudieron suponer su
`paralelismo' con el del loro que se llamaría Ravachol, la conducta y palabras
del animal bien le podrían haber conducido a cargar con el nombre del
anarquista, cuya mayor fama tuvo lugar en los años ochenta del siglo XIX y
durante su detención y juicio, con lo que es posible que el loro ya estuviese
por esas fechas en la ciudad de Pontevedra. EL DIARIO DE PONTEVEDRA en sus
crónicas internacionales, y dada la virulencia de los movimientos sociales y
anarquistas del momento, solía hacerse eco de las actividades del activista
francés y así en 1884 ya tenemos a Ravachol en esas páginas como partidario del
cuchillo u otra mención en 1906 sobre los crímenes de los anarquistas y el
empleo de bombas como medio de agresión a los poderosos. Es así como la figura
de Ravachol, y ese nombre, no eran ajenos a la población pontevedresa que
conocía de sus acciones. Lo que ya no sabemos es sí fue el boticario el que le
puso el nombre, o si por el contrario fue en un cuartel militar, suponemos que
en el actual de San Fernando, donde también se especula pudo haber pasado algún
tiempo el lorito. Siendo así las cosas y dada su muerte en 1913, calculamos que
Ravachol tendría entre veinte y treinta años cuando falleció algo normal en la
vida de este tipo de loro gris africano-el más capacitado para el habla- cuya
vida en buenas condiciones puede llegar a rondar los cuarenta o cincuenta años.
Imágenes procedentes de los fondos del Museo de Pontevedra
Ningún comentario:
Publicar un comentario