“Más que sorprender este presente de letras bien paridas, asusta lo que
puede ser un futuro de letras eternas, de palabras ajustadas y de historias que
formarán parte de nuestra literatura”. Esta frase, que aparece en las tapas de
este ‘Ajedrez para un detective novato’ (ante todo, mil gracias por ello),
fueron publicadas por este medio tras la aparición de la que fue la primera
novela de Juan Soto Ivars, ‘Siberia’. Aquellas palabras transitaban entre la
sorpresa del descubrimiento, la admiración por lo escrito y el futuro que podía
venir tras aquel relato abisal. El futuro es ahora presente y tras comenzar a
leer este libro uno piensa dos cosas: o que aquello era una empresa imposible
de superar o que el autor, conocido su habitual desparpajo, había querido
vacilar al personal (algo en absoluto descartable, una vez rematado el libro).
Es posible que el origen del problema esté en este crítico, deseoso de
encontrarse otro relato en combustión, de vidas desgastadas, de existencias
confusas ante un horizonte marchito. Pero para eso ya tenemos a Ricardo
Menéndez Salmón, y nadie lo va a hacer mejor, ¿para qué más? Es entonces cuando
nos aproximamos a esta historia con otros ojos, con los de mirar a alguien que
entiende la literatura como un desafío, como una aproximación permanente a los
límites del escritor, y la necesidad de pisar por diferentes terrenos. Así es
como pasadas varias páginas (demasiadas para mi gusto) lo que son risas
inconexas comienzan a convertirse en respaldo a una obra, en aplauso por un
brutal cambio de registro y por ser lo suficientemente valiente para
intrincarse en este delirio literario que en sus últimas páginas se deja de
zarandajas y nos plantea una obra de género negro mayúscula.
La historia, respaldada por el jurado del XVIII Premio de Novela Ateneo
Joven de Sevilla (un OLÉ bien fuerte, qué valor, qué temple….), cuenta el
aprendizaje como detective de un escritor de novela policíaca que, junto a su
maestro, un detective mujeriego y aficionado al ajedrez, deben desentrañar
diferentes casos, entre los que sobresale la muerte de numerosas prostitutas.
Detectives, escritores, prostitutas y ajedrez, todo bien agitado, no mezclado,
provocan este exabrupto literario donde sorprende la habilidad del autor con el
lenguaje, subvirtiendo términos y nombres para crear un escenario hilarante por
momentos, pero también para asomarse a un ambiente de sordidez y miserias
varias, no muy alejadas de lo que sucede en nuestra sociedad, permitiéndose de
ese modo la sucesión de numerosas punzadas que se van clavando en sus
diferentes tejidos. Estas componentes se van a ir difuminando así como avanza
el relato para regalarnos unas excelentes páginas finales, desprovistas de
perversas contaminaciones, y funcionando como esa novela policíaca que el
protagonista siempre soñó escribir y con la que Juan Soto Ivars afianza su
nombre en ese futuro que suena a pasado, ya que definitivamente se ha hecho
presente.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 9/02/2014
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