Rue Saint-Antoine nº 170
Pintura. Fernando
Lafuente confirma con esta exposición su firme devenir en el arte.
Una arriesgada propuesta, que se mueve entre la pintura y la
escultura, para conformar unas piezas surgidas de una profunda
reflexión sobre forma y materiales como argumentos de un trabajo
sorprendente para el espectador y todavía lleno de posibilidades.
Cada pieza de Fernando
Lafuente debe entenderse como un desafío del autor dentro del
universo artístico, pero también un desafío frente a si mismo. El
arquitecto pontevedrés ha reinventado su vida de manera valiente
tras su etapa política en la ciudad y, tras culminar los estudios de
Bellas Artes, dar comienzo a una vida vinculada con el mundo de la
creación artística que le ha llevado a los Estados Unidos, donde
pasa gran parte del año y desde donde continúa a madurar ese
arriesgado camino emprendido hace algunos años.
Y digo arriesgado
porque la propuesta artística de Fernando Lafuente genera tras ella
un riesgo permanente, alejado de un lenguaje cómodo con el que
agradar de manera satisfactoria al público y a potenciales clientes.
Pero él no estaría satisfecho, ya que si algo le provoca el arte es
un deseo de duda, de quiebro constante a lo que podría ser algo
acomodaticio. Fernando Lafuente a través de cada pieza comienza un
proceso, no solo de introspección artística, sino personal. Esas
‘Reconstrucciones’ (título de la muestra) de sus trabajos que
propician la obra anteriormente conclusa, son también una
reconstrucción de la propia persona a través de esa exploración
máxima y de ese ir al límite del lenguaje artístico.
Y es en ese punto
límite en el que la obra triunfa. Sus composiciones de formas y
colores, en las que las esencias compositivas, y hasta las
relacionadas con su propio marco físico, se encuentran en cuestión,
son el catalizador de la nueva obra. La resultante de un proceso de
pintura o escultura en el que su remate vuelve a discutirse con su
fractura en bloques o en planchas para volver a integrarse en una
nueva pieza en la que, de nuevo, la composición y la forma se verán
activadas y a la vez condicionadas por ese momento anterior. Fernando
Lafuente se sitúa así en la complejidad de la obra como paradigma
desde el que actuar y desde el que buscar nuevas soluciones, nuevas
posibilidades que permitan a su obra evolucionar, tal y como sucede
en esta ocasión con el devastado que se hace de la pintura, una
incidencia sobre la superficie de la pieza que revela el valor
plástico del material.
Ese potencial también está presente en
otras superficies de trabajo, como el aluminio o las piezas lacadas.
Superficies que forman parte de un proceso manual en la valoración
del trabajo artesanal, de quien moldea las piezas con su propia
energía, allá donde la mente no alcanza. Ese respeto por el oficio
y el material hace que los propios remaches que sustentan la obra
queden a la vista ampliando su funcionalidad y estética.
Ese mismo proceso se
lleva a la escultura con análisis de formas y luces, efectos que
integran a la propia sombra generada en unas figuras sorprendentes
que todavía podemos gozar hasta el próximo viernes en la sala de
exposiciones del Palacete de las Mendoza.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/06/2018
Fotografías: Rafa Fariña
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