[Ramonismo 100]
Valentín Roma establece un retrato generacional repleto de cargas de profundidad hacia nuestra confusa sociedad
ENTRE 1991 y 2001 Valentín Roma abre y cierra un paréntesis vital en el cual se encierra todo un proceso de crecimiento personal, de diferentes relaciones humanas y de medición de una sociedad embarullada como lo fue la España de finales del siglo pasado. Nos encontramos así con una inteligente escritura, repleta de detalles que precisan ese cántico vital que es lo que más y mejor caracteriza una redacción pegada a la piel y hasta a la respiración de quienes atraviesan este libro editado por Periférica bajo el título de ‘El capitalista simbólico’.
Año tras año de esa década y después de dejar la universidad el protagonista de la novela comienza a realizar diferentes trabajos, entre ellos la realización de la Guía Michelín. Se genera así todo un mapa de los movimientos de quien hace frente a su tiempo con una gran carga de ironía y escepticismo ante todo aquello que surge a su alrededor como un ‘tour de force’ permanente que servirá no solo para conocer, sino también para conocerse.
Serán diez años en los que la vida se echa a sus pies, al tiempo que serán sus capacidades para la gestión de esos acontecimientos los que nos proporcionen un relato capaz de amalgamar reflexiones de fondo sobre todo ese escenario, así como instantes de humor y hasta una ternura imprevisible, pero que le sienta muy bien a todo el texto para establecer una lectura de dientes de sierra, sin duda como lo son todas nuestras vidas. En definitiva un mosaico que, como la propia existencia, se compone de numerosas piezas con un mayor o menor encaje entre ellas.
Valentín Roma hace de esta novela un vértice de ese triángulo novelístico que, en este mismo sello editorial, nos propuso con sus dos anteriores novelas, ‘El enfermero de Lenin’ y ‘Retrato del futbolista adolescente’. La fórmula que nos da como resultado esa superficie triangular se plantea resolviendo toda aquellas incógnitas del ecosistema español de finales del siglo XX, con el triunfo del estado social, las cuitas de los hijos de aquella clase media que colonizó espacios impensables para sus antepasados, universidades atestadas de futuros empresarios, pisos y más pisos en propiedad, empresarios colmados de ignorancia y de millones de pesetas que solo se sentían como tales apretando a sus trabajadores, en definitiva, un hábitat proclive a la picaresca, de ahí que el protagonista de ‘El capitalista simbólico’ tenga mucho de pícaro, de ser que huronea en diferentes territorios de los que intenta escabullirse de la mejor manera posible.
Las relaciones laborales, con su pareja, amantes, amigos y familia generan todo este vivo relato en el que el lector pasa de lo serio a la sonrisa y viceversa como sucede en una realidad que aquí se condensa en diez años en los que pasan muchas cosas, y que si nos paramos durante unos instantes a pensar en diez años de nuestras vidas pues veríamos como ese frenesí, con diferentes variables, también se produce en las nuestras. Cada uno con un mapa propio que seguir, pero todos con un material que podría formar parte de la novela de cada uno de nosotros.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 12/02/2022
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