domingo, 6 de marzo de 2016

Cinco esquinas con Mario


De nadie he leído tantas páginas y de nadie me quedan tantas páginas por leer. Los libros de Mario Vargas Llosa colonizan varios de los estantes de mi librería, incluso algunos repetidos en diferentes ediciones, unos por mi casa, otros en la de mis padres y algunos están frente a mí en el periódico. Y es que la literatura del peruano es como una gran hiedra que cruza dos siglos, colonizando estanterías y uniendo dos continentes, como hicieron tantos otros novelistas. Como García Márquez, como Onetti, como Cortázar, mis preferidos, pero también como tantos otros y como ahora hacen varios nombres que actualizan aquel boom latinoamericano prolongándolo en este siglo XXI, como Héctor Abad Faciolince, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Fresán o Juan Gabriel Vásquez, también mujeres como Laura Restrepo o Leila Guerriero, por citar dos generaciones que se rebelan contra un emporio excesivamente masculinizado, en el que la novela parecía ser exclusiva de los hombres y a la mujer se la orillaba en la poesía.
Pero tras la muerte de Gabo quien reina en ese parnaso trasatlántico es Mario Vargas Llosa, y a sus años, a punto de cumplir 80, cada libro debe ser acogido como una celebración. Y algo así es lo que sucede, una tirada masiva, decenas de entrevistas, reediciones de sus obras anteriores, librerías que centran en él todo un escaparate, ¡pero si hasta los telediarios hablan de libros! ¡A lo loco!  Como es lógico no todos sus libros son cumbre, no todos pueden llegar a las excelencias inalcanzables de ‘La ciudad y los perros’, ‘Conversaciones en la catedral’ o ‘La fiesta del Chivo’, por dejarlo en tres, pero el peor de sus libros es un libro magnífico. El último, recién presentado esta semana, lleva por título ‘Cinco esquinas’. De nuevo Perú, y ahora con la política de los años noventa, Fujimori, y su propia experiencia como candidato a la presidencia y la prensa carcomida de aquel país. Perú, política y periodismo. Con esos tres ingredientes muy mal se tienen que poner las cosas para que Mario Vargas Llosa no nos ofrezca una novela, sino a la altura de las citadas, por lo menos lo suficientemente cerca como para seguir rindiéndole admiración.
Los primeros comentarios parecen aplaudirla, sorprendiendo el vigor narrativo, la ilusión permanente por la escritura, por contar historias de una manera que parece extremadamente sencilla, pero que no lo es. Todavía sin un ejemplar entro en la web de la editorial Alfaguara para echarle un vistazo a la primera página y no dejo de leer hasta que unos puntos suspensivos me impiden continuar y anuncian que es hora de pasar por caja. De nuevo fascinado, se contiene más literatura en ese arranque con una gran carga sexual que la que alcanzan muchos escritores calientapalabras. Dos mujeres en una gran cama nos sitúan, de manera increíble, ante una situación política especial, ante un toque de queda, ante el temor a salir a la calle, ante la necesidad del otro, el exorcismo del miedo y el deseo sometido a la penumbra. Imposible más en menos. En la entrega de los premios Biblioteca Breve de Novela, uno de los miembros del jurado, Pere Gimferrer, defendía que en la primera página de un libro debía contenerse ya todo lo que es un autor. Aquí lo tienen.
Para Mario Vargas Llosa, como para tantos autores latinoamericanos el periodismo es vital. Muchos de ellos se forjaron en el papel de periódico, sin ir más lejos el propio García Márquez, y prácticamente todos los nombres con que se inicia este artículo son opinadores permanentes en prensa, tanto de allá como de acá, borrando cualquier tipo de frontera, si es que la hubiera entre periodismo y literatura. Y si no ahí tienen a la perspicaz y lúcida editorial Círculo de Tiza publicando a periodistas escritores o escritores periodistas. En la novela su autor concede un papel central a la prensa, pero a la prensa entendida como una degradación de si misma, de sus fines necesarios para la democracia, para el desarrollo común. Quizás, junto con la cultura, el periodismo está pasando sus peores momentos, en una sociedad displicente con sus valores, con la importancia en la defensa de su libertad narcotizada por oscuros intereses y, sobre todo, con donde pone el foco. Cuando un periódico se equivoca en donde pone ese foco arrastra con él a la sociedad a la que representa. Mario Vargas Llosa sufrió a esa prensa en Perú cuando rivalizó con Fujimori por la presidencia del país y ahora su nueva relación sentimental le ha hecho de nuevo poner las orejas en punta ante lo que se mueve a su alrededor, ante los coros canallas que nos confunden y amarillean un tiempo que fía todo al espectáculo por encima de la civilización.
Ahora es su turno, elijan entre el Hola o ‘Cinco esquinas’. De lo primero poco sé, de lo segundo, seguro que no les defraudará. Como dice el maestro Juan Cruz: «Las librerías están abiertas».



Publicado en Diario de Pontevedra 5/03/2016

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